Metamorfosis

Ella es Milla

—¿Puedes decirnos tu nombre? —preguntó el doctor de bata azul y barba prominente. Yo no respondí—. ¿El nombre de tu padre? ¿Nada? ¿Quizá el de tu madre?

—Lo siento, respondí apenada. En realidad no sabía de quienes me estaba hablando.

—De acuerdo —respiró hondo y se acomodó para acercarse a mí—, dime lo último que recuerdes, cualquier cosa.

—Yo… —divagué un poco intentando recordar esa “cualquier cosa”, porque ni siquiera tenía la certeza de que lo que recordara fuera lo último. Pensé profundamente, pero dentro de mí solo había una hoja en blanco, un mundo borroso y fuera de color. Entonces fue allí cuando parpadeó una pequeña lucecita en mi interior, eso… eso era un recuerdo—, lo último que recuerdo es una piscina, quizá mucho ruido y luces. Espera. Recuerdo que estaba algo mareada, pero luego me metí al agua y comencé a sentirme mejor, entonces sentí un punzada muy fuerte, y de pronto, todo se puso borroso, de allí en adelante no sé más.

—Ya veo, bueno, Milla, lo que recuerdas, y por lo que me han contado tus padres, es lo que te sucedió antes de que tuvieras el derrame cerebral que te mantuvo en coma por casi seis años.

—¿Seis años?

—No exactamente. Despertaste hace, más o menos un año, pero por desgracia el golpe que tuviste fue tan fuerte que… imposible o no, perdieras de nuevo todos los recuerdos, puede que incluso los de este año.

            Miré al doctor como si no entendiera, aunque en realidad no lo hacía. Él solo se paró y me miró desconcertado, observó y revisó sus notas un par de veces más antes de acercarse a la puerta. Me observó y sonrío, asintió con la cabeza en señal de despedida y salió por la puerta, ésta quedó entre abierta, y lo primero que alcancé a mirar fue a la misma chica morena de ojos verdes, sentada en el pasillo sin hacer otra cosa más que tener la mirada fija en el suelo.

            Me recosté nuevamente y miré el techo, traté de entender lo que estaba sucediendo, pero entre más lo intentaba, más me enloquecía. Por ahora, lo único que sabía era que me llamaba Milla y había sufrido un coma, pero lo que más me sacaba de mi juicio, era que había pasado un año de mi vida después de haber despertado del supuesto coma. Tantas cosas que debía haber hecho, y ahora no recordaba ni una sola.

            Mientras seguía en estado de introspección, la puerta se abrió completamente, para dejar pasar a una pareja mayor. La mujer me miró con los ojos más cristalizados que jamás había visto en mi vida, ella me abrazó sin pensarlo hasta casi asfixiarme, luego se apartó y comenzó a mirarme de una manera tan furiosa como penetrante.

            — Milla Valois Roules, ¿cómo te atreves a desaparecer? Se supone que nosotros íbamos a irte a buscar, y luego, no estabas… ¿Qué pensabas que iba a pasar con nosotros? ¡Primero nos dices que necesitas tiempo a solas!

            —Y claro que era un no —interrumpe el hombre detrás de ella.

            —Estoy casi segura que nos diste la hora mal para que te escaparas. Yo sabía que la recepcionista estaba en lo correcto, pero insististe… te desconozco hija.

            —¿Hija? —susurré en voz alta y ambos me miraron desconcertados.

            —El doctor nos ha dicho que otra vez estás en ceros, ¿es verdad? —me pregunta el hombre.

            —Yo… —respiré profundo antes de que se interpusiera dentro de mi cabeza un zumbido—, Joshua y Maiah, ¿verdad? ¿Papá, mamá? —repliqué, pero dentro de mi cabeza los nombres comenzaban a conectarse. Habrá sido magia, alguna fuerza superior o simplemente mis neuronas, pero fue entonces cuando entendí quienes eran ellos, eran mamá y papá. Ambos, ahora se veían tan viejos, ¿de verdad seis años?

            —¡Amor!, al menos no nos has olvidado, ¡claro!, nadie debería olvidar a sus padres —dijo mamá antes de volverme a asfixiar entre sus brazos. Luego papá obedeció al momento y se abalanzó detrás de mamá, así para quedar los tres sumidos en un cálido abrazo.

            —Esperen, yo lo siento, si me escapé, pero es que eso no lo recuerdo, ni siquiera sé de dónde me escapé, ¿me entienden?

            —Mill, eso ahora no importa, lo importante es solucionar algunas cosas más importantes —me dice papá tomándome de mi mano.

            —¿Más importantes?

            —Hija, al parecer estuviste en una escena de crimen… y tus huellas están por todas partes. No sé mucho sobre casos, pero gracias a todas las series de televisión que he visto, sé que verán muy oportuno que hayas olvidado todo, y espero que no te ensucien con todo eso.

            —¿Estuve en una escena de crimen? ¿Maté a alguien? —pregunto asustada.

