Andrea Princesa... Samantha Príncipe

Cuando el Viento No Sopla

 

-¡Andrea Collins! –se escuchó una voz al fondo del pasillo del ministerio público.

Andrea se puso de pie muy lentamente, respiró hondo y camino hasta donde le llamaban. Cuando llegó un hombre regordete le indicó que tomara asiento y esta se sentó mirándolo fijamente a los ojos.

-De acuerdo señorita Collins… Ya la he visto por aquí varias veces, ¿cómo va su caso?

-Es complicado.

-¿De pocas palabras, he? No se preocupe, la gente siempre viene así, pero una vez que se desahogan no hay captor más rápido que pueda con sus declaraciones.

-¿Captor?

-El que toma su declaración.

Andrea asintió con la cabeza para que supiera que entendía.

-Entonces… ¿Qué la trae por aquí este día? ¿Vino a dar información faltante o por información? Porque si es así, ya le habrán dicho que en cuanto se sepa algo se le avisará a usted y al hermano.

-Yo sé que todo va a estar bien… Solo han pasado un par de días –dijo Andrea bajando la mirada.

-Recuerde que no es una persona extraviada, es una persona que se extravió… No podemos hacer mucho, cuando alguien no quiere ser encontrado es muy difícil dar con su paradero. Por otra parte, el señor Lucas… ¿Montenegro? ya fue trasladado al reclusorio de Dilinton, allí estará un buen tiempo… Pero si su… noviecita no aparece quizá no sea tanto tiempo.

-Yo solo quiero que se haga justicia.

-Y en eso estamos, pero no es tan fácil.

-¡Como sea! –resaltó Andrea-. No he venido por eso, vine porque… porque quiero denunciar a mi padre… por… maltrato familiar.

-Así que esos golpes que declaró fueron porque la marea la arrastro…

-Sí, mentí.

-Señorita Collins, usted y los Vondegan nos van a volver locos a todos.

-¿Va a tomar mi declaración o quiere vaya a que me golpee para tener pruebas recientes?

El hombre regordete solo le sonrió con cara de pocos amigos y comenzó a buscar entre sus papeletas un formulario.

-¿Segura de esto? –le preguntó con el formulario aún en mano y sosteniéndolo frente a ella.

Andrea le jaló la hoja, tomó una pluma del escritorio y comenzó a rellenar datos.

 

Toda aquella mañana Andrea la dedicó a poner las cosas en su lugar, tal y como Samantha le había dicho. Quizá justo ahora no la tenía al lado para tomarla de la mano y que esta le diera fuerza para hacer lo que estaba haciendo, pero eso no significaba que esa fuerza que le había transmitido tanto tiempo había desaparecido tan de pronto. Cuando terminó de dar su declaración el hombre regordete le dijo que dejara todo en sus manos, y que más tarde y posiblemente necesitarían tomar la declaración de su madre. Justo ahora frente a Andrea ya no había ninguna careta o capa que le impidieran hacer nada, todo ese miedo había desaparecido.

 

A pesar de que aquellos dos días se habían vuelto su infierno privado y exclusivo ella trataba de mantenerse firme y con la frente en alto, sí, la universidad ya casi estaba vacía, pero los pocos que se habían quedado no dudaban en mirarla de tal forma que aunque quizá para ellos no era de una manera voluntaria  al final terminaban haciéndolo de tal manera que era imposible que Andrea no lo notara. Pero Andrea ya había perdido mucho como para que realmente todo aquello le importara, ya no necesitaba protección, pero tampoco necesitaba defenderse de algo. Ella solo trataba de mantenerse firme y fuerte para cuando Samantha regresara, porque esa última era la idea que la mantenía en pie.

 

En la tarde volvió a llamar a Alexander para preguntarle si sabía algo, a lo que él le volvió a negar. Si, pocos eran los amigos que tenía en ese momento, ahora y después de contar con tantos solo le quedaban Alexander, Rafael y Ameli…. Carly le había dado la vuelta completamente, ya no le hablaba ni siquiera volteaba a verla cuando se cruzaban por algún pasillo, incluso Ameli seguía intententando cambiar de habitación pero no estaba el personal que se ocupaba de eso. Ameli como buena amiga incluso animaba a Andrea diciéndole que tan pronto como regresara Samantha se cambiaría al cuarto con Sandra para que ella se fuese al de Samantha. Sandra jamás había terminado de tener una relación tan cercana para que la considerara algo más que una compañera de habitación, sin embargo, sí se preocupaba por lo que le sucedía a Andrea, y aunque no lo demostraba y se había limitado a hablar sobre el tema, seguía siendo la misma de siempre.

