Andrea Princesa... Samantha Príncipe

La Tormenta en el Vaso de Agua

 

-¿Rafael? –dijo Andrea con la mirada incrédula-. Yo puedo explicarte lo que sucede.

-¿Explicarme? –preguntó Rafael-. Tú no tienes que explicarme nada. De hecho yo no debería estar aquí… Yo solo vine a dejar a Carly.

Rafael se dio la media vuelta y comenzó a caminar sin mirar atrás. Andrea empujó a Samantha y corrió detrás de Rafael para detenerlo.

-¡Hey! Por favor, espera.

El ruido de aquella suplica inundó todo el lugar.

-¡Rafael! ¡No te vayas! Deja que te explique.

Rafael se detuvo, no porque realmente quisiera escuchar la explicación de Andrea, sino porque si Andrea seguía gritando iba a despertar a alguien.

-Andrea… No tienes que hacer esto, mucho menos conmigo. Yo soy tu amigo y lo que tú hagas con tu vida…

-¡Por favor! Dime que no le vas a decir a nadie…

-¿Qué? ¡No!, yo no tengo porque andar contando cosas que no son mías. Escucha Andrea, no te preocupes… Yo sé que estás pasando por algo difícil por lo de Lucas y estas experimentando cosas nuevas.

-Ese es el punto Rafa, yo no estoy experimentando nada… Yo siento algo… algo real por Samantha.

-¿Lo ves? Hay cosas que no comprendo, por eso es que no voy a hablar u opinar nada respecto a tu vida o la de ella –dijo señalando con la mirada-. Yo amo a Carly, y si tu sientes lo mismo por esa chica… Yo no estoy en posición para juzgarte.

-Rafa…

Las lágrimas de Andrea comenzaron a empañar sus ojos, Rafael la miró directo a los ojos y la tomó entre sus brazos.

-Ya no llores Andre… Estás feliz con ella, ¿no? Entonces no hay motivo alguno para que te pongas así.

Andrea ya necesitaba desde hace días tener a alguien con quien desaojarse, alguien que no fuese Samantha… alguien ajeno… Un amigo… un amigo que no viese las cosas desde dentro como lo hacía Samantha… alguien que pudiese ver las cosas tal y como se veían. Rafael apretó fuertemente a Andrea quien aún seguía sollozando entre sus brazos.

-Gracias –se escuchó la voz de Samantha detrás de Andrea.

-No se preocupen, conmigo su secreto está a salvo, aunque deberían ser más cuidadosa… Alguien con malas intenciones podría meterlas en problemas. Como sea, será mejor que me vaya… Mañana tengo muchas cosas que hacer y…

Las dos chicas solo asintieron con la mirada y Rafael les sonrió mientras desaparecía entre las sombras de los pasillos.

-¿Lo ves? No tienes que preocuparte por todo el mundo.

Antes de Samantha pudiese reclamar cualquier cosa ya Andrea se encontraba a la defensiva y no tardó en poder sacar todo ese enojo con alguien.

-¡Basta Samantha! Todo esto es tu culpa…

-¿Mi culpa? –se quedó Samantha con la mirada atónita.

-Sí, que se haya enterado Rafael… ¡Qué nos amenacen con ese estúpido papel!

-No levantes tanto la voz, puedes despertar a alguien.

-¿Realmente te importa si alguien más se entera? Si no me besaras como lo hiciste hace rato o aquel día en la biblioteca nadie lo sabría. Porque lo más seguro en que la persona que ten envió eso nos vio en la biblioteca…

-Andrea, tranquilízate.

-¡Tranquilízate tú!... tú no puedes andar por allí besándome o tocándome como si yo fuera lesbiana desde hace veinte años… Yo no puedo ser tan fuerte como tú, yo no sé si vaya a poder con todo esto… esto es demasiado para mí.

-¡Bravo Andrea! Desquítate conmigo e intenta echarme la culpa que para eso estoy… ¡Vamos! ¡Tomemos nuestros roles! Yo seré aquí la fuerte que soportará todo lo malo que venga y tú serás la que le tiene miedo a todo, la que se esconde bajo las lágrimas y que tiene que ser la victima todo el tiempo.

-¿Ahora tú me estás reclamando? –le preguntó enojada a Samantha.

-Yo no estoy reclamando… Solo nos estoy describiendo.

-¡Toma nota entonces! Somos completamente diferentes… No creo que debamos estar juntas.

Samantha se quedó en silencio por un par de segundos mientras que Andrea se limitaba a tener contacto con sus ojos.

-Mírame, ¡Andrea mírame!

La mirada de Andrea chocó con la de Samantha, ya no se podía saber si seguía llorando del enojo o simplemente era tristeza lo que había en ella.