            —¡No!, lida, tú no hiciste nada, y de eso estoy segura, porque eres mi hija. Al parecer hubo alguien más allí, una tal Christina, ella parece tener un historial algo… ¿borroso? —dice mamá mientras se muerde el labio superior, y por minúsculos segundos, vuelvo a recordar que solo hace eso cuando está realmente preocupada.

            —Sí, por borroso tu madre se refiere a que… faltan algunos papeles, y por lo algunas llamadas que la policía ha hecho, la conocen muy bien. No es una mujer buena, dicen que ya ha estado en este tipo de actos antes.

            —No comprendo, por qué yo estaría con alguien así. Ustedes saben que ese tipo de compañías no se me dan —¿de verdad dije que saben? ¿Cómo lo sé yo? Pensé—, aunque…

            —Aunque, ¿qué? —replican ambos al mismo tiempo.

            —Antes de despertar… o cuándo desperté… lo siento, creo que estaba sedada, una mujer vino a despedirse de mí, dijo… creo que dijo que no podía regresar a la cárcel y que… —pienso bien para continuar, porque también recuerdo que la mujer me dijo que me amaba, ¿me amaba? Seguro debía de estar muy mal para decir algo así, pero preferí quedarme con eso, porque si no recordaba ese año, y decía que me amaba, quizá había hecho más que ser cómplice de una escena de crimen.

            —¿Qué? —preguntó mamá.

            —Es que es tan borroso, creo que algo de que se enfadaría su papá —y que iba a regresar, pero eso también decidí omitirlo. ¿En qué clase de mujer me había convertido? ¿Me había vuelto lesbiana? ¡No! ¡Jamás! ¡Eso ni pensarlo! Quizá, y los más cercano a la realidad, era que esa mujer me había ayudado a escapar, se había enamorado de mí y ante mi rechazo, había matado a algún chico que me gustaba. Definitivamente tenía que ser eso, no podía ser algo más.

            Aquel día no dejaron entrar a nadie más, no hasta que llegaron un par de agentes a interrogarme. Hicieron las típicas preguntas policiacas que hacen en las películas: ¿qué hacías a esa hora? ¿Conocía a los sujetos? ¿Quién era la otra chica y qué tenía que ver con ella? Etc. Fue inútil, porque no pude responder a ninguna de las tres interrogantes, claro, especifiqué y me apoye en lo que me había dicho el doctor, y claro, en mi posible teoría, pues más de un par de veces insistieron en si tenía que ver algo con la tal Christina, y por su tono de preguntas, se referían a algo sexual.

            Uno de los oficiales se acercó al oído del otro y le susurró por unos cuantos segundos. El primero asintió y me miró directo a los ojos, como si intentara arrebatarme de un solo gajo la verdad.

            —Mi compañero ha investigado más de lo que debía, y supuestamente no es la primera vez que la señorita Christina comete un acto de asesinato por una obsesión. No entiendo exactamente cómo pueden dejar salir a personas como ellas, pero si la atrapamos, que yo espero que sea así, yo mismo me encargaré de no dejarla salir.

            —¿De verdad es tan peligrosa? —pregunto asustada.

            —Sí, aunque las personas que son inestablemente emocionales, pueden llegar a ser igual de peligrosas que las estables. No se preocupe, indagaremos en esto, por su protección, si ha dicho, como no lo ha compartido, que regresará, estaremos al tanto.

            —Gracias…

            —Detective Juan Carlos. Y por favor, si recuerda algo que nos pueda ayudar a meter a esa pequeña asesina. Insisto, háganoslo saber.

            Asentí, y los dos hombres salieron sin hacer más preguntas. Lo único que hacían era mascullar entre ellos, pero decidí no poner más atención en aquel par. Mis padre, que se habían quedado a fuera, entraron nuevamente, y se mantuvieron allí hasta que se hizo de noche, que fue la hora en que la chica morena de ojos verdes, logró entrar a mi habitación. Parecía bastante cansada, pero no entendía qué tenía que ver conmigo o por qué se molestaba tanto en quedarse a mi cuidado.

            —Ha sido un día largo, ¿no? —me pregunta mientras entra.

            —Si por largo te refieres al hecho de que te incriminen por matar a cuatro hombre…

            —No te preocupes, ya les he dicho todo lo que sé sobre Christina, incluso más de lo que debía. Como sea, ahora saben que no es una persona de fiar y que posiblemente tiene problemas mentales.

            —Hay muchas cosas que no recuerdo, antes o después de mi coma, ¿de verdad puedo olvidar dos veces? Me da miedo pensar que por cada golpe que me dé voy a rebobinar mi cinta a nueva.

            —El cerebro es… el más grande misterio del mundo, incluso para los doctores. ¿Aún estás segura de no recordar nada?

            —Sé que eres Nina, pero porque me los has dicho, de allí en fuera creo que comienzo a recordar cosas, pero, nada nuevo. ¿Cómo nos conocimos? —le pregunto, porque sí me interesa saberlo.

            —Bueno, es una larga historia —me responde mientras se sienta a los pies de la cama.

            —De seguro hoy no me van a dar de alta, así que puedes aprovechar.

