Andrea Princesa... Samantha Príncipe

Una Cena Con el Diablo

 

<<¡¡¡Tres, dos, uno…. feliz año nuevo!!! –decían un centenar de personas en unísono.>> Sin embargo, había una única persona que se había evitado seguir al resto del rebaño festejando aquel tan singular día; en efecto, ya las doce en punto y aquello solo significaba una cosa, año nuevo. Andrea miró a sus lados y se enojó por el exceso de efusividad de quienes la rodeaban, tomó le vaso de vidrio a la mitad de whiskey y lo sorbió de un solo trago.

-¡Hey! Dame otro igual –le gritó a la chica que atendía la barra.

-En un segundo.

La chica le sonrió despampanantemente y tan rápido como pudo le entregó la bebida.

-Es raro ver a una chica tan linda y tan sola en año nuevo por aquí, ¿esperas a alguien? –preguntó la chica de la barra invirtiendo tiempo mientras fingía limpiar la barra.

-Sería más fácil si supiera que estoy esperando a alguien –respondió Andrea con un tono seco.

-¿Te rompió el corazón tu príncipe azul? –insistió.

-Posiblemente.

-Por aquí hay buenos partidos, deberías intentar conquistar alguno, con esos ojos no creo que te cueste trabajo alguno… solo los miras y apuesto que caen como moscas.

-Aprecio tu intención de alegrarme los primeros minutos del año nuevo, pero dudo que algo funcione.

-¿Por qué? –preguntó con interés y se recargó sobre la barra.

-Todo va mal, muy mal… En mi mundo cada segundo las cosas empeoran, y no solo eso, a veces pienso que realmente estoy perdiendo la cabeza –tomó un respiro-, sabes, pensé que lo peor ya había pasado, pero, ¿qué haces cuando se va alguien que al principio querías que desapareciera de tu vida y luego la querías tanto que no podías vivir sin su respiración? Es como perder uno de tus pulmones o alguno de tus ventrículos… Te mata.

-Bueno, quizá solo necesitas desahogarte… y yo soy buena escuchando a extraños hablar de sus vidas; no te preocupes, nadie lo sabrá.

-Si alguien lo sabe o no, realmente no me importa.

-Ok, entonces escucho.

-¿Por dónde empiezo?

-¿Por el principio?

-Lo resumiré todo, mi novia huyó de mí, lo que posiblemente no es cierto porque su examiga loca la secuestró y probablemente también a su hermano, pero nadie me cree; intenté sacarle información a mi exnovio pero simplemente nadie sabe dónde está, el oficial que lleva su caso es un incompetente que solo sabe decir “lo estamos investigando” cada vez que le llamó para preguntar por su paradero, eso, sin agregar que mi padre está siendo procesado por maltrato intrafamiliar, y ahora, ahora tú también piensas que estoy loca.

-¡Wow! Es… es…

-¿Una historia bastante loca de una loca?

-¡No! es la mejor excusa para terminar en esta barra embriagándose que jamás había escuchado.

-Pero sé que alguna parte de ti aunque sea mínima piensa que estoy loca.

-No tanto, he escuchado cosas que sí me asustan, por ejemplo, el otro día vino un hombre de unos sesenta años; me contó que estaba muy arrepentido por haber tenido sexo con su perro, y que este había huido y no sabía cómo hacer que regresara.

-Eso es enfermizo.

-Lo sé.

-Oye, ¿por qué no reaccionaste como los demás cuando les digo la palabra “novia”?

-En primera, porque no se me hace algo tan malo como la gente piensa, y en segunda, porque yo también tengo novia.

-¿En serio?

Andrea la miró detenidamente, aquella chica era tan femenina que en ningún momento se hubiera preguntado sobre su sexualidad.

-Me llamó Lila, pero todos por aquí me dicen Lil.

La chica le extendió la mano y Andrea no dudo en devolverle el saludo.

-Andrea, mucho gusto.

-¿Y cómo se llama tu novia? –le preguntó la chica a Andrea.

-Sam… Samantha.

-Qué curioso.

-¿Qué?

-Así se llama la exnovia de mi novia, siempre me habla de ella, tanto que hasta me da ganas de conocerla.

