Andrea Princesa... Samantha Príncipe

Un Real San Valentín

 

Aquella última palabra no se escuchaba nada bien para Andrea, su sonrisa se desdibujo y lentamente comenzó a enmarcar su ceja izquierda. La mirada de Lucas era directa y sin muchos gestos de por medio. Andrea sólo le miró, tomó sus cosas y sin responder nada ambos caminaron hacia la salida de la biblioteca.

 

Ameli estaba desconcertada al ver la frialdad con que Lucas había rechazado a Andrea, sabía que algo andaba mal, simplemente decidió quedarse allí frente a la fotocopiadora y meterse en algo tan delicado como la relación de aquellos dos. La mirada de Samantha tampoco se veía tan alegre, nunca le gustaba que las personas sufrieras… Más aún si era alguien tan especial en su vida.

 

Cuando Rafel y Carly regresaron a la mesa y no encontraron a Carly, lo primero que hicieron fue buscar a Ameli para preguntar por el paradero de Andrea.

 

-¡Ameli! ¿Dónde está Andrea? –Preguntó Carly preocupada y continuo-, dime que no se fue a buscar a Lucas.

-No se fue a buscar a Lucas, el vino por ella… Y no creo que se trate de algo bueno –los tres se miraron buscando explicaciones, cosa que Rafael y Carly ya conocía.

 

Andrea caminaba detrás de Lucas sin decir nada, esperaba a que él comenzara el tema en cuestión. Cuando por fin Lucas se detuvo al lado de una banca ella intentó mirarlo a los ojos y este le indicó que se sentara.

 

-Supongo que no son buenas noticias –afirmó Andrea mientras se sentaba, él no dijo nada y también se sentó.

-Andrea… Voy a ir directo al grano –tomó aire y lo volvió a sacar-. Creo que lo nuestro no está funcionando.

-¿He hecho algo mal? –se cruzó de manos-. Porque yo no lo creo… te he sido fiel, te he amado, he estado contigo en los peores momentos… ¿Qué pasó? ¿Es otra? ¿Es aquella que vi el otro día saliendo de tu habitación?

-Mira Andrea, ella no tiene nada que ver con la decisión que he tomado.

-¿Es ella o no?

-Sí, pero no es sólo eso… Yo necesitaba que me complacieras como hombre y ella no puso peros en ningún momento.

-¡¿Peros?! Tú mismo fuiste el que me dijo que eras virgen también.

-Y lo era, pero no te iba a esperar toda la vida Andrea, quizá tú seas una frígida pero yo no –la mirada de Andrea pasó de un momento a otro de estar en la profunda tristeza a volverse en un enojo total-. Aquí terminamos Andrea, tú no tienes nada más que darme y yo nada que ofrecerte. Anda y consíguete un hombre sólo te quiera para platicar y tomarse de las manos-. Andrea se puso de pie, respiró hondo y le dio una cachetada con todas las fuerzas que tenía. Las personas alrededor miraban aquella escena con morbosidad pero a Andrea no le importaba en absoluto.

-No vales como hombre Lucas… Nunca fuiste uno –en aquel momento Andrea parecía la mujer sentimentalmente más fuerte del mundo, giró dándole la espalda y comenzó a caminar con paso firme y con la mirada hacia el frente. Así permaneció hasta llegar y abrir la puerta de su dormitorio, Sandra se encontraba allí con unos audífonos puestos así que Andrea entro prácticamente siendo ignorada por esta.

 

Entro al baño y comenzó a quitarse la ropa aún con un rostro frío y sin algún signo de tristeza, entró a la regadera y en cuanto el agua comenzó a caer, también lo hicieron sus lágrimas… Su rostro comenzó a volverse rojizo y su rostro se desquebrajo en cuestión de segundo, sus llanos eras apagados por el ruido del agua al caer… De pronto todos aquellos hermosos recuerdos se volvían indiferentes y extraños “¿Quién había sido aquel hombre con el que había compartido parte de su vida? –se preguntó repetidas veces.”

 

Tan sólo ahora lo único que deseaba ahora era perderse en un profundo sueño, gritar hasta quedarse afónica y perder la conciencia. De pronto vino a su mente aquel último párrafo del poema que había leído… “No llores mi dulce sueño, no llores… Recuerda que yo te sueño” sí, tan sólo era un escrito, y quizá sólo eran letras sin sentido para la mayoría de las personas… Pero ahora era lo más cercano a un hombro en el cual llorar.

