Andrea Princesa... Samantha Príncipe

Los Pecados de la Vida

 

Todos los pensamientos de Andrea se volcaron únicamente hacia la escena en la que había sido cómplice hace apenas unos segundos, su cuerpo se estremeció hasta parecer estar congelado; pues todo lo sucedido no le cabía en la cabeza y aún no lograba saber el porqué de su acción. Sin voltear a ver a Samantha, simplemente se puso de pie, permaneció allí un par de segundos y después se giró mirándola directo a los ojos.

-Perdón… No sé lo que hice, yo… no debí hacerlo.

-No tienes que disculparte, fui yo quien siguió –le reprochó intentando calmar la situación.

-¡Basta! No digas eso intentando echarte toda la culpa, ambas sabemos que fui yo quien empezó –tomó un respiro-. Lo siento, será mejor que me vaya.

-Sí, será mejor nos vayamos.

-No te preocupes, yo me voy sola.

-¿Qué? no, claro que no… Yo te traje… Yo te llevo.

-No es necesario, no tienes hacerlos.

-¡Claro que tengo! –levantó la voy y después la moduló-. Mira, independientemente de lo que acaba de suceder; no quiero que te pase algo allá afuera… Ya no pasan autobuses a esta hora y además está muy lejos; una cosa es irse en coche y otra a pie.

Andrea simplemente reflexionó un poco y se dio cuenta de que Samantha estaba en lo correcto, pues si habían llegado en menos de una hora era porque habían venido en coche.

-De acuerdo, pero que sea directo al campus –le miró a los ojos.

-No pensaba llevarte a un motel, si es eso lo que quieres decir –le respondió en un tono molesto.

-Yo… Solo llévame al campus.

 

Durante el camino de regreso el silencio se volvió incómodo, incluso más que de camino al cine, sin embargo, ahora ninguna de las dos quería decir alguna palabra; ambas pensaban que no había palabras para lo que había pasado y aunque Samantha se sentía afortunada por lo sucedido; sentía que todo había sido su culpa, pues si ella no le hubiese correspondido el beso… Este silencio sería incensario.

 

Andrea no tardó en salir del pequeño Mini Cooper rojo al llegar al campus y apenas apagar el coche, cerró la puerta y asomó la cabeza hacia dentro de la ventana, volvió a mirar a Samantha, quien solo miraba el volante, y le dijo con una suave voz apagada un simplemente “Gracias por la película y lamento lo que pasó” para después alejarse del auto. La mirada de Samantha seguía clavada en el volante, una especie de nostalgia intentaba ingresar en su cuerpo; intentó mantenerse fuerte, prendió de nuevo el coche y simplemente salió del estacionamiento de la universidad.

 

Andrea escuchó a lo lejos el ruido del coche arrancando, pero incluso así, ni siquiera se tomó la molestia en mirar atrás y prosiguió su camino… directo a su habitación. Al abrir la puerta simplemente llegó para ir directo a la cama, ni siquiera miró para ver si Sandra se encontraba en la habitación, ella simplemente se metió a la cama y se cubrió con las sábanas.

 

Su cerebro justo ahora parecía estarle jugando sucio, se venían y se iban muchas cosas para pensar y otras simplemente ya no tenían sentido; no sabía por qué pero allí abajo se sentía tan segura, como si todo de pronto se fuese a arreglar. Eso le recordó rápidamente que había hecho lo mismo cuando se había enterado de la muerte de su hermana, recordó que se había pasado toda la noche llorando debajo de las sábanas y que al salir de allí, todo seguía siendo igual.

 

Quiso quitarse las sábanas al pensar en aquello, pero no pudo, se quedó allí y siguió pensando hasta el cansancio. Cada vez que sus ojos se cerraban veía la mirada de Samantha entre toda esa obscuridad, sentía su respiración acercarse hacia ella, olía su suave aroma y finalmente… Sentía sus labios con los de ella. Se tocó sus labios aún con los ojos cerrados y su mente la mando justo en aquel momento en que sintió sus labios.