            Conforme iba pasando el tiempo y explicaba detalladamente lo sucedido, comenzaba a tener una idea más tangible de la clase de persona en la que me había convertido. ¿Por qué estaba ella allí? Christina, ella le había marcado, y de allí que diera los datos del hospital mental donde estuve, para así luego mis padres supieran de mi paradero.

            Yo casi sabía, corrijo, estaba segura de que había algo más de lo que ella me había contado. Al principio me comentó de la duda que tenía sobre mí y su novio muerto, un tal Allan, pero en cuestión de segundos le dio la vuelta a la historia para involucrarme de otra manera totalmente diferente. ¿Yo tenía un hermano? Allí cometió el error más grande del mundo, porque jamás había pensado sobre la idea de ser adoptada…

            Por lo tanto, tuve que hablar con mis padres, decir que me explicaran todo lo que me había ya dicho, antes de perder la cabeza nuevamente, y sí, nunca lo negaron y reiteraron todo. No quise, no deseaba hablar con ellos, en realidad, con nadie, así que el mismo día que me dieron de alta y quitaron los cargos sobre mi persona, pedí que me llevaran a casa y me dejaran totalmente sola. Bueno, ellos, todos en realidad, respetaron mi decisión, y se limitaron a llevarme la comida y cualquier cosa que necesitara.

            Casi todos los días, sino es que todos, Nina me llamaba o enviaba un mensaje, donde me pedía de la manera más atenta solo una cosa, un examen de ADN, por supuesto yo me negué, porque en todo caso, no deseaba tener algún lazo con esa mujer, no la conocía o tenía intención de hacerlo. De todas formas, ¿qué ganaba ella? Vale, si era hermana de ese hombre, ¿qué? La verdad que no lo entendía, y cuándo me lo pedía, yo insistía en qué me dijera que ganaba ella con todo eso. La única respuesta era: paz.

            Con el paso del tiempo comencé a desenmarañar una serie de recuerdos, cosas que realmente pasaron, y aquello me hacía muy feliz, porque estaba recuperando mi vida. Bueno, seis o siete años estaban completamente muertos, muchos amigos se habían ido, y mi novio, al cual de verdad no deseaba recordar, estaba en la ciudad. Todo era un caos por mi ausencia, pero la idea de encontrarme totalmente me mantenía con fuerza.

            Un día, Nina dejó de enviarme mensajes, y de alguna manera mis padres se alegraron, porque para aquel entonces les había contado todo. Sin embargo, había algo más que me mantenía en desconcierto, y era esta sensación de estar en otro lado, o algo así, como si estuviera más extraña. Todo era raro, porque jamás me había sentido así antes.

            Recupero lo anterior, porque un día, mis primas me acompañaron a comprar ropa, porque la que había comprado después de mi primera resurrección definitivamente no era de mi estilo. No es llegar a más detalles, pero todo estaba bien hasta que pasó a mi lado una chica muy guapa, y quizá no haya sido nada, porque antes lo hacía, pero solo para ver su ropa o esas cosas. Esta vez no era así, la mira, y juro que lo primero que hice fue mirar su trasero.

            Todo el día pensando sobre ellos, y me sentí reconfortada cuándo supuse que todo se debía a los celos. ¿Qué había hecho en todo ese año? ¿Comer frituras y tomar cerveza? Desgraciadamente siempre había sido muy delgada, pero si a eso le añadía mi flacidez. En general, me sentía muy rara, porque cuando me miraba al espejo me sentía vieja, era como mirar a otra persona.

            Lentamente comencé a recuperar mi vida, o parte de ella. Así el tiempo comenzó a llevarse todo lo malo, y a traerme cosas buenas, aunque en realidad decidí dejar mi vida en manos del destino. No quería estudiar, aunque me sentía muy estúpida y atrasada, pero tampoco quería ocupar mi nueva vida en eso, y aunque mis primas comentaban de un acto heroico en público, yo no sabía nada de eso, literalmente, yo era la persona más incompetente como para salvar la vida de alguien.

            Después casi otro año de mi nueva vida, en el que no pasó nada relevante, más que la tención de que regresara la tal Christina, encontré un papel debajo de la cama, allí decía claramente Nina al menos unas cincuenta veces. Si yo había escrito eso, quizá había algo más, y la intriga no me dejaba dormir a veces. Así, que sin más, decidí ir a darle una visita a la tal Nina, y puesto que me había dado su dirección muchos meses atrás, esperaba poderla encontrar allí.

 

Miro el retrato tres veces o más. Es imposible que esos ojos no sean los míos, de verdad que se parece a mí. Incluso tiene la misma nariz, aunque él tiene el pelo más ondulado que yo. Dejo la foto en su lugar y espero a que Nina cumpla con traerme una taza de té. Ni siquiera me gusta el té.

            —Ten —me dice mientras me deja la taza entre mis dos manos. ¡Diablos! Olvidé el azúcar. Ahora vuelvo.

            Nina se va, y yo lo único que hago es verla retirarse a lo lejos. Me encanta su cabello, tan castaño y ondulado, como para querer olerlo y tocarlo todo el día entre mis dedos. ¿De verdad he pensado eso?