 

-¿Seguro que no hay nada más que pueda hacer tu padre para encontrarla? –le preguntó preocupada.

-No Andy, ya te he dicho que mi padre no se presta a esas cosas. Hasta dudo que si la tuviesen secuestrada hiciese algo. ¿Estás bien Andrea? Te noto nerviosa.

-Sigo preocupada, no me responde ni me envía mensajes. ¡Solo quiero saber si está bien! Ya no me importa si no me quiere…

-Andy, sabes que ella te quiere y más que eso, te ama. Pero conozco a mi hermana, cuando se decide por algo llega hasta los extremos.

-No es justo… Ella no es justa… Ella no tiene derecho a hacerme lo que está haciendo.

-Andy… En serio lo lamento tanto, si yo pudiese hacer algo para traerla de vuelta créeme que lo haría, no me gusta verte así… No me gusta verte sufriendo.

-¿Harías lo que fuera?

-Claro.

-Entonces… Ayúdame a encontrar a la tal Kim.

-¿Kim?

-¿Puedes conseguir su dirección o algo?

-Yo no la conozco bien, solo la vi un par de veces en el juicio de Smantha… ¿Ella que tiene que ver en todo eso?

-Quizá Samantha esté allí –respiró hondo-. ¿Puedes hacer algo?

-Andrea no creo…

-¡Alex! Tengo que eliminar todos los posibles lugares y personas con que esté.

-Sí, supongo que puedo ir a donde llevaron el caso de  Sam para que hagan algo.

-Gracias.

-Te llamaré en cuanto sepa ago.

Andrea colgó mirando la pantalla del celular como esperando que en ese mismo instante Alexander le enviara un mensaje con la información que necesitaba. Trató de recobrar la cordura y siguió caminando hasta llegar a una de las bancas justo frente a la biblioteca de la universidad. En un momento sintió las ganas de entrar a esta y buscar por enésima vez a Samantha. Se sentó tratando de olvidar aquella idea y recobrar el razonamiento. En ningún momento metió el celular a su bolso, todo el tiempo lo mantuvo fuera con la pantalla encendida.

-¿Andrea? ¡Qué milagro! –dijo una voz masculina frente a ella que le hizo elevar la mirada.

-¿Te conozco? –dijo enarcando la ceja izquierda.

-Estoy contigo en clase de expresión escrita… ¿Te suena Abel?

-Oh… Sí, lo siento no te recordé.

-Oye, siento lo de Lucas y tu… ¿novia?

Andrea solo le miró sin mostrar algún indicio de expresión.

-En serio, lo lamento mucho. Supongo que debes estar muy triste, ¿ella está bien?

-Sí, muy bien –mintió.

-Sí, pues qué bien. Sabes, mi novia y yo somos de mente abierta y creemos que lo tuyo con la chica de la biblioteca es completamente normal.

-Gracias.

-¿Esperas una llamada? –preguntó sonriendo.

-¿Necesitas algo? –lo miró fastidiada.

-Yo solo… Bueno, ¿cómo lo digo? Bueno, mi novia y yo hemos pensado que quizá te podríamos ayudar a sentirte un poco mejor, ya sabes, más feliz.

Andrea solo siguió mirando.

Tenemos cerca de aquí nuestro propio departamento, no nos gusta mucho las políticas que tienen aquí de hombres con hombres y mujeres con mujeres… Supongo que en tu caso está genial pero…

-Necesito estar sola –le dijo mientras desviaba su mirada de nuevo al celular.

Al ver la pantalla se dio cuenta de que ya había pasado más de media y hora, suspiró y volvió a mirar al chico con una mirada de pocos amigos.

-Lo entiendo, pero quizá algo de diversión te haga bien. Iré directo al grano, mi novia está buena y yo también, y no lo digo yo. Tú estás muy bonita, así que nosotros somos dos y tú… A mi novia le encanta la idea… Los tres podíamos divertirnos solos, ya sabes.

-¿Un trío?

-Exacto, qué bueno que lo dijiste tú porque no quería ser tan directo.