 

Los recuerdos se volvieron aún más duros cuando recordó que no solamente había sido un beso que se olvidaría en un par de semanas, pues incluso sus lenguas habían permanecido juntas durante todo aquel beso. Volvió a abrir los ojos para borrar aquella imagen, pero incluso con los ojos cerrados, la seguía viendo.

 

Los minutos se convirtieron convirtiendo en horas para que finalmente Andrea conciliara el sueño, sin embargo esto no le ayudo en nada a olvidar lo sucedido, porque incluso en sus sueños la escena se volvía a repetir continuamente, pero lo que ella no podía ver en aquel instante era su leve sonrisa mientras dormía.

 

A la mañana siguiente fue despertada por los ruidos de Sandra, aún debajo de las sábanas simplemente bostezó y trató de despertarse dando pequeños movimientos bruscos con su cabeza. Cuando intentó pensar en lo que había hecho anoche, se sintió abrumada; intento quererse convencer de que solo había sido un sueño, pero ni eso le hizo olvidar aquel sentimiento culposo por lo que había hecho.

 

Resignada se destapó y se sentó, se tocó la frente y bostezó levemente. Sandra volteó al escuchar aquel ruido y su asombro fue extremadamente marcado cuando vio que Andrea llevaba puesto un vestido estampado y aún se veía el maquillaje sobre su rostro. Al principio intento ser disimulada y no decir nada, pero al final terminó por hablarle respecto al tema.

 

-Se ve que tuviste una noche interesante –le miró haciéndole notar lo que había visto.

-¿Qué? Ah… Eso… Es solo que llegué tarde y muy cansada… Simplemente me metí en la cama.

-Otras veces has llegado mucho más tarde y…

-¡Basta Sandra! Por favor, y siendo respetuosa… No te metas en mis asuntos.

-Claro, lo siento… No quería incomodarte.

La mirada fastidiada de Andrea se lograba ver por cualquier ángulo que se viera, ya tenía bastante con todo lo que había pasado como para que Sandra terminara echándole más tierra al asunto, además no tenía en mente responder acerca de con quién había salido anoche.

-Lo siento, es que no estoy de buenas –intentó disculparse.

-Sí, ya noté eso… Mmm, tengo que irme, y espero que salga bien sea lo que sea que te esté pasando.

-Yo también –susurró.

-¿Disculpa?

-Nada, nos vemos luego.

 

Sandra se retiró de la habitación pero incluso con mucha intriga, pues la mirada de Andrea le había dicho tantas cosas, eso y a pesar de que no era muy perspectiva. De pronto recordó que tenía poco, de hecho demasiado poco, que había terminado con su novio, pero a todo eso… ¿Qué tenía que ver el vestido? Una chica siempre debía verse guapa pero después de lo que había terminado con su novio, también lo había hecho con el glamour y todo aquello… Ósea ¿De pronto se sentía tan bien como para vestirse así? “¡basta! –se dijo-. Ella tiene razón, son sus asuntos y no me debo meter en ellos, yo tengo lo propios.”

 

Después arreglarse y replantarse las cosas, Andrea decidió salir de la habitación; solo que esta vez realmente no quería toparse con Samantha, por lo que antes de salir llamó a su padre para que fuese por ella, pues quería darse una vuelta por la casa para poder visitarlos. Su idea principal era no  tener que hablar con nadie que la conociese en el campus, no quería incluso estar allí, pues todo lo que veía la llevaba al mismo punto, Samantha.

 

Así que sin desviarse caminó directamente hacia el estacionamiento. Cuando llegó allí se dio cuenta que el pequeño Mini Cooper no estaba, su intención era pasar por allí sin mirarlo; pero las ganas terminaron haciéndole virar la cabeza hacia el lugar donde lo había visto por primera vez. En ese momento y sin saber por qué, una inmensa preocupación le invadió “¿Qué tal si le pasó algo? –le llegó a su mente.”

