Andrea Princesa... Samantha Príncipe

Sabe Nuestro Secreto

 

Un cálido resplandor hizo abrir los ojos de Andrea, se trataba de la luz atravesando los grandes ventanales del departamento de Samantha. No fue eso lo único que incito al despertar de Andrea, pues un suave, dulce y delicioso aroma llegó rápidamente hasta su nariz y terminó por despertarla totalmente. Su primera acción fue buscar a tientas el cuerpo de Samantha, pero al no encontrar nada se sentó allí mismo y buscó con la mirada hacia todos lados.

No gastó mucho tiempo en poder dar con el paradero de Samantha, quien se encontraba en la cocina ya levantada y arreglada. Andrea se puso de pie e se acomodó la ropa que traía, caminó hacia Samantha que se encontraba de espaldas y se quedó unos segundos pensando lo que tenía en mente. Extendió sus brazos de lado a lado levantándose con las puntas de sus pies y finalmente abrazó a Samantha y le dio un beso en su cuello.

-Buenos días… -le dijo a Samantha en el oído-. ¿Por qué te levantaste tan temprano si es domingo?

-La verdad soy muy madrugadoras, además… Tenía que levantarme para prepararte algo, tú eres mi invitada.

-No tenías por qué hacerlo… Con gusto te hubiese ayudado a hacer algo.

-No importa, ya casi termino… ¿Por qué no me esperas en el comedor?

-¿Segura que no necesitas ayuda?

-Comedor…

-Ok, pero mejor iré a arreglarme… Me veo fatal.

-¡Qué modesta!

Andrea solo le volvió a besar y se encaminó al baño para ponerse su ropa y arreglarse un poco el cabello enmarañado.

 

El desayuno para ambas fue una maravilla, no porque unos simples hot cakes aromatizaban todo el departamento, sino que el ambiente se tornaba tan relajante y lleno de alegría. Las dos se miraban profundamente cada vez que no miraban su taza de café, por una parte Samantha se sentía feliz de que al fin todo lo que había esperado se estaba haciendo realidad, mientras que Andrea se sentía resignada al aceptar que le gustaba una chica.

 

Unos minutos antes de terminar el desayuno y en medio de risas, un celular comenzó a sonar… Se trataba del celular de Andrea. Las dos se miraron fijamente al pensar si era oportuno responder a la llamada. Andrea solo le dio una mirada de lejos para saber de quién se trataba y cuando vio que en la pantalla aparecía la palabra “Mamá” no tardó ni un segundo en tomar el celular y contestar a la llamada.

 

-¿Bueno? ¿Mamá?

-Andrea… ¿Tienes el día libre? Tu padre y no necesitamos hablar contigo… Él está arrepentido de todo lo que dijo y quiere arreglarlo.

-No lo sé mamá…

-Por favor, sabes que no me gusta verlos peleados.

-Mamá… Yo realmente tenía planes para hoy –miró a Samantha y esta le sonrió.

-Cualquier cosa no es tan importante como tu familia, Andrea.

-Está bien mamá… Iré, pero si mi padre se pone terco…

-No te preocupes… Ya se lo advertí yo.

-Bueno, entonces voy para allá…

Andrea colgó y se quedó algo pensativa, no solo porque iba a dejar a Samantha… Sino porque de alguna manera sentía que no podría mirar a los ojos a su padre, simplemente porque ella siempre había sido muy transparente con ellos y ahora… Todo era tan diferente.

-¿Andrea? ¿Todo bien?

-Ah sí… Es solo que tengo que ir con mis padres, el otro día tuvimos una discusión y quiero… queremos arreglarlo.

-Claro, no te preocupes por mí… ¿Quieres que te vaya a dejar? No tienes que decir nada sobre lo nuestro… Solo una amiga.

-Cierto, ahora que lo pienso… Nosotras… ¿Qué somos?

-Eso depende de lo que quieras que seamos.

-Esto es tan…

-Extraño –terminó la oración.

-Bueno, me encantaría que me llevases –Andrea cambió drásticamente el tema.

-Ok, entonces será mejor que nos vayamos.

-Después de que me dejes… ¿A dónde irás?

-Bueno quizá le vaya a echar una mano a Marisol.

-¿Quién es esa? ¿Cómo que le vas a echar una mano? –dijo bromeando en la última parte.

-La anciana encargada de la biblioteca.

-Si ella es la encargada… ¿Por qué tú también atiendes la biblioteca?