 

Sus lágrimas comenzaron a diluirse entre toda el agua, sus ojos se tiñeron en un rosado intenso y empezaron a formarse puntitos rojos debajo de sus ojos, resultado de la presión que imprimía sobre ellos rompiendo sus pequeños vasos sanguíneos. Después se sentó debajo de la regadera, abrazó sus piernas y metió su cabeza entre el pequeño hueco que se formaba y se quedó allí hasta que se cansó de llorar.

 

Salió del baño con la cara totalmente hecha pedazos, perdidamente demacrada y con los ojos secos por llorar tanto. Sandra le vio pero no quiso hacer algún comentario, definitivamente no era el momento ni el lugar adecuado… Sólo vio como esta se metió en la cama y fácilmente se quedo dormida.

 

Por otra parte… Ni Ameli, ni Carly, Rafael o Samantha sabían si era conveniente buscarla y hablar con ella, más aún Samantha… Ella parecía estar muriendo al mismo tiempo que Andrea, también tenía una mirada vacía, una mirada que solamente reflejaba sus ganas de abrazarla y decirle que las cosas estarían mejor y que todo saldría bien. Pero aquellos sólo eran sueños e ideas que quizá nunca serían reales y que jamás irían más allá de unas simples cartas con poemas.

 

Aquella noche nadie consiguió dormir tan fácilmente… solamente Andrea que había desperdiciado todas sus fuerzas en llorar. A la mañana Samantha se paró rápido, una idea o especie de sueño le había llegado a la mente hasta lograrla despertar, hoy no solamente era San Valentín, era un día muy especial.

 

Justo debajo de la puerta de Carly amaneció una sobre rojo, su emoción al verla y pensar en que sería de Rafael se notó drásticamente en aquella sonrisa enmarcada de oreja a oreja. Sin embargo, cuando la tomó esta regresó a sólo ser una sonrisa común… El sobre no era otra cosa más que una invitación para una gran fiesta que se daría una cabaña cerca del lago de Rivens, sería una fiesta con motivo de San Valentín y en donde todos estarían invitados. Rápidamente corrió hacia Ameli que aún dormía y la despertó a gritos.

 

-¡Bruja! ¡Despierta que ya es Halloween! –le dijo bromeando.

-¡Cállate! Que mis neuronas todavía están en shock

-¡Levántate! Hoy tenemos una super mega fiesta y todos van a ir ¿No quieres ser la loca que no fue? O ¿Sí?

-¿Fiesta? –dijo Ameli en un tono muy alegre al mismo tiempo que le quitaba el sobre de las manos-. ¡¿Cuándo?!

-Hoy en la noche y es en la cabaña del lago.

-¿La enorme cabaña? –se emocionó-. ¿Quién la está organizando?

-Mmm –murmuró y tomó la invitación-, no dice nada sobre eso, pero ¿Qué importa? De todas formas al final nadie termina sabiendo ni importándole eso.

-Sabes… Deberíamos llevar a Andrea, así se olvidaría de lo que sea que pasó con Lucas –dijo Ameli mientras se rascaba la cabeza.

-Ameli… Ya te dijimos Rafa y yo que Lucas la iba a terminar.

-Aún no estamos seguro de eso.

-No hay que estar seguros para eso, obviamente eso fue lo que paso y no hay vuelta atrás.

-¿Entonces la invitamos?

-No sería mala idea, pero… Y si ¿Encontramos a Lucas allí?

-¿Y? Tarde o temprano se lo tendrá que encontrar, además como amigas… Debemos convencerla, no la podemos dejar sola muriéndose allí sola en su habitación.

-Tienes razón, no nos rendiremos hasta convencerla y si es necesario la llevamos arrastrando.

 

Tal y como se lo propusieron, lo lograron. Cuando llegaron a buscar a Andrea esta se encontraba toda demacrada y triste. Sandra le había llevado un café en la mañana y todavía lo tenía en mano pero ahora este ya estaba frío. Después de horas y horas de hablar con ella lograron convencerla, con la única petición que sí veía a Lucas la llevarían de nuevo al campus.

 

Con la mirada apagada y dando tumbos Andrea acompañó a Carly, Ameli y Rafael, este último también había sido convencido para acompañarlas y claro, era el conductor designado… aunque Andrea no tenía en mente tomar ni una sola gota de alcohol. Aún con la obscuridad y la distancia de ellos hacia el lugar, se veía a lo lejos una luminosidad enorme; una gran cantidad de personas y un muy buen sonido que le daba vida a aquel lugar.