"Ya llagué –gritó una voz femenina al fondo."

-¡Hey! Mira, es ella, le prometí que en cuanto terminara mi turno saldríamos a festejar solo ella y yo –le dijo Lila en voz baja.

Cuando Andrea giró la cabeza casi se cae de la silla al ver a la persona que Lila le había indicado con la mirada.

-¿Kim?

-No te he dicho su nombre… ¿Se conocen? –preguntó Lila intrigada.

-¿Andrea?, pero que pequeño es este mundo.

-¡Esperen! Esto tiene que ver con Samantha, ¿verdad? –insistió Lila.

Kim y Andrea se miraron por unos segundos y le respondieron a Lila asintiendo con la cabeza.

-Ok, ya terminó mi turno. ¿Por qué no vamos a un lugar más tranquilo para que platiquen y me cuenten la historia tan interesante que ambas tienen?

Las tres chicas salieron de aquel bar con tantas preguntas por hacerse, pero la que ya lo había pensado bien, no como un montón de preguntas, sino como una forma de tener una aliada era Andrea.

 

Las chicas llegaron en un Jeep azul, que era propiedad de Lila, a un pequeño restaurante chino no muy lejos del bar. Kim y Andrea se adelantaron a tomar una mesa que anteriormente Kim ya había reservado, mientras que Lila hablaba con el recepcionista, Óscar, quien era muy buen amigo suyo.

-¿Entonces? ¿Ya regresó Samantha? –preguntó Kim en un tono bromista.

-No, y no ha regresado porque no quiera, estoy así de segura –señaló con el dedo índice y pulgar-, de que Christina tiene algo que ver con esto.

-¿Christina? ¿La amiga que le dio la cara cuando Samantha la rechazó? –preguntó Kim retóricamente.

-Sí, y Alexander, su hermano, también está desaparecido… Tiene días que no contesta las llamadas que le hago, estoy preocupada por los dos.

Andrea se inclinó sobre la mesa y recargó sus codos sobre la mesa para poder apoyarse sobre sus manos.

-La vi algunas veces, andaba “misteriosamente” por donde Sam y yo solíamos ir, era un simple bar. A veces juraba que nos seguía pero Sam decía que estaba loca, bueno, en aquellos tiempo ya tenía bastante con mi delirio de persecución por el simple hecho de salir con otra mujer.

-Te entiendo. Entonces, ¿me crees? –preguntó Andrea con esperanza.

-No lo sé.

-Mira –le entregó el celular con la foto del cajón sobre la pantalla-. Esa foto la tomé del cajón del departamento de Samantha.

-Es su letra, mal hecha, pero es su letra.

-Eso no lo dudo, y es obvio que ella también dejó la carta, pero no le creo ni una sola palabra.

-¿Cuál carta?

-El día que fui a buscarte apenas el dos días atras ella y yo tuvimos un incidente, mi exnovio se enteró que salía con ella, y la golpeó y violó frente a mí.

-Parece que la historia se repitió –dijo Kim entre dientes.

-Bueno, pues así y toda mal herida al día siguiente desapareció, y dejó una nota donde decía que me dejaba… Yo había hablado con ella el día anterior y sí, discutimos pero no por eso, era por mi padre, no tenía por qué hacer eso; ella no sería capaz de dejarme así.

-Eso no suena como algo que haría Samantha.

-¿Ahora me crees?

-Mira, Christina nunca me gustó, tenía algo en su mirada tan pesado y vacío; esa sonrisa coqueta y de felicidad no era más que una farsa, incluso, en a veces cuando me la encontraba sin la presencia de Samantha parecía que quería matarme con la mirada y otras simplemente parecía ser la persona más amable del mundo.

-¡Lamento haber tardado tanto pero Óscar necesitaba algo de ayuda con un amigo, parece que siempre necesita ayuda cuando se trata de chicos... ¿Está todo bien?

-Creo que ya sé que vamos a hacer –dijo Kim muy segura.

 

<<¿Le pido su orden señorita –preguntó el mesero que había notado que Andrea llevaba ya casi media hora esperando.>>

-No, bueno, solo otro vaso de agua… Estoy esperando a alguien.

El mesero entendió y asintió irguiéndose levemente sobre Andrea.