-Es más como un hobby… Sé que suena aburrido y eso, pero es relajante, y además me hace sentir útil.

-Todavía tengo tu libro…

-Ya mejor quédate con él.

-Sí, no he tenido mucho tiempo para leerlo.

-Será mejor que ya nos vayamos.

-Cierto.

Ambas en cuestión de minutos recogieron la mesa y dejaron todo como estaba cuando habían llegado. Se encaminaron hacia la puerta y justo antes de salir Andrea se giró para observar nuevamente el lugar.

-¿Vamos a regresar? ¿Verdad?

-Nos terminaremos mudando aquí… Ya lo verás. Por cierto –dijo al abrir la puerta-. ¿Recuerdas lo que me dijiste ayer de las ventanas?

-Sí.

Samantha sacó de uno de los bolcillos de su sudadera una especie de pequeño control remoto, parecido al de la bodega pero más alargado.

-Toma.

Andrea lo tomó y se le quedó viendo algo confusa.

-¿Qué se supone que hago con esto? Tiene muchos botones.

-Presiona el que está en medio de todos.

Cuando Andrea apretó el botón, todas las persianas de las ventanas comenzaron a descender y a cubrir todos y cada uno de los enormes ventanales.

-Te dije que te iba a sorprender –le recordó.

-¿No hay nada en tu casa que no funcione de manera electrónica?

-Yo.

Justo al decir aquello, Samantha se acercó a Andrea y le plantó un beso.

-Aunque a veces lo dudo, porque cuando estoy cerca de ti creo que sería capaz de hacer cualquier cosa que tú me órdenes.

-Bueno, ya que estamos hablando de eso… Entonces bésame de nuevo.

Samantha obedeció y se abalanzó sobre Andrea tomándola entre sus brazos, la abrazó fuertemente y finalmente le dio un profundo beso.

 

Las chicas salieron del edificio demasiado felices como para que ellas mismas creyeran que todo era real. La primera en salir fue Samantha, quien se adelantó para sacar el auto; su sorpresa fue que al salir y pararse frente a la bodega había una hoja blanca doblada a la mitad y pegada con pequeño pedazo de cinta adhesiva. Fuera del papel estaba rotulado su nombre a computadora, tomó el papel y lo metió en uno de sus bolcillos antes de que Andrea lo viera, pues debía tratarse de algo delicado al tener claro que nadie más (además de Andrea) sabía de su departamento.

 

Samantha supo disimular muy bien su preocupación, abrió la puerta de la bodega, ingresó al auto y lo arrancó. Cuando Andrea se subió al coche de Samantha parecía algo distraída y callada, por lo que Andrea simplemente le miró algo confundida, sin embargo Samantha en cuanto la miró de nuevo no tardó nada en volverle a salir esa sonrisa que solo Andrea le hacía formar sobre sus labios.

 

Una vez que ambas llegaron a la casa de Andrea, las esperaron fuera antes de abrir la puerta. Pensativas se miraron la una a la otra e intentaron decir algo, pero la verdad era que ninguna de las dos sabía exactamente qué decir.

 

-Sam… Entonces… Supongo que somos ¿novias? –dijo zigzagueando-. Por lo tanto… Eso me hace oficialmente ¿lesbiana?

-Sí y no. Si quieres que sea tu novia… Lo seré, pero yo no pondría la palabra lesbiana entre medio de nosotras… Simplemente somos dos chicas que se han enamorado.

Al escuchar que Samantha utilizó el “enamorado” para terminar la oración no dudó Andrea en ponerse algo nerviosa, pero aunque le causase furor debía terminar aceptando que Samantha era más que un simple gustar en su vida aunque realmente a veces aquello parecía simplemente ser tan confuso, pues a veces en la noche se ponía a pensar si realmente sentía eso por Samantha porque era la primera vez que lo sentía por una chica o simplemente porque era un ser especial.

-Tienes razón, pero aunque nosotras lo veamos así y lo pensemos de esa manera… La gente siempre nos pondrá etiquetas.

-¿Y acaso a la gente le importa nuestra felicidad?

Andrea sonrió tiernamente y tomó la mano de Samantha apretándola muy fuerte, esta se acercó hacia ella para besarla, pero poco antes de que lo logrará la puerta de la casa de Andrea se abrió. Samantha retrocedió rápidamente y se puso lo más sería posible, Andrea se quedó estática por aquella acción, pero cuando escuchó que la voz de su padre supo por qué lo había hecho.