 

Cuando bajaron del automóvil el ruido se volvió aún más fuerte… Incluso el propio ambiente se sentía más pesado. Frente a ellos se encontraba una enorme Casa de dos pisos, que más que cabaña parecía un moderno departamento. Había gente por doquier, fogatas y múltiples cajas de cervezas. Todo el tumulto se movía en direcciones sin sentido, brincaban, bailaba e incluso se varios tenían colchas en el suelo donde se besaban y acariciaban como clásicos enamorados. Estas últimas imágenes sólo hacían sentir mal a Andrea, pues si todo no estuviese pasando como ahora, ella estaría en aquel lugar.

 

Los cuatro se mantuvieron juntos por al menos una hora, pero después se separaron si querer, Ameli fue por una bebida y jamás regreso, mientras que Rafael y Carly dejaron a Andrea por ir con otros amigos. Cuando Andrea se dio cuenta que se había quedado sola, decidió ir a la parte trasera de la cabaña; pues allí no había mucha gente e incluso mucho ruido.     

 

La calma llegó cuando se sentó sobre un enorme tronco cortado que se encontraba recargado sobre la pared de la cabaña. Su mirada se baro en la tranquilidad de aquella hermosa vista, pero de todo lo veía, lo que más le gustaba era la hermosa luna que brillaba sobre su cabeza. Bueno, esta imagen dejo de importar cuando a lo lejos Lucas y la chica que había visto la vez pasada, caminaban hacia el lago tomados de la mano, la mujer aquella no dejaba de tocar una y otra vez el perfecto abdomen de Lucas, mientras que este agarraba su trasera; finalmente comenzaron a besuquease y Andrea ya no pudo seguir contemplando aquello. Giro la cabeza y la mirada a punto de caer en lágrimas decidió dejar aquel lugar.

 

Mientras se dirigía de nueva cuenta a la parte delantera, un chico pequeño y delgado le entregó un sobre. Ella preguntó de quien era y el chico sólo le dijo que se la habían dado para ella, hubiese preguntado más si no fuera porque este pequeño chico salió corriendo y terminó perdiéndose en la multitud. Cuando abrió el pequeño sobre, lo único que decía era:

 

“Camina hacia detrás de la cabaña y dirígete hacia el pequeño camino que te he preparado… Hay una enorme piedra con un corazón… Quizá sea el mío, sigue las señales y sabrás lo que significa realmente San Valentín”

 

Miró hacia ambos lados en busca de alguien, pero no encontró nada. Pensó unos instantes y pensó en irse a casa “Podría tratarse de un loco –pensó.” Pero después recordó aquellos hermosos poemas que le habían llegado y una corazonada le hablo diciéndole que quizá se podría tratar de la misma persona. Una leve sonrisa llegó a sus labios junto con la decisión de arriesgarse e ir a aquel lugar. Tomó un respiro y siguió hacia donde la nota le indicaba.

 

No fue difícil conseguir dar con la enorme roca del corazón, pues rápidamente dio con una gran roca que tenía dibujado un corazón con un rojo espray. Se acercó hacia este y lo tocó con las puntas de sus dedos, una corazonada la tranquilizo en aquel momento y miró hacia donde se encontraba un pequeño camino entre árboles y plantas.

 

Cuantos más pasos daba, más se iba enamorando de la hermosa belleza de aquel inmenso bosque… el verde de las plantas era iluminado por pequeñas series de luces blancas que habían sido colocadas de una manera tan cuidadosa. Después de caminar por un par de minutos encontró una nota en medio de su camino, esta estaba formada de pétalos blancos de rosa a la vez que una flecha con las mismos pétalos le dirigían hacía una dirección. El mensaje era claro y sencillo:

 

“No desesperes, ya casi llegas… Y yo casi te tengo cerca”

 

“¿Por qué está jugando conmigo? –pensó.” Prosiguió su camino gracias a la ayuda de la serie de luces que le iban marcando el camino. El camino se había vuelto largo, no porque estuviese cansada, sino porque el sonido de la fiesta se había quedado muy atrás y prácticamente parecía imperceptible. De pronto el camino se truncó, pero las luces seguían en hilera hacia dentro de unos enormes matorrales. Entrada en la aventura, caminó hacia los arbustos y se empezó a hacerse espacio entre ellos.; una vez que logro cruzarlos notó a lo lejos y entre la obscuridad un tronco de lo que había sido un árbol, esta estaba rodeado por una serie de luces mucho más pequeñas… Como las que se suelen poner en navidad.

