Metamorfosis

Ligeramente Familiar

—¡Amor! ¡No lo puedo creer! ¡¡¡No lo puedo creer! —dijo la mujer eufóricamente mientras la veía venir directo hacia mí. La mujer me abrazó con tantas fuerzas, que temí que mis músculos y huesos se hicieran polvo, o al menos teniendo este cuerpo tan frágil.

            —Ha —saqué como un aullido clavado en mis pulmones. Miré detrás de la nuca de la mujer y pude ver al hombre que permanecía inmóvil; se veía al menos diez años más grande que la mujer: canoso, alto, ojeras y arrugas en la frente y ojos.

            —Soy yo… mamá… Maiah, ¿te acuerdas de mí, verdad bebé? Milla, ¿qué sucede?

            —Yo… —luego no pude decir más y simplemente negué con la cabeza. Ella volteó a ver al hombre, y yo lo hice también. Aquel hombre avejentado simplemente comenzó a llorar, se puso una mano sobre los ojos y la otra como soporte de esta.

            —Joshua… —susurró la mujer mientras lo miraba—, ¿y él? Él es tu padre… Joshua… ¿a él lo recuerdas?

            —Lo siento… —fue lo único que pude decir; luego observé cómo la mujer, Maiah miraba con unos ojos de desesperación al doctor que iba entrando justo por la puerta.

            —Señora, yo le dije que tenía que hablar con ustedes ante de que entraran corriendo…

            —¿Es temporal? —preguntó Joshua secándose las lágrimas.

            —Eso no se puede saber aún… su hija está confundida, muy confundida; físicamente parece estar más bien de lo normal en estos casos, nada que no puedan solucionar una serie de terapias; pero emocionalmente creo que… creo que deberán trabajar mucho con ella.

            Ambos me miraron con ojos perdidos en algún lugar, no pude pensar otra cosa que ellos recordando tiempos en donde esta chica, donde Milla los recordaba y les daba tanto amor como ellos a ella. Luego sentí melancolía, porque mi madre había muerto cuando yo era un chico… porque mi padre se había vuelto un conservador solitario que apenas se preocupaba por mí; hasta podía recordar que en varias ocasiones, durante sus borracheras, me había dicho que todo lo que había hecho por mí, en realidad lo había hecho por mi madre, que yo no significaba más que un estorbo sin ella. Mi padre ya no era ese hombre que me crio de pequeño; ahora ya no tomaba y se había disculpado conmigo por todo lo que me había dicho alguna vez; simplemente ver a estos padres me hacía pensar en el amor incondicional que yo nunca había tenido.

            —¿Qué se hace ahora, doctor? —preguntó Maiah.

            —Bueno, lo más recomendable sería tenerla aquí para observación.

            —¡NO! —contestó Joshua con una voz estruendosa—, ella vendrá con nosotros a casa, hemos esperado tantos años que no podría hacerlo un día más sabiendo que está bien, le pondremos un doctor y todas la enfermeras necesarias en la casa… allí hay suficiente espacio para que vayan psicólogos, psiquiatras y fisioterapeutas.

            —Señor… no quiero ofenderle —interrumpió el doctor con una voz templada y respetuosa—, pero tenerla aquí sería lo mejor para los tres.

            —¿Amor? —dijo Joshua refiriéndose a Miah.

            —Creo que mi esposo está en lo correcto; usted no sabe todos los días que pasé en vela intentando soportar la ausencia de mi hija; ¿cómo cree que voy a dormir sabiendo que está de vuelta en este lugar frío y solitario? Además, tenemos suficiente dinero para pagar todo lo que mi niña necesite.

            —De acuerdo, pero tendrán que firmar un documento donde se señala que el hospital no se hace cargo de cualquier incidente.

            Ellos asintieron, Maiah me abrazó nuevamente y Joshua salió detrás del doctor.

            —Todo va a estar bien mi niña, cuando te des cuenta ya habrás regresado a tu vida anterior… como si esto no hubiera pasado.

 

Las imágenes de coches, árboles y gente comenzaban a pasar ante mis ojos como un ráfaga de fotografías; borrosas y llenas de singularidades propias de mis recuerdos. Miro el vidrio de la parte trasera el coche y todo pasa tan rápido y en silencio como una película muda; lo único que me consuela es que estás imágenes pertenecen a la misma ciudad en la que he pasado gran parte de mi vida; y por el rumbo que ha tomado el coche supongo que no piensa salir de la ciudad; podré estar cerca de Nina lo más que pueda.