 

Miró el espacio vació por al menos un par de segundos, hasta que escuchó a lo lejos la voz de su padre gritando “Hola” al mismo tiempo que se veía a un hombre alto, de pelo canoso y muy apuesto levantando el brazo derecho y haciéndole señales. Andrea reaccionó y se encaminó hacia su padre, lo abrazó fuertemente y le dio un beso en la mejilla.

 

-¡Mi amor! ¡Pero que linda te has puesto! Eso de hablar por teléfono no ayuda mucho a imaginar cómo te ves.

-Gracias, tú también te ves muy bien.

-Nada que unas cuantas horas de caminata a la semana no puedan hacer, por cierto, tiene mucho tiempo que no veo a Lucas… Podríamos aprovechar y darle una pequeña visita.

La mirada de Andrea se estremeció al instante, fue incluso tan clara que hasta su padre lo notó.

-Papá…

-Anda, hablamos en casa.

Andrea asintió con la cabeza y tomó del brazo a su padre mientras se dirigían hacia el automóvil.

 

Cuando llegaron a casa su madre no fue la excepción en recibirla con los brazos abiertos, su sorpresa ver la mirada de su hija, que se veía algo apagada y hasta cierto punto triste. Miró a su marido y este le hizo una señal con la mirada de que algo anda mal.

 

-Cariño, acabas de llegar justo cuando estaba preparando algo de café y pan horneado, porque no van tú y tu padre a la sala para que les lleve un poco.

-Claro, pero yo te ayudo.

-¡No! no es nada, yo se los llevó –le contradijo.

Andrea hizo mueca de asombro, pues su madre era de las que siempre le pedía ayuda con esas cosas, con la única idea de platicar mientras hacían las cosas.

-Amor, anda –su padre le jaló ligeramente y casi sin tocarla del brazo.

 

Cuando llegaron a la sala su padre se quedó sin palabras, pues no sabía que decirle, él siempre había sido malo para esas cosas y por lo mismo siempre dejaba que su mujer empezara ese tipo de conversaciones. Andrea por su parte ya sabía lo que tramaba su padre, pues si no había insistido en ir a ver a Lucas, y a pesar de que era una persona muy terca, era porque se había dado cuenta de su expresión.

 

Pocos minutos después su madre arribó al lugar y les sirvió una taza de café junto con una rebanada de pan.

 

-Entonces… ¿Qué te trae por aquí? –le preguntó su madre siendo tan prudente como podía.

-Solo quería verles y saber cómo estaban –se encogió de hombros.

-¿Segura? ¿No hay algo de lo quieras hablar? –preguntó su padre sin pensarlo dos veces.

-¡Abraham! –le gritó su esposa.

-¡¿Qué?¡ Jessica, si hay algo que nuestra hija quiera contarnos, sabe que puede hacerlo… además… No me gusta andar con rodeos.

-Sí mamá… Mi papá tiene razón, sí hay algo que quiero contarles –interrumpió Andrea.

-De acuerdo, escuchamos –le dijo su madre.

-Cuando me preguntaste si podíamos ir con Lucas, supongo que notaste mi cara.

-Sí –le dijo su padre.

-Déjala hablar –le dio una codazo Jessica a Abraham.

-Bueno, Lucas y yo ya no estamos saliendo.

-¿Qué? pero si ya llevan saliendo más de un año.

-¡Oh! ¡Vamos Jessica! Eso no implica nada –Añadió su padre.

-Sí mamá… Mi papá tiene razón, eso no implica nada… Además terminamos bien y todo este bien –mintió, pues no quería que su padre se enterara del engaño, conociéndolo sería capaz de ir y reclamarle… Y eso justo ahora ya no le importaba.

-Pero… ¿Hace cuánto pasó eso? –preguntó su madre.