Andrea volvió a ver el reloj y finalmente se decidió a llamar.

-No ha llegado, no creo que lo haga… Es demasiado lista para caer en esto, lo sabe… Olvídalo, está aquí.

Cuando Andrea vio a lo lejos que su invitada a la cena había llegado colgó el teléfono y trató de parecer lo más calmada que podía.

-Christina, que bueno que llegas, pensé…

-Lo sé, el tráfico estaba algo pesado.

-Pues me alegra que llegaras.

-Sabes, me sorprende que me hayas invitado a cenar, y mucho más a un restaurante como el Guten Tag, es muy caro, y tú no eres de esas personas que gastarían algo que podrían comer en otro lugar a mitad de precio, velo por la buena parte, al menos se te pegó algo de Samantha… A ella no le importaría gastar todo el saldo de su tarjeta por ver sonreír a quien quiere.

Andrea casi se retorcía de enojo frente a las palabras que Christian pronunciaba con aquel tono tan despreciable.

-Yo, solo quería disculparme por lo que te hice pasar el otro día en ministerio…

-Lo sé, ¿por qué otra cosa lo habrías hecho?

<<¿Les puedo pedir su orden? –preguntó de nuevo el mismo mesero justo detrás de Andrea.>>

-Claro, traiga la especialidad del día y una botella de vino tinto –exigió Christina sin siquiera pedir la opinión de Andrea.

El mesero volvió a asentir con su reverencia y se marchó rápidamente.

-Espero que no te moleste que haya pedido la orden, pero posiblemente no conozcas las cosas que vienen en la carta. ¿En qué nos quedamos? ¡Oh! Sí, me pedías disculpas.

-Sí.

-Entonces escucho.

Christina clavó su mirada en la de Andrea a tal grado de comenzar a intimidarla, ambas se miraban como una especie de reto; los ojos grandes de Andrea se volvían cada vez más cristalinos mientras que los de Christina, pequeños y amenazantes, parecían volverse más oscuros.

-La… lamento haberte culpado de que Samantha me dejara, obviamente ella no quiere estar conmigo y tengo que aceptarlo.

-Me alegra, me alegra que por fin estés aceptando la cruda realidad, tu cruda realidad. Te hará bien, te hará bien ser realista, te hará fuerte o al menos eso creo.

-Qué bueno que lo entiendas de esa manera, es tonto, tú, su mejor amiga, haciéndole daño, es tonto.

-Lo es, lo es.

-¿Te has enterado de lo de Lucas? –preguntó Andrea intentando cambiar el tema.

-¿Qué con él? ¿Ya lo enjuiciaron? Aunque no lo creo, sin Samantha pronto saldrá de donde quiera que lo tengan encerrado.

-Ya salió.

-¿Cómo? ¿No le dieron ningún cargo?

-No, bueno, más bien desapareció; se fue y nadie sabe dónde está.

-¿Se escapó?

-O alguien lo ayudó a escapar.

-¡Por Dios! Tú y yo sabemos que su familia no tiene en caerse muerta, sí, Lucas parece ser el hombre perfecto, pero no es más que un pobre imbécil que jamás debió haber existido. Si el maldito viene a joderme, créeme que haré que lo pasen directo al reclusorio de donde tardan toda su vida encerrados.

Andrea solo la miró y apretó los labios sin mostrar más que una pequeña sonrisa de complacencia ante las palabras de Christina.

-Por cierto, hoy te ves muy linda –dijo Christina mirándola y recorriendo cada parte visible de Andrea-. Lo siento, solo quiero cambiar de tema, no quiero saber de ese miserable, ojalá que se lo estén comiendo los gusanos en algún hoyo mal oliente.

-Entonces, gracias.

-De nada, si fuera lesbiana no me importaría enrollarme contigo, eres muy guapa Andy, ahora sé, porque Samantha se fijó en ti.

-Gracias.