            Mis ahora padres sustitutos no dejan de hablar intentando hacerme recordar historias sobre nosotros tres; sobre parientes que no conozco y sobre lugares a los que nunca he ido. Es extraño, porque de alguna manera siento emociones encontradas, como si realmente yo hubiera estado en todos esos lugares; la explicación que viene a mi mente es aquella extraña teoría sobre la memoria celular; que aunque no puedo explicar a lujo de detalles por mi poca experiencia en el tema, me tranquiliza al momento.

            Mis ojos se abren de par en par cuando Maiah me dice que hemos llegado; no porque me lo haya dicho, sino porque frente a mi vidrio se encuentra una enorme casa; una mansión o inclusive un palacio. Me recojo nuevamente el mechón de cabello que se cae sobre mi frente y me doy cuenta del calor que me provoca tener este pelo tan largo, e incluso, hasta me provoca cierto dolor de cabeza, no agudo y parecido a los que me daban antes, pero molesto.

            El portón del lugar se abre automáticamente dejando ver ahora los hermosos prados verdes que se extienden alrededor de la mansión. El choche entra y pasa de largo por un camino bastante extenso hasta llegar a la entrada de la mansión. Rápidamente comienzan a aparecer muchas personas, y para mi punto de vista, criados, criadas, mayordomos y demás personas. Todos sonríen y saltan de gusto al ver entrar el coche hasta frente de la puerta principal. Joshua baja y abre mi puerta; frente a mí aparece un hombre regordete con una silla de ruedas; luego un par de jóvenes se acercan, toman de donde pueden para ayudarme a sentar sobre la silla. Lo único que pienso es: está familia se está pudriendo en dinero.

            Me han sentado frente al comedor; yo simplemente no dejo de maravillarme y sorprenderme por todo lo que hay dentro de la casa, son tantos lujos que ni siquiera podría enlistarlos. Son tantos lujos y tantas cosas que nunca tuve en mi vida; porque mi familia no era muy adinerada que digamos, mucho menos después de que mi padre dejó de trabajar por su depresión tras la muerte de mi madre; yo incluso, para poder sacar mi carrera adelante había necesitado de becas y préstamos que me dejaban noches pensando y haciendo cuentas para poder pagar.

            Lo sorprendente no acababa allí, lo sorprendente todavía venía. Cuando comenzaron a llegar todos esos platos de comida a la mesa; comida que solo había visto o probado en las pocas veces que había tenido dinero extra y había invitado a Nina a comer a restaurantes caros como el Guten Tag, me sentí más perdido y desubicado de lo que ya estaba; recordé todas esas veces que había pasado hambres y había trabajado en vacaciones para poder llevar comida a mi padre; de esas veces que me incitó el deseo de robar comida o no pagar la cuenta. Ahora parecía absurdo no saber por dónde empezar a comer.

            Maiah se acercó y me dijo que en cuanto se habían enterado de la buena noticia, habían enviado un mensaje para que todos se organizaran, limpiaran e hicieran mis platillos favoritos; pero que habían esperado a decirles a sus familiares de mi regreso, porque posiblemente me sería vergonzoso que me vieran de la manera en la que me veía ahora; yo no podía entender y compartir ese pensamiento, porque realmente no me sentía mal de la forma en que me habían vestido; pero la realidad era que yo no conocía la vida de Milla, sus forma de pensar y ver el mundo; de vivir, de comer, de sentir… viendo este lugar y por lo que decía Maiah, Milla era una chiquilla mimada.

            —En cuanto comiences a caminar y recuerdes todo… entonces les diremos, y así tu regreso será perfecto.

            —Yo… realmente no me importa —le digo, porque la verdad me interesa más caminar para poder ser independiente y recuperar mi vida; me interesa estar tranquilo para poder investigar e intentar recuperar mi vida.

            Más tarde, y terminando de comer, todos me miran preguntándose si ya he recuperado la memoria al haber comido mis platos favoritos, pero yo solo sonrío y asiento en que la comida está demasiado deliciosa; ellos se desilusionan y finalmente me envían a descansar a una habitación; que dicen es la mía y la han mantenido intacta hasta mi regreso. Aquella habitación, justo antes de abrir la puerta, la pude imaginar como un mundo rosado, con vestidos y espejos, pero me sorprendió ver que todo el lugar estaba impregnado por un estilo moderno, organizado y sin exceso de objetos; más bien era amplio y de buen gusto, y supe que aquel lugar era casi como yo lo hubiera decorado; sobre todo por un enorme y único cuadro de los Beatles que decoraba una pared; el cuarto era perfecto.