-Si eso es lo que piensas… Yo no voy a obligarte a nada.

-Bien, entonces será mejor que me vaya.

-No te quiero condicionar Andrea, no soy esa clase de persona, pero si te vas ya no quiero que regreses… Yo no quiero a mi lado a una persona que cambia de opinión cada vez que pasa algo como esto.

Andrea le miró toda desquebrajada porque muy en el fondo sabía que todo lo que Samantha decía era verdad, así que simplemente bajó la mirada y se dio la media vuelta sin decir nada, comenzó a caminar salió por el mismo camino que Rafael. Samantha se quedó allí a punto de romperse en lágrimas, la respuesta de Andrea había sido tan clara que no necesitaba nada más en que pensar. Desilusionada se giró y evitó mirar por donde se había ido Andrea. Supuso que justo en ese momento se había terminado todo, todo ese maravilloso sueño que estaba viviendo se había acabado y como siempre la sociedad se lo había arrebatado de las manos. De pronto la voz de Andrea se escuchó a lo lejos y la hizo voltear al instante para saber de qué se trataba.

-¡Samantha!

Andrea corrió directo a los brazos de Samantha y la abrazó con todas sus fuerzas.

-No puedo Sam… no puedo ser fuerte si no te tengo… Yo solo me siento fuerte a tu lado… Porque tú me proteges… ¡Perdóname! ¡Perdóname! ¡Perdóname! Sé que soy una estúpida… Tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

Samantha solo se limitó a escuchar a Andrea y abrazarla con toda su fuerza mientras las lágrimas comenzaban a brotar, porque aunque ella era fuerte, seguía siendo humana.

Aquella noche las dos se sintieron más unidas que nunca, era como si ese simple acto hubiera pactado algo que solo ellas dos sentían, algo que solo ellas conocías y que de alguna forma era lo que las había unido desde un principio.

-Entonces… ¿Me perdonas? –le volvió a preguntar a Samantha, quien aún no le había dado respuesta.

-No me tienes que preguntar eso…

-¿Eso es un sí?

-Eso es un “prométeme que no me vas a volver a asustar de esa manera”.

-Te lo prometo.

Las dos chicas se besaron en medio de aquel pasillo, pero fue esta vez Andrea quien comenzó.

-Será mejor que me vaya… Tengo clases y no he preparado mis cosas –le dijo a Samantha tomándola de las manos.

-De acuerdo, ¿te acompaño?... Lo siento… Obviamente…

-Me encantaría que me acompañases.

-¿Segura? ¿Y si alguien no ve?

-Solo me vas a acompañar, no tienen por qué pensar otra cosa.

-Sí, eso incluyendo que la mayoría de las personas deben estar dormidas a esta hora.

Samantha acompañó a Andrea hasta su habitación y estando allí simplemente se despidió con un beso en la mejilla para ya no tener que pasar por lo mismo de hace apenas unos minutos.

 

Cuando Samantha llegó a su habitación fue casi imposible no darse cuenta del enorme papel que se encontraba pegado justo en medio de su puerta.

 

Para Samantha:

¿Qué es más patético que ver a dos lesbianas besándose?

Ver a dos lesbianas llorando por ser lesbianas.

 

Tan rápido como lo leyó lo arrancó de la puerta y lo hizo pedazos, miró hacia todos lados para intentar ver quién lo había hecho, pero no vio absolutamente a nadie.

-¡Ven y dímelo a la cara! ¡No te escondas tras un pedazo de papel! ¡Eso!... ¡eso es lo patético! –gritó Samantha al aire.

Nadie respondió a las exigencias de Samantha, lo más seguro era que quién lo había hecho ya se encontraba a miles de habitaciones de allí y que había aprovechado el momento cuando ella había ido a dejar a Andrea a su habitación. Sin embargo, lo que más le preocupaba era que alguien las estuviese siguiendo y espiando por algún motivo que desconocía, pero que seguro era un gran motivo.

 

A la mañana siguiente Andrea se levantó muy temprano para poder terminar todas su cosas a tiempo, incluso lo hizo mucho más temprano que Sandra, quien parecía haber caído como piedra. Cuando Andrea escuchó que llamaban a la puerta no dudo en pesar que quizá se trataba de Samantha, por lo que corrió a la puerta con una gran sonrisa enmarcada de oreja a oreja; sonrisa que se desdibujo al darse cuenta de la persona que se trataba.

 

-Alexander…

-Huy… Pareciese que no te da gusto verte.

-Lo siento, pensé que eras otra persona… Aun así, pensé que las cosas ya habían quedado claras entre nosotros dos.

-¡Hey! Yo vengo en son de paz… Solo vengo a invitarte a desayunar… Como amigos, ¿qué dices?

-No lo creo –negó en cuestión de segundos.