 

La altura de este era un poco menos de lo que medía, pero lo que más le asombraba era aquel jarrón de vidrio que contenía una única rosa tan roja y con un largo tallo; que únicamente era iluminada por el reflejo de las pequeñas luces blancas. Se acercó lentamente y se paró frente al tronco, acercó su mano hacia la rosa y después se arrepintió; reflexionó y decidió mejor acercar su rostro para olerla. El olor era fuerte, tan natural y clásico en las rosad. Aquel olor le obligó sin pensarlo dos veces en tomar la rosa, primero pensó muy bien en cómo hacerlo; pues tenía unas cuantas espinas que a pesar de todo parecían inofensivas.

 

Cuando extrajo la rosa del jarrón las luces del troncó se apagaron y también después las luces que anteriormente la habían llevado hacia aquel sitio. La obscuridad cubrió todo el lugar dejándola completamente ciega, apenas tan sólo la luz de la luna que era impedida por las inmensas capas de hojas de los arboles lograba dar pasó a pequeñas luminosidades que rebotaban con el suelo.

 

Una pequeño sentimiento de miedo le llegó, pero tan rápido con este sentir llegó, también lo hizo la luz. De un momento a otro una pequeña casa de dos pisos y con una enorme terraza se iluminó ante sus ojos, había faros alrededor de esta y que reflejaban con las paredes claras. Notó que nuevamente el camino estaba tapizado por pétalos blancos que formaban una línea irregular de camino hacia la casa.

 

Siguió la línea de pétalos cuidando no pisarlos, estos la guiaron hacia la entrada que era unas escaleras amplias. Se agarró del barandal y lentamente comenzó a subir las escaleras. Siguió por todo el camino hasta que llegó a una amplia terraza, que era la que había visto desde allá abajo; pero lo que no había visto desde allá abajo era la mesa en justo en medio del lugar, con platos puestos, unas velas y un par de sillas que se encontraban una frete a la otra. A la vista simplemente todo aquello era encantador, era como lo que siempre había soñado.

 

Notó que también en la mesa había un pequeño papelito cuadrado recargado junto a los platos, se acercó y tomó asiento al mismo tiempo que lo leía.

 

“El tiempo llegó, quizá también la decepción… No digas nada antes de que yo lo diga”

 

Su duda de saber quién era esa persona aumento en tan sólo unos segundos, realmente deseaba conocer al autor de todos aquellos encantadores poemas, a quien se había tomado la molestia de armar todo esto…Y a la persona que la estaba haciendo feliz en ese preciso momento.

 

Trató de mirar entre la parte más obscura con la esperanza de ver a alguien, miro más allá de la tarraza y aun así no encontró a nadie. Al instante una voz detrás de ella dijo su nombre… Esa voz.

 

-Andrea –Andrea giró su cabeza hacia atrás.

-¿Samantha? ¿Qué haces aquí? –miró incrédulamente.

-Bueno, sólo espero que no se haya hecho tan difícil haber llegado hasta aquí.

-¿Tú hiciste todo esto? –dijo mientras Samantha se acercaba para poder sentarse.

-¿Te molestaría si te dijera que sí? –Andrea no contestó pero se quedó pensativa.

-Espera… ¿Tú eres la de los poemas?

-Hice lo mejor que pude –se sentó-, sé que no eres lo esperabas.

-No sé qué decir… Todo este tiempo has sido tú…. ¿Cómo sabías que iba a venir?

-Bueno, digamos que unos primos hicieron la fiesta de cabaña de lago y yo me encargué que la invitación llegara hasta tus amigas.

-¿Siempre eres tan inteligente? Creo que las conoces más que yo.

-¿Qué sientes? –preguntó preocupada.

-No lo sé, esto es maravilloso pero…

-Creías que se trataba de un chico.

-Sí, para serte sincera. No sé qué decir o que hacer.

-¿Quieres irte?

-No, creo que no quiero.

-No tienes que estar aquí si no quieres, no lo hagas por obligación.

-Esto es tan confuso, pero hay algo que me dice que no me vaya.