-¿Hija? ¡Qué gusto que llegases! –le gritó desde afuera su padre.

-Será mejor que me vaya –le dijo a Samantha-. ¿Quieres que pase por ti después?

-No, mi padre terminará llevándome.

Andrea no sabía si despedirse con un beso en la mejilla o simplemente abrazándola, estaba tan preocupada por lo que su padre pudiese imaginar de ellas que simplemente le sonrió y se bajó del auto. Esto a Samantha no le importó, ni mucho menos le molesto, entendía claramente la posición de Andrea. Así que cuando Andrea salió del auto solo saludo de lejos al padre de Andrea y se despidió de ambos.

-¡Adiós Andrea! ¡Adiós señor Collins!

El auto arrancó y finalmente dejó solos a Andrea con su padre.

-Qué linda chica… ¿No la he visto antes? Se me hace familiar…

-No papá… Anda vamos a entrar.

Su padre se adelantó y le abrió la puerta. Ambos entraron mientras veía a su madre sentada en la mesa con café y galletas como siempre cuando su padre quería disculparse por haberle hecho algo.

 

Samantha se adelantó unas cuantas cuadras antes de detener el auto y estacionarse en un buen lugar, apagó el motor y sacó de bolcillo el papel que había quitado de su bodega. Se sintió algo nerviosa antes de abrir el papel y cuando se dio todas las fuerzas simplemente los desdobló. Todo dentro del papel como el nombre estaban escrito con computadora, quizá se trataba alguien quien simplemente no quería dejar pistas sobre su identidad y eso incluía que ella identificara la letra… o quizá simplemente se trataba de alguien muy refinado como para perder su tiempo escribiendo a mano.

 

Los ojos de Samantha crecieron en tamaño al leer lo que estaba dentro de ese papel rotulado, se puso preocupada al instante y simplemente dobló de nuevo el papel. Se quedó mirando a la nada por segundos antes de reaccionar… Simplemente lo que había leído no era una felicitación por sus buenos actos. Metió el papel dentro del bolcillo de dónde lo había sacado y arrancó el auto.

 

Samantha llegó en cuestión de minutos de nuevo al campus, estacionó como siempre su Mini Cooper y caminó hasta llegar a la biblioteca. Su mente solo imploraba una distracción y no había nada mejor que perder los recuerdos entre aquella enorme biblioteca, aunque de alguna manera salía contraproducente cuando no había nadie a quien pudiera atender; dándole mucho tiempo para pensar en sus problemas.

 

-¡Hola Marisol! ¿No quieres tomarte un descanso? –le dijo desde la entrada a la anciana de la recepción.

-¡Hay! ¡Sami! Acabas de llegar como un ángel caído del cielo… Desde la mañana me está matando un fuerte dolor de cabeza…

-Anda, vete a descansar. Hoy me quedó hasta tarde.

-¿Segura? ¿No tendrás cosas que hacer con tus amigas?

-Si tuviese tantas como tú crees quizá sí.

-Todavía me sorprende que una chica tan bonita como tú no tenga novio.

Una sonrisa se le enmarcó a Samantha al escuchar aquello, simplemente le parecía gracioso; pues a pesar de convivir con Marisol durante mucho tiempo… Nunca tuvo la intención de decirle que los hombres no formaban parte de su vida, ella era anciana… Así que para qué darle más preocupaciones. La anciana finalmente se marchó y dejó a Samantha totalmente a cargó. Para la mala suerte de esta, había muy poca gente en la biblioteca, pero para no ponerse a pensar en lo que había leído hace del recado que le habían dejado… Solo se puso a revisar de nuevo el inventario. De pronto la voz de una chica con un tono muy familiar llegó frente a ella pidiéndole un libro.

-¿Christina?

-¿Samantha? Mira que pequeño es el mundo.

-No sabía que estudiases en esta universidad… Jamás te había visto pasar por la biblioteca.

-Sabes que lo de los libros no es lo mío… Además siempre envió a alguien por ellos y de las pocas veces que vengo siempre me encuentro a una anciana… Algo torpe diría. Me alegra que pongan gente joven y que sepa utilizar las computadoras.

-Solo es anciana… Al final todos seremos torpes –le dijo defendiendo a Marisol.

-¡Claro! Tienes toda la razón… Como siempre, mmm… Estoy buscando este libro –le entregó el nombre en un papel.