-Si estás saliendo con alguien… Puedes decírmelo, no hay problema.

-¿Esa es una especie de psicología inversa para que te aseguré si estoy saliendo con alguien?

-¿Funciona?

-Alexander… Sí estoy saliendo con alguien.

-Ok, no me altero… Sería tan estúpido pensar que una chica tan guapa como tú no tenga novio, eso es obvio.

-Supongo.

-Bueno, quizá si me conocieras un poco más y olvidáramos lo que aquella vez en mi coche te darías cuenta de que soy una buena persona, y no sé… Quizá cambias de opinión y decides cambiarlo por mí. Ya sabes igual y nos alguien que tú te merezcas… Quizá te des cuenta de que yo soy tu mejor opción.

-¿Sabes qué, Alexander? Será mejor que te vayas.

-¡Lo siento! Sé que a veces puedo sonar egocentrista y eso… Pero es que no se me ocurre nada para que me des una oportunidad, yo no estoy acostumbrado a hacer este tipo de cosas…

-Alexander… Por favor, no me hagas tener que llamar a seguridad.

-Entiendo… Supongo que será mejor que venga en otro momento.

-No.

-De acuerdo… Te daré tiempo para que lo pienses.

Andrea le miró con cara de impaciencia y a punto de gritarle.

-Me voy… Por cierto, te ves muy linda a pesar de acabar de despertar… A pocas les favorece eso…

Alexander se alejó mientras que Andrea seguía teniendo esa mirada de pocos amigos. Más adelante Alexander tuvo la maravillosa suerte de toparse con su hermana, quien se encontraba pidiendo un par de cafés en la cafetería.

-¿Sam? ¡Qué bueno que te encuentro! ¡Necesito que me ayudes!

-¡Hola hermano! A mi también me encanta verte solo para pedirte favores.

-¡Muy graciosa!... Pero en serio, necesito tu ayuda…

El muchacho que la atendía le entregó el par de cafés que había pedido.

-¿Dos? ¿Estabas esperando a alguien? –le preguntó haciendo sus suposiciones.

-Anoche no pude dormir y necesito despertar.

-Ok… Como sea… ¿Recuerdas a la chica a la que le llevé las flores el otro día?

-Alexander… No me digas que viniste aquí por ella…

-Bueno… Sí vine por ella pero al parecer tiene novio. Y mira… Necesito que me ayudes… Si sabes con quién esta saliendo me sería de mucha ayuda.

-Alexander… ¿Cuándo vas aceptar que no eres el único hombre en el mundo? ¡No todas las chicas te van a decir sí solo porque tienes dinero y cara bonita.

-Pero entiende… Esta chica es diferente, desde que la vi por primera vea hubo algo en ella que se metió hasta el fondo de mis huesos.

-Sí que eres tan romántico.

-¿Entonces? ¿Sabes algo?

-¿Por qué crees que yo tendría que saberlo?

-No sé parecía como si ya se conocieran.

-Alexander, en serio… Déjala no hagas una tormenta en un vaso de agua…

-¿Una tormenta? Pues soy capaz de hacer una por ella –le dijo retándola.

-Olvídate de ella, sí está saliendo con alguien y te dijo a ti que ¡no!... es porque vale más la pena que tú.

Samantha tomó sus cafés y comenzó a caminar sin mirar a su hermano.

-¿Samantha?

-Tengo cosas que hacer… Porque mejor no te vas a jugar a la oficina de papá.

-¿No será que te gusta Andrea?

Samantha se detuvo al instante y trató de disimular su reacción respondiendo con más preguntas.

-¿Y a mí porque tendría que gustarme alguien a quien no conozco? Tú más que nadie sabe que no soy esa clase de persona.

-¿Sabes qué? Olvídalo, ya tengo a alguien que si me ayudará.

-¿En serio? Pues suerte con ello, la vas a necesitar.

Samantha apresuró su paso y se dirigió directo a uno de los pasillos principales para esperar a que su hermano la perdiese de vista. Cuando lo logró simplemente tomó un nuevo camino hasta llegar al pasillo de Andrea, puso un papel con una nota pegada en uno de los cafés diciendo: “Andy: Por sí lo de ayer no te dejó dormir”.

 

Samantha tenía tantas cosas de que hablar con Andrea, primeramente sobre qué tanto había hablado con su hermano y así tener la misma información que evitaría que dijera algo impropio la próxima vez que se topará con su hermano y sobre todo para hablarle respecto a lo que le había dicho su hermano. Respecto a la nota que había recibido anoche, aún no sabía si era necesario angustiarla con todo lo de anoche; de hecho todavía seguía pensando en como decírselo. Otro de los temas que necesitaba hablar era respecto al padre de Andrea, pues lo que le había dicho anoche entre tantos gritos la había dejado preocupada.