-Eso sería tan fantástico –sonrió Andrea-. Justo lo que necesito en este momento.

-Qué bueno que lo tomes de esa manera, mi novia se pondrá tan feliz cuando se lo diga.

-¡Claro! Y también le puedes decir que si puedo llevar a mi perro.

-¿Tu perro?

-Sí, también tengo un gato y un orangután, es más… ¿Por qué no llevamos al viejito de la biblioteca, el pervertido ese? ¡¿No sería genial?!

-Yo no creo que eso sea…

-¿Es solo sexo, no?

-Bueno, pero…

-¡¿Por qué mejor no te largas a tu…?!

Andrea enfurecida se puso de pie y empuño las manos.

-¿Pasa algo aquí? –dijo una voz con tono sereno detrás de Andrea.

Andrea dio un giro leve y se percató que se trataba de Alexander, desempuñó las manos y respiró profundamente.

-¿Por qué no se lo preguntas a él? –le dijo enojada.

Cuando el chico vio el tamaño mucho más grande de aquel pelirrojo de ojos azules dio un paso atrás y trato de parecer amigable.

-Olvídalo Andrea, con un no era suficiente.

El chico salió aterrado de allí y con la mirada hacia el suelo con una clara decepción que se notaba en la postura de su cuerpo.

-¿Qué quería ese chico? –preguntó Alexander.

Andrea se quedó pensando por unos segundos, viendo como aquel chico huía del hombre que tenía a sus espaldas y se preguntó cómo hubiese sido si en lugar de Alexander hubiera estado Samantha “¿También hubiera salido corriendo? –se preguntó.”

-¿Andrea? –insistió Alexander.

-Nada… Solo una estupidez –se giró hacia él-. ¿Encontraste algo?

-Sí, tuve que dar unos sobornos pero finalmente me dieron la dirección y número de sus casa. Primero quise hacer una llamada para ver si no me estaban tomando el pelo los que me dieron la información.

-¿Y? ¿Está allí?

-Me contestó una señora, supongo que era su mamá, ella ya no vive allí

-¡¿Qué?! –exclamó sorprendida.

-No sé cómo pero al final la convencí y terminó por darme la dirección de su departamento.

-¡Gracias a Dios!

Al decir eso Andrea se abalanzó sobre él y lo abrazó mientras le daba un beso en la mejilla.

-Eres… eres un ángel… Alexander.

-Mis padres me iban a llamar así…

Andrea solo sonrió y tomó su mano apretándola fuertemente.

-En serio, gracias por hacer esto por mí y Samantha… Significa mucho para mí.

-No es nada.

Ambos se soltaron y se miraron fijamente para después desviar la mirada hacia ningún lugar en específico.

-Entonces… ¿Cuál es su dirección?

-Ya sé dónde es, es un buen lugar… De ricos y eso.

-Perfecto, entonces dame la dirección para ir.

-No.

-¿Qué?

-No pienso dejar que vayas sola.

-Creo que debo hacerlo yo.

-Te acompañaré, ese es el trato –dijo Alexander en tono imponente pero razonable.

Andrea lo miró y finalmente asintió con la cabeza.

-Ok, pero yo hablaré con ella.

-No pensaba hacerlo yo.

Sin perder tiempo ambos salieron de la universidad y se dirigieron con la esperanza de tener algún rastro de Samantha. Fue en poco menos de quince minutos cuando el elegante mercedes rojo de Alexander aparcó fuera de un enorme edificio que a vista de ambos más bien parecía un lujoso hotel. Ambos salieron del auto al mismo tiempo y caminaron hacia la entrada donde lo primero que encontraron fue un elevador al que ingresaron. Cuando el elevador llegó al piso indicado no caminaron mucho para llegar al número que la madre de Kim le había dado a Alexander. Andrea se paró frente a la puerta y se quedó allí sin hacer nada.

-¿Segura que quieres hacerlo? –le dijo Alexander quien se encontraba detrás de ella.

-No me importa si esta con ella… Si así lo decidió ella, solo quiero que esté bien, saber que está bien.

Alexander recargó la mano en su hombro.

-Estaré al final del pasillo.