A partir de aquel momento Andrea se dedicó a andar con cuidado con todo lo que preguntaba o decía, Christina realmente la estaba poniendo nerviosa y mucho más que eso, le estaba dando miedo. El resto de la cena ya no tuvo más sentido, Christina no dejaba de hablar de sí misma, de su vida y de algún otro recuerdo de la infancia en donde Samantha siempre parecía ser la mala del cuento, incluso, le contó lo de aquella noche que Samantha le había enseñado a besar y Christina la había rechazado. Cuando ya parecía ser suficientemente tarde Christina se ofreció en llevarla a su casa, pero Andrea se negó diciéndole que Carly pasaría por ella. Una vez que Christina partió, Andrea envió un mensaje y cuando la perdió de la vista regresó al restaurante, pidió un Whiskey y se sentó a esperar.

 

Después de casi una hora de estar esperando Andrea recibió un mensaje, entonces pidió la cuenta completa y tan pronto como pagó salió y se introdujo por la puerta trasera del mismo Jeep azul de la noche pasada. En asiento del copiloto viaja Kim, mientras que la que conducía era Lila.

-¿Cómo les fue? –preguntó Andrea.

-Tuvimos que dejar de seguirla un kilómetro atrás, el camino que estaba tomando estaba demasiado solo, obviamente se daría cuenta que la estábamos siguiendo –respondió Lila.

-¡Mierda! –dijo Andrea entre dientes.

-Sin embargo, creo saber a dónde iba –interrumpió Kim-. Tomé muchas veces ese camino con Samantha, y la primera vez que pasamos por allí me señaló una desviación; me dijo que allí iba de pequeña en los veranos con Christina y su hermano, creo que me dijo algo acerca de un río y una cabaña o casa vieja.

-¿Estás hablando en serio? –preguntó Andrea emocionada y con una sonrisa en su rostro.

-Sí, si hubiera seguido el camino sin entrar a esa desviación saldría directo hacia la autopista, y eso significaría estar saliendo de la ciudad.

-Entonces llévame allí, ahora –exigió Andrea.

-¡No! ya es tarde, está oscuro y… -refutó Kim instantáneamente.

-¿Y?, no sabes que puede estar haciendo esa loca con Sam y  Alex, un minuto tarde podría hacer la diferencia.

-Creo que Andrea tiene razón –interfirió Lila-. Si lo que esperaba eran las disculpas de Andrea… ¿qué más necesita para hacer lo que tenga que hacer?

Kim y Andrea la miraron asombradas sin decir nada.

-¿Qué? Me gusta ver Mentes Criminales –se defendió Lila.

 

En efecto, el camino por donde habían seguido a Christina estaba bastante desolado, lo único que podía verse eran las líneas blancas de la carretera. Cuando encontraron la desviación se dieron cuenta de que había marcas recientes de llanta sobre la entrada, sin dudarlo, Lila entró y comenzó a seguir sobre el camino pedregoso y polvoriento con las luces en un tono medio.

-¡Para aquí! –gritó Kim.

-¿Qué? –preguntaron Andrea y Lila al mismo tiempo.

-¿Qué escuchan? –preguntó.

-Nada –respondieron de nuevo las dos al mismo tiempo.

-Exacto, lo único que escuchamos es el ruido del coche, si avanzamos más solo le avisaremos a Christina que ya llegamos.

-¿Entonces? –preguntó esta vez solo Andrea.

-Hay que seguir a pie.

-De acuerdo –dijo Lila mientras abría la puerta.

-No lida, tú te quedas aquí –le exigió Kim-. Si no regresamos en media hora vete y llama a la policía.

-¡¿Qué?! Yo no pienso dejarlas –refunfuñó Lila.

-Pues alguien tendrá que quedarse, apenas si aquí tengo cobertura, posiblemente más adentro no allá no hay, Lila, te necesitamos aquí para que seas la que llame en caso que sea necesario –argumentó Andrea.

-Andrea tiene razón, además solo vamos a ver si todo esto es real, solo iremos a ver y regresamos, ¿Ok?

-De acuerdo, pero háganlo rápido.

-No te preocupes, ni siquiera sabemos cuánto queda de camino hasta llegar donde está Christina.

Kim tomó de la mejilla a Lila y le dio un suevo beso, después Lila cerró la puerta y Andrea y Kim bajaron sin mirar atrás y con la mirada fija en el camino. Ya habían pasado cinco minutos y las dos seguían caminando si saber si estaban cerca de su destino, todo seguía viéndose oscuro y sin ningún ruido.