-Hace un dos o tres días, pero en serio, no tiene importancia… Estoy bien.

-Pues tu cara no dice eso –dijo su padre.

-Estoy bien, se los juro… Es solo que es muy reciente y eso, pero estaré bien.

-Dime si te fue infiel hija, porque soy capaz… -añadió en un tono elevado su padre.

-N…no, todo está bien entre los dos, no tienes que preocuparte.

Los dos padres se quedaron mirando por un par de segundos, después dirigieron su mirada hacia su hija y le sonrieron.

-Todo estará bien… -su madre se levantó y se sentó a su lado dándole un abrazo.

-Sí hija, además hombres… hay muchos, y mejores que ese Lucas.

-Abraham… -le miró su esposa.

-Lo siento –se calló.

Los ojos de Andrea se cristalizaron mientras abrazaba aún con más fuerzas a su madre y finalmente después de un par de horas sin pensar en Samantha, al escuchar la palabra “Hombres” saliendo de la boca de su padre, esta regresó a su mente.

-Es más… el próximo viernes tu padre tiene una reunión de trabajadores, van a ir todos su compañeros de la empresa y estarán sus jefes; toda la familia está invitada… Podrías acompañarnos y distraerte un poco ¿Qué te parece?

-Me parece perfecto –Demasiado perfecto, pensó.

 

A partir de allí y hasta el viernes, Andrea intentó seguir con su vida; incluso hasta pasar desapercibida. Tan solo cruzó palabras con Carly y Ameli un par de veces, y vio solamente una vez a Rafael que lo único que hacía era verle con cara de lastima. Al menos tuvo suerte de no ver a Samantha durante todos esos días. Y como no iba a no verla, si simplemente había un camino, que consistía de su habitación a sus clases y nada más… Eso y porque Sandra era la encargada de llevar comida, pues aunque no le importaba lo que hiciese Andrea, sí le importaba su estado de ánimo.

 

Todos esos día se fueron repetitivos e incluso aburridos, las clases cada vez se volvían más eternas, sus maestro a pesar de notarlo, tan solo se limitaban a decirle “Ánimo” cada vez que podían; pero esa palabra no existía en el vocabulario de Andrea. Y así siguieron los días hasta que llegó el viernes, ese día y sin ganas, terminó arreglándose; respondiéndole a Sandra que solo iría a una reunión de su padre, ya que esta la miraba preguntándose mil cosas.

 

Cuando su padre pasó a recogerla, volvió a mirar el estacionamiento y notó que el coche de Samantha seguía sin estar en su lugar. Intentó buscar a los costados y por todo el estacionamiento con la esperanza de verlo estacionado en otro lugar pero fue en vano, nunca lo encontró.

 

Cuando sus padres, que ya se encontraban en el coche, lograron divisar a su hija; no tardaron en sonreír y ver a la hermosa hija que tenían. Los dos se miraron y diciéndose tan solo con la mirada que todo estaría bien. Su padre presionó el claxon y Andrea los miró saludándolos con su sonrisa, se acercó al coche y su padre se bajó para abrirle la puerta, diciéndole únicamente “Te ves muy guapa”.

 

Cuando llegaron a la reunión, ubicada en una zona residencial, Andrea se sintió muy cómoda al pensar en que había elegido el atuendo ideal, pues a pesar de que su madre le había dicho que se trataba de una reunión sencilla, no había escatimado en ponerse un hermosos vestido blanco y corto; pues no quería ser tampoco la que llamase la atención por verse tan mal. Al final el plan no le resultó, pues la mirada de la gente se dirigió hacia ella; simplemente porque se veía preciosa.

 

Su padre no tardó mucho tiempo en ir con cada compañero y presumirles a su hermosa hija, pero el momento se volvió mucho más importante cuando la presentó a su jefe. Este también quedó sorprendido por Andrea, pero no quiso quedarse atrás, pues a pesar de que no tenía una hija hermosa, tenía un hijo del cual estaba muy orgulloso y del cual presumía siempre diciendo que él sería el heredero de todo lo que tenía.