            Me dieron un control que tenía un botón y una bocina, y supuestamente si lo apretaba llegarían alguien para ayudarme. Me dieron muchas cosas que posiblemente no necesitaba, como toallas y muchos tipos de zapatos. Luego me dejaron sola, sentada en la silla, frente a un televisor de al menos 60 pulgadas. No sabía qué hacer en ese momento, miré a mi alrededor y tenía todo lo necesario para distraerme y divertirme; como reproductor de música; comida y computadora; pero cuando vi el teléfono no dude en ir y hacer una llamada.

            La llamada no era para alguien tan cercano y conocido, la llamada era para un compañero de trabajo al que siempre le pedían favores, claro, sus favores siempre implicaban una buena suma de dinero, porque no se trataban de cualquier favor, eran favores que significaban infringir la ley. Yo le había pedido un favor, no era la clase de ética que formaba en mi vida, pero en este momento era mi única esperanza. Lo que tenía que hacer era informarme de mi estado, del de mi cuerpo verdadero, de Alan.

            No fue muy difícil convencerlo de que le pagaría tan pronto tuviera un banco frente a mí, sobre todo porque era una fuerte cantidad de dinero; el trato era simple, yo le daba mi correo, uno que había hecho hace tiempo y no ocupaba mucho; y él me mantendría informado de todo lo que se refería al estado de Alan Maciello Bustamante. Cuando me dio la primera noticia, allí en el teléfono, de que efectivamente Alan estaba en coma y que su novia estaba histérica no quería que lo desconectaran me sentí muy aliviando, como si me regalaran un paquete de tiempo extra; quise preguntar sobre mi padre, si él había tomado alguna decisión, pero él se negó al decirme que realmente no sabía más, pero investigaría y podría manos a la obra con tal de tener la cantidad que le prometía. Supongo que diez mil pesos eran suficientes para tener un espía de aquel lado; parte de los ahorros de mi vida se irían en su paga, pero ni siquiera estaba seguro de seguir teniendo una vida.

            Lo único que le recalqué de manera extrema fue: “Si lo van a desconectar, llama y avísame lo antes posible”.

 

Estoy frente de la computadora, de una computadora blanca que me han dejado en un escritorio muy ordenado: hay lápices nuevos a los que no se les ha sacado punta; un reloj digital de números iluminados por un fondo azul; una caja metálica con plumones de distintos colores y un bote de basura justo al lado de la mesa. Nada estrafalario ni llamativo, y es que miro la computadora y es tan parecida a una que quise comprar una vez pero era demasiada cara… pero para ser demasiado cara no tiene nada de diferente de la que compré de rebaja en un bazar.

            Quiero encender la computadora; revisar mi correo y ver si ya me ha enviado mi espía alguna nueva información; pero parece absurdo si hace apenas unos cuantos minutos que le he hablado. Al final termino prendiendo la computadora, pero me topo con que tiene contraseña. ¡Mierda!, refunfuño. Este se supone es el único medio para poder contactarme con el Roberson, se supone que es mi única forma para poder estar al tanto de lo que sucede con mi cuerpo. Estoy a punto de gritar y tirar la computadora del coraje; pero luego pienso que si tienen tanto dinero, ¿por qué no me han dado un maldito celular? Uno de esos caros que tienen acceso a internet y se les puede configurar el correo para que te notifique cuando te llega uno nuevo.

            Contengo mi ira y desesperación; miro la pantalla y pulso el cursor sobre la barra de contraseña; el punto comienza a parpadear y pienso en intentar encontrar la contraseña: primero pongo el nombre “Milla”, pero es rechazado; luego intento con el nombre de los padres, pero tampoco funciona; pongo las contraseñas más absurdas y obvias del mundo, pero sigue sin funcionar; luego pienso… pienso y vuelvo a pensar, y… viene a mi cabeza la palabra “metamorfosis”. Tecleo con paciencia la palabra, doy un enter y mágicamente entro a la pantalla principal.