-Sí claro, dame unos segundos en lo que te digo dónde está –miró hacia el monitor y simplemente puso en nombre-. Está en el pasillo trece estante cinco.

-¿No vas a acompañarme por él?

-La verdad no creo que seas más torpe que Marisol como para no dar con el libro.

-Siempre tan a la defensiva… ¿No lo vas a superar? ¡Por Dios Samantha! Eso pasó en la preparatoria…

-Christina… No se trata del tiempo que ha pasado, se trata que no quiero ser amigable contigo y con ninguna persona que te abandona cuando más lo necesita, y no pienso decir más… ¡Anda y ve por tu libro! No quiero hablar contigo…

-Como tú digas… Pero antes quiero decirte que será mejor que te vayas acostumbrando a mi presencia; me he enterado que tu hermano está soltero.

-¡Qué maravilla!... qué maravilla que todavía tengas esperanza. Suerte con ello.

-Créeme que suerte es lo que menos le gusta a los hombres de mí… Ya no soy esa niña escuálida de la preparatoria… Eso me da más que esperanza.

-No te juzgo por intentarlo… Me harías un favor –dijo lo último casi entre dientes.

-¿Qué?

-Nada Christina… Nada.

-Mejor vendré otro día… o enviaré a alguien…

-Como quieras.

Christina puso cara de pocos amigos y simplemente se hecho a caminar sin mirar atrás. Al llegar la tarde Samantha decidió dejar la biblioteca, ya había cumplido con el tiempo de Marisol y el encargado de esa hora (que era un señor grande y chapado a la antigua) llegó para tomar el siguiente turno. Como siempre este señor parecía querer acosarla, le decía demasiado indirectas como para no terminar odiándolo. Así que Samantha evitaba toparse con él cada vez que era su turno, sin embargo aquel día no pudo hacerlo.

-Mira que yo pensaba encontrarme a la anciana de Marisol y me encuentro a una hermosa mujer.

-Claro Julián… Como digas, yo ya tengo que irme.

-¿Y dejarme solo? ¿Sabes que la podríamos pasar muy bien? A esta hora no hay mucha gente por aquí.

-No lo creo –tomó un par de libros que iba a leer y se encaminó hacia la puerta.

-¡Vamos! Anda y vete con esos estúpidos chicos inmaduros.

-¡Yuhú! Chicos inmaduros… Mi plato principal –dijo en voz alta para burlarse de Julián.

 

Al obscurecer el coche del padre de Andrea ya se encontraba estacionado en el campus. Los dos habían tenido una tarde completa de disculpas, una comida y habían visto películas reunidos en familiar. Una de las cosas del padre de Andrea era sentir remordimiento y aunque era muy orgulloso sabía que golpear a su hija por más leve que fuera lo hacía sentir como un animal. Aquella cachetada la vez que habían estado en el pasillo le había hecho sentir como un buen padre en el instante pero como una porquería después que lo razonó del todo bien.

 

-Hija… Espero que estemos bien…

-Ya papá. Olvídalo… Yo también tuve parte de la culpa.

-Bueno… Sabes que en cuanto encuentres a un chico que te haga feliz puedes venir a contármelo.

La mirada de Andrea cayó rápidamente al suelo y cerró los ojos por unos segundos.

-Claro papá… Cuando lo encuentre serás el primero en saberlo.

Andrea se acercó a su padre y lo abrazó, del otro lado su cara solo se veía angustiada y de alguna manera algo preocupada. Pues conociendo el carácter de su padre se imaginaba como terminarían las cosas al contarle lo de Samantha… Cosa que tarde o temprano le tendría que decir.

 

Cuando su padre la dejó no sabía exactamente si ir a su habitación o visitar el de Samantha, pero como no tenía nada más en su mente que ella… Optó por ir con esa mujer que la hacía olvidar todos sus problemas. No tardó mucho en estar frente a su habitación y tocar la puerta, esperaba con todo su corazón que ella estuviese allí para dejarla entrar y quizá estar con ella unos cuantos minutos antes de ir a arreglar sus cosas a su habitación. De pronto la puerta se abrió y salió Samantha con una toalla blanca cubriéndola.

 

-¡Hola! Pensé que ya no ibas a venir.

-¿Estoy en un mal momento?

-¡¿Qué?! ¡No! Solo me estaba secando para cambiarme. Ven, espérame unos minutos y si quieres podemos ir a cenar.

-No es necesario… Comí mucho en casa de mis padres.

-Ok… Entonces solo espérame.