 

-Este es mi hijo Alexander, el heredero de todo lo que tengo y estoy por tener.

-Mucho gusto –se dirigió Alexander hacia el padre de Andrea y después respetuosamente hacia Andrea.

-El gusto es mío –esta solo le sonrió, pues a pesar de que Alexander, quien era alto, pelirrojo y ojos azules, no le había interesado en lo absoluto.

-Siendo muy respetoso, debo decirle Sr. Collins, que usted tiene una hija muy hermosa –se dirigió Alexander hacia el padre de Andrea.

-Lo sé, lo sé… respondió.

Sus padres, con la más clara intención decidieron dejarlos solos y sin planearlo crearon una estrategia básica.

-Bueno, sé que no es el momento, pero hay algunas ideas que tienen los inversionistas… Deberíamos ir y hablar con ellos, ¿no lo crees Abraham? –se dirigió el padre de Alexander hacia el de Andrea.

-Claro, concuerdo en absoluto.

Ambos terminaron retirándose.

-Mi padre me ha contado sobre el tuyo, dice que es un excelente trabajador.

-Sí, eso me enorgullece mucho de él, a pesar de todo nos ha sacado a mí y a mi madrea adelante.

-Pues debes de estarlo… Por cierto, ¿dónde estudias?

-En Rivens… ¿Tú?

-Soy egresado de allí mismo, justo salí esta última generación y bueno, estoy dispuesto a seguir con el negocio familiar.

-Eso supuso, porque sacar una empresa de joyas y todo eso, a veces es pesado para una sola persona.

-Mi padre ha hecho un buen trabajo hasta ahora, y a veces pienso que mi ayuda es innecesaria.

-Nunca digas eso, la ayuda nunca está de más –le refutó.

-Y tú… ¿Qué estudias? ¿En qué semestre vas?

-De hecho cuando tú saliste, yo entre… Es mi primer semestre y estudio letras.

-¿Arte? Eso suena genial, me hubiese gustado estudiar algo así, pero sinceramente nunca se me dio tanto eso, como la química por ejemplo o los números.

 

La conversación se volvió interesante, no tanto como para que Andrea se enamorara al instante; la verdad es que Alexander le cayó demasiado bien. De la misma forma Alexander si interesó en la plática, pero sus intenciones era otras, incluso antes de que su padre los presentase, él ya se había flechado por Andrea.

 

Una vez que le padre de Alexander necesito de su ayuda y dejó por un instante a Andrea sola, los padres de esta llegaron rápidamente hacia esta, con la intención de ver cómo le había ido con Alexander.

 

-¿Qué tal? ¿Verdad que es un buen prospecto? –le dijo su padre mientras le entregaba una copa de vino.

-Me agrada, solo eso papá.

-Sí, yo también pienso que es un buen chico –dijo su madre.

-Además a puesto que será más exitoso que ese Lucas, debería pensarlo –insistió su padre.

-Papá, solo me agrada y nada más, no me interesa tener algo con el, digo, es guapo y todo pero…

-Hija, es el mejor prospecto que podrías tener, además tú misma escuchaste a su padre… El será el heredero de todo, si no te va bien con lo de ser escritora no tendrías en absoluto que preocuparte por el dinero.

-¡Abraham! Si a Andrea le gusta ese chico no debe ser por eso, además yo confió en que nuestra hija será muy talentosa con su trabajo.

-Gracias mamá… pero él no me gusta –Su mirada comenzó a tornarse furiosa y a la vez algo quebrada.

-Yo te aconsejaría al menos lo tomases en cuenta –volvió a insistir su padre.

-¡No! –levantó la voz y presionó con tanta fuerza el delgado vaso de cristal que sostenía que lo alcanzó a estrellar.