Antes de animarse a tocar a la puerta fue imposible no mirar salir de una puerta del pasillo contrario a donde se encontraba Alexander a una rubia, alta, cabello recogido y con una mirada penetrante que se asomaba detrás de un par de lentes trasparentes. Al pasar delante de Alexander hasta podía decirse que tenían la misma estatura, lo curioso fue que Alexander en ningún momento desvió la mirada que tenía clavada en Andrea, y eso ella lo notó. Al parecer realmente Alexander se preocupaba por ella. Andrea volvió a regresar la mirada a la puerta y se decidió a tocar. En cuestión de segundos una chica más o menos de su estatura, delgada, cabello castaño dorado y un fuerte delineador alrededor de sus ojos salió a su llamado.

-¿Sí? –preguntó desinteresadamente.

-¿Kim?

-Sí.

-Mi nombre es Andrea.

-Qué interesante, ¿otra cosa? –dijo groseramente.

-Soy… la novia de Samantha… Samantha Vondegan.

-¡Qué día! ¡¿Tengo que revivir viejos recuerdos el día de hoy?! ¡¿Por qué Dios?! ¡He! ¿Por qué? ¡¿Primero Eva y ahora Samantha?!

-No sé quién es Eva.

-No, no lo sabes.

-Yo solo quiero saber si no has visto a Samantha en estos días.

-¿Por qué habría de verla? Yo ya no tengo nada que ver con ella… No quiero, es más no sé si aún está en la cárcel o si se mudó a China.

-Ella lo hizo por ti –objetó Andrea desviándose del tema.

-Podrían tranquilizarse las dos –dijo Alexander quien se había acercado por los gritos de Kim.

 -Tú… Sabes que es casi imposible no ver la mirada de Samantha en la tuya… ¡Me das asco tú también! –Agredió Kim con un tono déspota.

-¿Está aquí Samantha o no?

-No, no está y no sé dónde está. Y si me dejan sola se los agradecería mucho.

-Vámonos Andrea, no hay nada que hacer aquí –le dijo Alexander mientras la tomaba del brazo.

-¿Para que la buscas, he? ¿Samantha no vale nada? ¿Es una inútil? –dijo riéndose Kim mientras Andrea y Alexander se alejaban.

-Pierdes tu tiempo –insistió Kim.

Andrea enfurecida y con las manos empuñadas se zafó de la mano de Alexander y corrió hasta donde estaba Kim y sin pensárselo dos veces le enmarcó un puñetazo entre ceja y ceja, haciendo que Kim rebotara contra la puerta que finalmente se corrió hacia atrás y la dejó caer directo al suelo. Estando allí Andrea se dejó caer sobre ella y antes de que le empuñara un segundo golpe Alexander llegó por atrás y la jaló por la cintura.

-¡Andrea! –le gritaba Alexander pero esta parecía simplemente no estar escuchando.

-¡Eres un pendeja! –le grito Andrea.

Alexander la tomó aún más con fuerza y comenzó a alejarla mientras esta todavía daba por intentar zafarse. Kim se puso rápidamente de pie, aturdida y con lágrimas en los ojos no respondió a la agresión y simplemente cerró la puerta. Al hacer esto último Andrea paró y finalmente Alexander la soltó.

-Yo… -dijo Andrea sin aire.

-Vamonos –le obligó Alexander y la tomó de la mano.

En el elevador el silencio parecía haberse encerrado, ninguno de los dos quería hablar.

-Lo siento, no sé qué me pasó.

-Lo que dijo de Samantha fue horrible… Pero esa chica fue violada, tiene todo el derecho a estar enojada con alguien.

Andrea solo asintió con la cabeza y levantó su mano dándose cuenta que se habían enrojecido su nudillos. Cuando ambos salieron del elevador y se encaminaron a la puerta se dieron cuenta de que el clima había cambiado bruscamente. El cielo estaba obscuro, había relámpagos por todas partes y en cualquier momento se soltaría una lluvia infernal.

-¡Hay que apurarnos! –gritó Alexander.

Los dos corrieron hacia el coche y se metieron dándose cuenta que algunas gotas de lluvia ya comenzaban a caer sobre el parabrisas. Alexander la miró, le sonrió y arrancó el motor con dirección de nuevo a la universidad.

 

Al llegar a la universidad el clima ya había empeorado lo suficiente como para quedarse atrapados en el auto por horas, e incluso hasta el día siguiente.

-No puedo creer que se haya puesto tan feo de un minuto a otro –comentó Andrea.