 

Una vez que puso el recado en el papel dejó el café justo enfrente de la puerta de la habitación de Andrea, justo del otro lado del pasillo para evitar que al abrir la puerta pudiese tirarlo. Rápidamente y viendo hacia todos lados tocó la puerta y salió prácticamente corriendo del pasillo. Pocos segundos después quién abrió la puerta era Sandra. Andrea ya se había ido a su primer clase, mucho antes ya que tenía que pedir prestada algunas notas, pero en cuanto Sandra leyó esto y siendo como siempre una buena amiga decidió ir a su salón para entregarle el dichosos café, de todas formas no tenía nada que hacer toda la mañana.

 

Se vistió rápido para evitar que el café se enfriara y salió corriendo para llegar antes de que la clase de Andrea iniciara, sin embargo cuando llegó se sorprendió de ver tanta multitud justo afuera del salón. Había unos pocos Adentro tomando fotos y riéndose en voz alta. Buscó rápido entre todos hasta lograr dar con Andrea, que se encontraba justo en la ventana y mirando hacia el interior del salón. Sandra se acercó y miró lo que tanto miraban y llamaba la atención de todos. Justo allí en el pizarrón blanco había un enorme letrero que decía lo siguiente:

 

“¿Adivinen cuantas lesbianas hay en el salón?

Solo una, ¿a-a-a-a-adivinen como se llama?”

 

Sandra miró a Andrea, quien no despegaba la mirada de aquel pizarrón.

-¿Andrea?

-Supongo que hoy voy a perder esta clase… -dijo con la mirada perdida.

-Es lo más probable… Oye, te dejaron esto en la puerta de la habitación.

Andrea tomó el café y le agradeció sonriendo, mucho más al darse cuenta de la nota y saber que se trataba de Samantha, pero en cuanto miró de nuevo el pizarrón se le difuminó esa sonrisa.

-Oye, sí hay lesbianas en el salón… ¿Te molesta eso? –le preguntó a Andrea.

-¿Por qué lo dices?

-¿Te importa?

-No.

-¿Entonces porque quedarnos aquí?

Cuando se amabas voltearon para dejar el salón se dieron cuenta que Ameli, Carly y Rafael estaban detrás de ella mirando de igual forma el pizarrón.

-¡Qué horror! –dijo Carly en voz alta.

-¿De lo que escribieron? –preguntó Ameli.

-¡No! ¡Que haya una lesbiana en tu salón Andrew… Será mejor que te cuides… Solo aléjate de la que más se parezca a Samantha… La de la biblioteca.

-¡Carly! La chica de la biblioteca no se ve tan lesbiana, todos saben que es lesbiana por lo que dicen… Siendo así la mayoría de las chicas serían lesbianas en esta universidad –replicó Ameli.

-Tienes toda la razón Ameli, creo que es la primera vez que te escuchó decir algo inteligente –le respondió Rafael mientras miraba a los ojos a Andrea y le sonreía para intentar calmarla.

-Como sea –cambió de tema Carly-. ¿Quién quiere un café? Andy… ¿Quién te dejó esa nota en el café? –preguntó con un tono pícaro.

-Carly… No te mestas en asuntos que no te importan –le dijo Rafael.

-¡Rafa! –gritó Carly en un tono quisquilloso.

-Vamos por el café, yo te lo invito –dijo Rafael dirigiéndose hacia Carly-. Si ustedes gustan uno… miró a Ameli y Sandra.

-Yo sí, hoy me lo merezco –dijo Ameli.

-¿Y tú…? –le dijo a Sandra.

-Sandra… Y no, yo me quedo aquí con Andrea –le respondió gentilmente a Rafael.

Los tres se retiraron y las dejaron a las dos entre todo el escándalo que comenzó a estallar cuando el profesor de la clase arribó.

-¡Qué bien! ¡Yo si les voy a decir cuántos vándalos y buenos para nada hay en este salón! Y comenzaré alfabéticamente a poner ceros si no me borran eso.

Ante el momento y al escuchar la palabra “alfabéticamente” todos comenzaron a prestarle atención a la enmarcada “a-a-a-a-adivinen” de la segunda pregunta, por lo que todos comenzaron a decir en voz alta todos los nombres de las chicas que comenzaban con “a”. Para la suerte de Andrea al menos la mitad de las chicas tenían esa “a” en su nombre y al menos más de dos tenían un segundo nombre con “a”. Andrea quitó la nota del café y se lo entregó a Sandra, tómatelo tú… Después de todo si voy a tener clases. Andrea sabía que su ausencia en aquella clase sería motivo para que comenzaran a pensar que se trataba de ella, así que sin más decidió entrar al salón y actuar como si no pasará nada.