 

Así es, había en la mente de Andrea algo que le decía que no se fuese; que esperara y fuese paciente. Todo lo que había hecho Samantha era asombroso, hasta parecía que ella se había puesto más maquillaje y se había arreglado más el cabello… Siempre con ese toque desordenado que la caracterizaba pero que formaba tan parte de su esencia.

 

-¿Segura que te quieres quedar? –volvió a insistir con la pregunta.

-Claro, esto es tan hermoso como para desperdiciarlo –Samantha se puso de pie.

-Entonces iré por la cena, por cierto ¿Te gusta el vino? –Andrea sólo respondió con una sonrisa y rápidamente Samantha fue en busca de la cena.

 

La noche se volvió partir de allí muy amena, sin embargo la tensión por parte de ambas crecía cada vez que esos peligrosos silencios se acercaban. Las cosas para Andrea aún no estaban claras… Quería preguntarle a Samantha tantas cosas, pero tenía nervios de hacerlo. Aquella noche cenaron una especie de carne ligeramente endulzada que sabía muy bien, el vino acompañaba a la perfección, pero sin duda la parte favorita de Andrea fue el postre, un rico pastel de chocolate.

 

Después de pensarlo y sin nada que perder, Andrea decidió preguntarle de una vez por todas a Samantha.

 

-Todo esto, lo hiciste por mí… ¿Eres lesbiana? Lo que dicen…. ¿es cierto? ¿Te gusto?

-Es más que eso, a mí jamás me han justado las etiquetas… Todos dirán que yo soy lesbiana pero como yo lo veo es simplemente una chica que ama sin restricciones, y no me gustas Andrea… Gustar queda corto para lo que siento por ti –Andrea sólo le miró sin decir absolutamente nada. Samantha sonrió y se paró, extendió su brazo hacia ella y la invitó a levantarse. Andrea obedeció automáticamente y agarró su mano. La llevó hacia dentro de la casa que solamente se encontraba dividida de la terraza por un ventanal.

 

Ya ambas dentro, Samantha se acercó hacia un reproductor y comenzó a sonar una melodía suave. Regreso hacía Andrea y le pidió volver a tomarla de la mano, Andrea lo pensó un par de segundos y le tomó.

 

-No tengas miedo –la tomó de ambas manos y la acercó hacia ella, comenzó a dar paso al ritmo suave de la música mientras Andrea intentaba hacer lo mismo. La mirada entre ambas era directa y con cierto temor, más aún por parte de Andrea.

-No sé porque lo hago.

-No digas nada ahora, sólo déjate llevar –los tamaños de ambas eran notorio teniéndolas juntas, pero de alguna manera Andrea se acomodaba perfectamente a Samantha y viceversa.

 

Samantha corrió la mano izquierda de Andrea hacia su cintura mientras que con la suya hacía lo mismo. Con ese movimiento acercó hacia ella más todavía a Andrea. Los nervios de esta crecieron al tener a Samantha tan cerca, casi ahora podía sentir hasta su respiración. Samantha movió su brazo derecho hasta la altura del rostro de Andrea, pasó la punta de sus dedos por su mejilla y la rozó lentamente hacia abajo.

 

Los ojos de Andrea se cerraron justo en ese momento y Samantha siguió bajando la mano hacia su brazo haciendo lo mismo que había hecho en su rostro. Andrea siguió con los ojos cerrados y un extraño escalofrío le cubrió ambos brazos haciéndole abrir los ojos de nuevo. Miró a Samantha y esta le sonrió, sus rostros se fueron acercando lentamente cada vez más uno del otro; realmente Samantha quería besarla y justo cuando se encontraban a menos de un centímetro Andrea alejó su cabeza moviéndola hacia atrás en un instante.

 

Samantha intentó acercarla nuevamente pero Andrea insistió a tal punto que ambas se soltaron. Andrea caminó hacia atrás y se pasó las manos entre el pelo mientras su ceja se enmarcaba, comenzó a dar vueltas en sí como loca hasta que se detuvo y miró directamente a Samantha.

 

-Lo siento –respiró-. No sé que estoy haciendo, ni siquiera sé por qué vine hasta aquí… Yo no debería estar aquí, yo… Yo no soy gay… –la miró desconcertada-. No quiero lastimarte con falsa esperanzas –se agarró el rostro-. Perdón. –giro dándole la espalda y se encaminó por el mismo camino por donde había llegado.

 

Samantha se quedó simplemente allí, parada, sin hacer ningún movimiento y con la mirada en blanco, mientras la música de fondo seguía sonando.