El resto de la gente de la reunión logró escuchar la aquel gritó, lo cual les hizo voltear hacia donde se encontraban los tres, la mirada de Andrea comenzó a opacarse y le dio el vaso a su padre.

-No me siento bien, será mejor que me vaya.

-No, estamos en una reunión y no pienso irme –le dijo su padre intentando bajar el tono de voz.

-No dije que me iba a ir contigo –le respondió Andrea furiosa.

Su madre solo puso una mirada de preocupación mientras su hija se alejaba.

 

Mientras Andrea intentaba buscar un taxi en las afueras de la residencia, un auto rojo de alguna marca desconocida para ella, le alcanzo hasta donde ella estaba; se trataba de Alexander, este se estacionó a su lado y le sonrió.

 

-No creo que debas irte sola, anda, te llevo a donde vayas.

-Si mi padre te mando…

-¿Tú padre? ¡No! me gusta tomar la iniciativa.

-No, yo… Voy a tomar un taxi.

-Anda, te llevó y ya, solo eso.

Con la mirada cansada y algo resignada, Andrea terminó aceptando la oferta.

 

Durante el caminó, Alexander se la pasó hablando, pues no quería incomodar con esos silencios que siempre le solían volver loco. Cuando llegaron al campus, y después de que este se estacionara, notó que la mano de Andrea estaba bastante rosada. Le preguntó y Andrea sin darse cuenta abrió el puño para darse cuenta que tenía una pequeña herida, producto del baso que había agrietado. Alexander sacó un pañuelo blanco de una bolsa de su traje, jaló sin pedir permiso la mano de Andrea y la envolvió en el pañuelo.

 

-No es nada grave, pero debería ponerte algún desinfectante.

-Estaré bien.

Alexander tenía a Andrea a escasos centímetros de él, al final sus impulsos lo vencieron y sin más, le robo un beso. Andrea se jaló hacia atrás y le miró sacada de quicio.

-Lo lamentó yo no debí –se disculpó Alexander.

-Andrea no dijo nada, simplemente se quedó allí pasmada.

Alexander interpretó eso de manera errónea y se abalanzó sobre Andrea para intentar besarla nuevamente, pero esta lo empujó hacia atrás. Alexander sin darse cuenta de eso, siguió abalanzándose hacia Andrea, sin embargo, una cachetada por parte de Andrea le hizo reaccionar.

 

Andrea se bajó del auto enfurecida, le cerró la puerta con fuerza y se alejó del auto rojo. Alexander simplemente se quedó medio desubicado, le gritó a lo lejos “Lo siento” y golpeó el volante enojado, encendió el coche y se marchó. Andrea no quiso voltear a verlo, pero su mirada quedó atrapada al volver a ver aquel Mini Cooper estacionado en el mismo lugar donde había estado un lugar vació.

 

Sus ojos comenzaron a cristalizarse, su garganta se entrecortó y ligeras lágrimas comenzaron caer por sus mejillas. Sentía como el aire se le iba y regresaba en cuestión de segundos, su voz se entrecortaba con cada bocanada de aire que salía de ella y finalmente se rompió en lágrimas. Caminó hacia la recepción y buscó en la lista de habitaciones una en específico.

 

Siguió caminando, pero esta vez no se dirigió hacia su habitación, su cuerpo y su mente la hicieron tomar un pasillo que no era el suyo. Cuando por fin se hubo frente a una puerta, comenzó a dar golpes con el puño cerrado para que le abriesen. Cuando la puerta se abrió, Andrea abalanzó sobre quien abrió la puerta y le abrazó fuertemente; se trataba se Samantha.

 

Entre llantos y lágrimas, Andrea le besó fuertemente, alejó su rostro unos cuantos milímetros, le acarició el rostro, le miró directo a los ojos y le dijo: “Tú eres uno de esos pecados de la vida que estoy dispuesta a pagar por siempre” Samantha solo la miró y la abrazó con todas sus ganas.