            Me rio como loco de lo que acabo de hacer; de lo que acabo de lograr; quisiera levantarme de la silla y dar saltos por todo el cuarto, pero me limito a sonreír como un desquiciado que se ha sacado la lotería. Busco rápidamente el explorador y tecleo la página de mi correo; entro y sin dudarlo me voy a la barra para poner mi correo y noto que se autor rellena con un correo: millavaroul@hotmail.com, y no dudo en suponer que se trata del correo de... mi ahora cuerpo.

            Me animo en retar a mi suerte y dejo el correo, bajo a la barra de contraseñas, pienso unos segundos y comienzo a teclear: ruiseñor2M, y sin más, la página se carga. Qué mierda, pienso; esto debe ser una broma… la primer contraseña todavía era más obvia, pero esto… número y mayúsculas… esto significa más que suerte, quizá… quizá… se trate de ese tema de la memoria celular, porque si no es eso… no tiene otra explicación lógica.

            <<¡Tok Tok! —una voz llama a la puerta.>>

            Volteo y me doy cuenta de que la puerta ya se ha abierto, allí está Maiah con una mesita para enfermos y comida; miró de reojo y me doy cuenta de que son unos hot cakes y una taza de café.

            —Lo siento amor, pero preferí traértelo yo misma. Sí, sé que es demasiado pesado para la cena, sé que cuidas tu cuerpo y no te gusta engordar, pero estás demasiada débil y delgada como para que nos preocupemos por eso, mira —señala con la mirada la comida—, son tus favoritos de niña… —ella se acerca hacía mí y me doy cuenta de que está observado la pantalla.

            —¿Estás checado tu e-mail? —pregunta. Yo no digo nada y miro la pantalla asustado—, tu padre y yo nos preocupamos por todo lo que significaba tu regreso; no queríamos que cerraran tu correo y perdieras prácticamente perdieras la otra mitad de tu vida, así que decidimos enviar, al menos cada mes, un correo para nosotros desde tu celular —me mira sonriendo y se encamina hasta la cama para dejar allí la mesita; da media vuelta y camina hacia el guardarropa, lo abre y saca de él una caja pequeña de color blanco; luego regresa de nuevo hacia mí—, mira, aquí está tu celular —dice mientras lo saca de la diminuta caja.

            —Wow, qué celular tan moderno —respondo al darme cuenta que se trata de un celular bueno, pero de una generación bastante retrasada.

            —Lo sé, lo sé… pronto te compraremos el que tú quieras, pero por ahora soporta la vida con él. Por cierto, te traigo buenas noticias…

            —¿En serio? —pregunto sin ganas, la única noticia que me alegraría sería que encontraran la cura para regresar a mi cuerpo.

            —Sí, ya conseguimos un nutriólogo, un psiquiatra y… ¡tan, tan! ¡Un fisioterapeuta! ¡El mejor de la ciudad! Mañana mismo comienza tu rehabilitación.

 

Siente meses… ya han pasado siete meses desde que inicié mi rehabilitación. No hay nada que haya sucedido en esos siente meses, más que he proseguido investigando sobre mi tesis, aunque no es lo mismo sino tengo asesores que me puedan ayudar; pero lo más importe, he logrado encariñarme con cada uno de los miembros de esta familia, y con familia no solo me refiero a Maiah y Joshua, no, también a todo los que trabajan en esta enorme mansión.

            Allá está Ramírez, el jardinero que cada semana me corta flores… al principio me sentía ofendido, pero la verdad nunca me habían dado flores, y tarde o temprano me acostumbré a recibirlas de ese Ramírez bigotón; justo allá por la esquina está Amalia, una joven muchacha que siempre está limpiando ventanas; y es de lo más raro, porque parece que hay una sirvienta para limpiar cada cosa en este lugar; justo allá por el coche negro está el chofer… Benito, él es tan bueno conmigo… no sé cómo Maiah y Joshua confían en él después de que les dijo que lo despidieron por andar desobedeciendo y llevando a una niña a donde no debía, quizá fue por su honestidad.

            Con Benito es con quien más me llevo, sobre todo porque es mi chofer y me lleva a todos lados; y porque hasta hace un mes todavía se tomaba la molestia de cargar mi silla de ruedas conmigo. En varias ocasiones le he mentido pidiéndole que me lleve a lugares lejanos para así poder pasar por el Roberson. Tenía la esperanza de ver a Nina o algo parecido, pero nunca ha sucedido, aunque me siento bien sabiendo, gracias a mi espía, que sigue soltera y esperando a que despierte, sí, aún sigo en coma… o al menos mi cuerpo verdadero.