-Parece que tú y Lila se quieres mucho –dijo Andrea intentando hacer un tema de conversación.

-No solo la quiero, la amo. Cuando pasó lo de Samantha y mi… mi violación, yo, necesitaba estar enojada y solo veía a Samantha como la culpable, luego ella fue a prisión y yo solo quería estar sola, fueron meses largos de no saber de mí misma, estuve en drogas y eso terminó por desbaratarme más de lo que ya estaba; yo amaba a Samantha y fui muy tonta al no esperarla, ella hizo todo eso por mí y yo solo desaparecí, y… ¿sabes cuándo entendí todo eso? Loco o no, pero fue el día que me golpeaste y me dijiste todo eso.

-Yo, lamento haberte golpeado, estaba muy desesperada.

-Yo habría hecho lo mismo, también me hubiera golpeado, por estúpida y…

-Hey, todos pasamos por cosas malas y hacemos otras cosas sin pensarlo… No tienes por qué ser tan dura contigo.

-Lo sé, pero necesito decírselo a Samantha, ¡No! no te la voy a quitar, ella tiene mucha suerte de tenerte, yo solo, quiero hablar con ella y aclarar muchas cosas que debía haberle dicho hace mucho tiempo.

-Me parece bien… de hecho… ¡Espera! Mira allá –cambió Andrea drásticamente de tema y señaló a lo lejos.

-Parece ser una casa –dijo Kim-, debe ser allí, vamos.

Las dos aumentaron el paso y caminaron sigilosamente entre las sombras que se iban marcando por la luz que salía de las ventanas de la enorme casa vieja.

-Vayamos por atrás, está bastante oscuro para que no nos vea –sugirió Kim.

Andrea tomó la delantera y comenzó erguirse para que nadie la viera y pudiese pasar por debajo de la ventana. Cuando Andrea y Kim llegaron a la parte trasera, miraron entre una ventana llena de telarañas y no vieron a nadie. Entonces Andrea intentó buscar otra entrada, pero para su sorpresa solo se topó con el Mini Cooper rojo de Samantha que se veía por un pedazo de capa de lona vieja mal puesta que lo cubría.

-Es el Mini Cooper… Es el auto de Samantha, es aquí, aquí está –le susurró y señaló Andrea a Kim.

-Aún no tenemos nada seguro, aún tienes que prepararte, no sabes si Samantha está aquí por su voluntad... –intentó tranquilizarla.

Aunque a Andrea le costaba trabajo pensar en eso, sabía que Kim tenía razón, pero al menos el saber que Samantha estaba bien era lo único que necesitaba.

-¿Es eso una ventana? –señaló Kim hacía el suelo.

Andrea volteó y miró una pequeña ventanilla por donde salía un poco de luz.

-Eso parece, quizá podamos ver algo por allí o incluso… -dijo Andrea.

-No, no vamos a entrar, solo a ver, ¿lo recuerdas?

Andrea puso cara de pocos amigos, y caminó por detrás de Kim. Ambas se arrodillaron para poder ver mejor y los ojos de ambas se petrificaron cuando vieron lo que había detrás de la ventanilla.

-¡¿Samantha?! –gritó Andrea sin pensar en si Chiristina la escuchaba.

<<¡Eureka! Ya encontraron el premio mayor –gritó Christina detrás de ambas.>>

Cuando Kim volteó lo único que pudo ver fue venir una enorme pala sucia que le golpeó la cabeza y la tumbó sobre el suelo. El cuerpo de Kim permaneció inmóvil al instante y ligeramente comenzó a brotar sangre de su nariz. Andrea dio un gritó ensordecedor e intentó correr pero Christina levantó la pala y la dejó en el aire.

-Pero mira que regalo tan grande, las dos exnovias de mi Samantha, yo que pensé que realmente estabas arrepentida Andy… Me decepcionas, en fin, ya que no pude deshacerme de Kim como me hubiera gustado la primera vez, tendré que matar dos pájaros de un tiro.

Andrea quedó paralizado y una gota de lágrima corrió por su mejilla; cerró los ojos y apretó los puños antes de sentir un impacto sobre su cabeza que dejó todo en completa oscuridad.