-Claro…

Samantha tomó su ropa, entró en el baño y lo cerró para dejar completamente sola a Andrea. Esta se sentó sobre la cama y feliz de estar allí comenzó a recordar la primera vez que había dormido con ella… Aunque el motivo por el que había llegado no era del todo tan feliz… Miró entre la cama y notó la sudadera de Samantha sobre la cama, y viendo que Samantha tardaba en salir la tomó acercándola hacia su rostro. El aroma de Samantha podía notarse por toda la prenda, ese aroma que solo la identificaba a ella… Un suave y dulce aroma que solo una chica podía tener… Que solo Samantha podía tener.

 

Tomada por el momento bajó el cierre de la sudadera y sin más simplemente se la puso. Entre tientas percibió algo entre uno de los bolcillos, se trataba de las llaves del auto y los dos controles que había utilizado tanto para abrir la bodega y bajar las persianas. Tomó las cosas y las puso en la mesita del lado de la cama, pasó una vez más sus manos y esta vez percibió una especie de hoja de papel. Metió la mano en aquel bolcillo y sacó un papel medio arrugado con el nombre de Samantha en la parte exterior.

 

“¿Quién le había dado esto a Samantha? –pensó.” Sin más y sin pensárselo tanto desdobló el papel que estaba doblado por la mitad… Su mirada se tornó algo seca y horrorizada al leer lo que había allí, no eran palabras que asustasen a alguien como Samantha, pero a ella…

 

“Todo lo que tocas se pudre, ¿Andrea Collins? ¿Quién lo diría? Te vas a ir al infierno maldita lesbiana… Y contigo te vas a llevar a Andrea. Sí, sé todo lo de ustedes… ¡Qué gran secretito!”

 

Mientras la mirada de Andrea se quebraba en mil pedazos, la puerta del baño se abrió. Samantha miró que Andrea estaba leyendo el papel y su expresión de pensar en lo estúpida que había sido por dejar el papel en la sudadera simplemente le hizo gritarle a Andrea.

 

-¡Andrea no lo leas!

-¿Quién te dejó esto? ¿Por qué no me lo dijiste?

Samantha se acercó hacia el lugar donde estaba Andrea.

-No lo sé… Yo lo encontré apenas hoy…

-¿Dónde?

-Andrea… Olvídalo, no tiene importancia.

-¡¿Dónde?! –exigió.

-Pegado en la puerta de la bodega.

-Alguien nos vio anoche…

-No te preocupes… No va a pasar nada.

-¡Nada! Si se lo dice a mis padres me van a matar.

-No te pongas así…

-¡Te he dicho que me pueden matar! ¡Mi papá lo haría! Siempre me golpea cuando se enoja conmigo.

-¡¿Qué?!

Andrea comenzó a llorar desesperada, su puso de pie y abrió la puerta de la habitación.

-¿A dónde vas?

Samantha la tomó del brazo, Andrea ignorando su pregunta simplemente se jaló y salió de la habitación.

-¡Andrea no te vayas! ¡Ven! ¡Hablemos con calma!

-No grites mi nombre… -dijo entre dientes-. Así como no se van a enterar.

Samantha bajó la voz e intentó alcanzar a Andrea que prácticamente corría. Cuando por fin logró alcanzarla (prácticamente a la altura de pasillo principal) la tomó del brazo y la jalo hacia si misma.

-¡Basta! No te puedes poner así cada vez que alguien se entere de los nuestro.

-¡¿Cómo así?! ¡¿Cómo así?! ¡Se supone que me debo de alegrar por ello!

Samantha intentó controlarla, la empujó suevamente hacia una pared y tomó su rostro entre sus manos.

-Tienes que ser fuerte Andrea… No todo va a ser felicidad, va a haber momentos malos… Gente mala que solo quiere hacer daño a quienes son felices.

-Tengo miedo… -dijo sollozando.

-No te voy a dejar sola… Grábate eso.

Andrea la abrazó con todas sus fuerzas y permaneció así por un buen rato, así hasta calmarse un poco, después Samantha la tomó de nuevo su rostro entre sus manos y sabiendo que no había nadie le dio un suave beso. Andrea respondió besándole de la misma forma pero con mucha más intensidad.

-¿Andrea? –se escuchó una voz masculina a lo lejos.

Ambas chicas voltearon asustadas, la mirada atónita de Andrea volvió a desquebrajarse cuando notó la presencia de alguien a quien conocía… Se trataba de Rafael.