            Hablando de cuerpos… cada día me doy cuenta de que me estoy acostumbrando a esto… Senos, trasero bonito, vagina, poco vello… es como si estuvieran consumiendo mi alma hasta apropiarse de ella. En un tiempo tuve molestias con mi pelo, largo y caliente, pero si Milla regresa a este cuerpo no quiero espantarla con un corte horrible, por lo que solo he pedido que me corten el cabello tal y como lo solía tener; es lindo, nada impresionante… pero lindo.

            El que está frente de mí flexionado mis rodillas es Jason, mi fisioterapeuta. Casi no hablo mucho con él, y no es que no quiera, pero en más de una ocasión he presentido que ha querido propasarse, sin embargo, nunca ha llegado a más que acariciarme sutilmente mientras dobla mis piernas. Si no me he ofendido es porque gracias a él ya puedo andar sin problemas, por algo decía Maiah que era el mejor de la ciudad. Aún recuerdo la primera vez que lo vi: grande, atlético y moreno; me dio miedo pensar que rompería alguno de mis huesos. Se supone que este mes es el último de terapia, y si escribo es porque Jason me hizo llegar a mi límite de paciencia.

            Todo está tan normal como siempre, sus caricias que me enojan pero que soporto; nunca lo miro a los ojos porque me repugna su mirada, y la verdad también me repugna el hecho de que sea hombre y haga ese tipo de cosas con una mujer, pero necesito caminar y comenzar a resolver este pequeño mal entendido de cuerpos de hace siete meses. Lo miro a los ojos por error, y veo que tiene una mirada penetrante y sumergida en algún mundo paralelo. Allí es cuando lo vuelvo a ignorar y giro para ver a lo lejos a Benito lavando el coche. Supongo que Jason pensó que esa fue una señal, porque después de eso cambió de posición, levantó mis piernas y me tocó el glúteo derecho. Al principio no lo noté por estar pensando en otras cosas, pero cuando sentí que presionó su dedo pulgar sobre mi coño…

            —¡Qué te pasa pendejo! —le grité. Pude pararme e irme indignado, pero aquello… aquello era demasiado. Bajé las piernas rápidamente y con la izquierda le zampe un golpe en los testículos con toda mi fuerza… oh, si bien sabré que se siente de la mierda un golpe allí.

            —¡Hija de perra! —masculló entre dientes mientras se sostenía con las rodillas en el prado y las manos sobre sus partes.

            Me levanté lo más rápido que pude y sin pensarlo dos veces le di un puñetazo en la cara, el cual terminó tirándolo al suelo de una vez por todas. Benito y todos miraron desde lejos con la intensión de ir hacia mí, pero yo comencé a dirigirme hacia donde estaba Benito. Una sirvienta se acercó corriendo asustada hacia donde me dirigía.

            —Dile a mis padres que ya no son necesarios los servicios de este pendejo, que se propasó y que me voy con Benito a pasear para calmar mi enojo —dije bastante encabronado.

            —Sí señorita —respondió y salió corriendo hacia la mansión.

            —Benito, quiero que me lleves a un dirección —le dije directamente mientras me subía al coche.

            —¿Todo bien? ¿Segura que quiere salir ahora? Quizá no sea el momento adecuado. A pesar de sus súplicas cierra la manguera y se sube al coche—, señorita…

            —¡Vámonos Benito! —levantó la voz sin tratar de ofenderlo.

            —¿Y sus padres? Se van a preocupar si no les dice a donde va.

            —Mis padres ya han perdido la esperanza de que recuerde algo… esto es vivir una mentira Benito, y ya no lo soporto. Tengo que arreglar esto.

            Benito enciende el carro; veo su mirada por el retrovisor y solo noto confusión. No espero que lo entienda, ni siquiera yo.

 

Doy un profundo respiro y me tomo unos segundos. Finalmente toco el timbre de la puerta. Escucho los pasos de alguien acercándose. Me pongo nerviosa… nerviosa, y trato de mantener la mirada en alto. Entonces la puerta se abre y ya está frente a mí.

            —Blake —afirmo al verle el rostro. Aquel chico alto, musculoso y moreno claro que tantas veces fue mi mano derecha. Ahora lo veo con los ojos hinchados y unas ojeras profundas debajo de esos ojos almendrados.

            —¿Sí señorita? ¿La conozco? —pregunta adormilado, y noto en su aliento un fuerte ahora a alcohol.

            —No, pero yo a ti sí —respondo mirándolo a los ojos.