-A eso es a lo que yo llamo clima, jamás los vamos a terminar de comprender… Como a las mujeres.

-¿Lo dices por mí? –preguntó Andrea.

-En parte, la verdad no pensé que fueras a golpear a esa chica… Parecía que lo estabas controlando.

-Yo también pensé lo mismo. Lo que dijo de tu hermana… ¿No te enojó a ti? –le preguntó.

-Claro que lo hizo, pero en parte estaba más preocupado de ti que de lo que ella dijera.

-Supongo. ¿Crees que deje de llover al menos dos minutos para poder irme? –Preguntó Andrea mirando a través de la ventana como todo se veía tan obscuro.

-No lo creo, llamaré a Rafael para ver si tiene algún paraguas o algo así y que venga por ti.

-Y que traiga también una linterna, lo único que alcanzo a ver son los relámpagos –bromeó.

-Yo le digo… Oye, ¿tu mano está bien? No quería ser inconveniente pero si quieres te puedo llevar a un hospital para que te vea.

-¡No! Solo está roja, ya casi ni me duele.

-Bueno, al menos ahora ya estoy segura que tú si eres capaz de golpear a cualquiera, bueno, ya lo estaba desde el día que me abofeteaste justo aquí.

-Alex…

-Ya sé, fue mi culpa. Es que esa noche realmente cuando te vi… Además había bebido un poco de más.

-Mejor olvidémoslo –propuso Andrea.

-Sí.

-Además, no creo tener las fuerzas para volver a golpearte de esa manera. Te debo tanto Alexander.

-No digas eso, yo solo trato de ayudar.

Andrea estiró su mano con la palma hacia arriba y Alexander la tomó estrechándola, sus miradas se penetraron la una a la otra y se sonrieron de la manera más inocente que se podía en ese momento. Andrea se acercó y lo abrazó apretándolo fuertemente con sus manos, Alexander le respondió y a la apretó hasta sacarle el aire. Cuando ambos dejaron de ejercer fuerza sobre sus brazos por instinto dejaron de abrazarse, pero justo antes de hacerlo por completo Andrea quedó paralizada e hipnotizada a la altura de los ojos de Alexander, los miró una y otra vez y sin darse cuenta se acercó tan demasiado que Alexander volvió a jalarla hacía él y finalmente Andrea simplemente lo besó. El primer beso fue tan superficial, pero el segundo se volvió más intenso y el tercero simplemente se convirtió desenfreno de pasiones y sentimientos encontrados.

 

La lluvia caía a borbotones sobre la ventana de aquella casa vieja, los relámpagos se filtraban por todos lados, pero misteriosamente no había viento que soplara esa noche. El sonido de un trueno ensordecedor hizo saltar de un brinco a Samantha al mismo tiempo sin moverla de su lugar. Miró nuevamente y se dio cuenta como la luz de aquel trueno de difuminaba dejando nuevamente la obscura silueta de la noche caer al lado la lluvia. Recargó su cabeza sobre el sillón y cerró los ojos intentando concebir el sueño nuevamente pero le era imposible, y no precisamente por el ruido de la noche, eran más bien esos pensamientos que rondaban incontrolablemente por su cabeza.

-¿Sigues pensando en ella? –dijo esa voz que la estaba hartando hasta el cansancio-. ¿Quisieras estar con ella justo ahora, verdad?

Cerró los ojos nuevamente e intentó ignorar las preguntas que se escuchaban a lo lejos.

-¿De todas formas pensabas que esto era lo mejor para ella? ¿O me vas a negar que más de una vez no te pasó por la cabeza?

La frente de Samantha comenzó a arrugarse y sus cejas al igual que su boca se estaban contrayendo por la furia que le provocaba escuchar su voz.

-Tarde o temprano se olvidará de ti… Como lo hizo Kim… De nuevo sola Samantha, como siempre.

Samantha se hubiera parado a callarla si le hubiese sido posible en ese momento, pero estaba demasiado cansada y adolorida aún por la reciente golpiza que había recibido.

-Es mejor que estés conmigo, como siempre tuviste que haber estado. Por eso es que finalmente estás aquí Samantha, no tienes a nadie más.

-Será mejor que no juegues con fuego, Christina –fue lo único que se limitó a decir antes de cerrar los ojos e intentar conciliar el sueño.