Metamorfosis

La Botella del Diablo

—Entonces… ¿eso significa que aceptar hacerte la prueba de ADN?

            La verdad es que Nina cree que estoy aquí para hacerle un favor, pero lo que ella no sabe, lo que ignora, es que yo quiero aprovecharme de la situación. Deseo saber lo me llevó a esconder un papel con su nombre escrito un millar de veces debajo de mi cama. Lo he pensado mucho, y por lo que me ha dicho, solo hay dos opciones, o quería realmente matarla, o estaba obsesionada con ella. Si es lo segundo, de verdad espero no incluya nada lésbico o parecido.

            —Pues… ¿qué pierdo yo? —respondo mientras miro dentro de la taza.

            —De verdad que me sentiría muy agradecida por eso, sé que parece como si estuviera perdiendo la cabeza, pero por alguna razón estabas tan cerca de Allan.

            —Nunca lo conocí, de verdad que no tengo idea por qué estuve acosándote a ti o a su cuerpo en coma. En serio, lo siento mucho.

            —De todas formas, lo he estado pensando…. Tienen tantas cosas en común… físicamente, claro —responde y saca su celular para mostrarme más tarde un fotografía de él. Me lo entrega.

            —Bueno, tenemos el mismo color de ojos, pero de allí en fuera somos completamente diferentes.

            —Pero la fecha de sus cumpleaños coinciden, puede que incluso sean…

            —¡No! La forma de nuestro rostro es muy diferente, si yo me pareciera a él, sería una mujer muy masculina y fea; sin ofender. Quizá mellizos…

            —Bueno, ya no lo dirá la prueba —se conforma con decir.

            —Claro, tú y yo podríamos haber nacido el mismo día y a la misma hora, y no por eso tendríamos que ser gemelas.

            —Tú rubia y yo morena… Sí, tienes razón. Sin embargo, sigo creyendo que hay algo, lo puedo ver en tu mirada.

            —Créeme, mi mirada no tiene nada de especial.

            Ambas nos quedamos en silencio después de mi diálogo, nos miramos sonriendo, en mi caso, por crear empatía; en el de ella… bueno, de verdad parece feliz. Mis padres no lo saben, pero en realidad esto de hacerme al fin de cuentas la prueba es solo cosa mía; yo…. Creo muy en mi interior que esa prueba será positiva, y comenzaré a preguntarme qué fue de todo ese tiempo perdido al lado de alguien con quien compartí un vientre por nueve meses; las cosas que pudimos haber vivido, las largas conversaciones, y por qué no, las interminables peleas de hermanos.

            —¿Cuándo crees que podríamos hacer la prueba? —me interrumpe mientras choca su cuchara en el interior de su taza.

            —Por mí, hoy mismo.

            Ella asiente, y en menos de media hora nos encontramos en el Hospital Roberson, donde ella trabaja. Jamás han gustado los hospitales, porque es como si ellos esparcieran la muerte, y por alguna razón, el olor a antibióticos me recuerda a la muerte. Me siento en una sillita a esperar que la enfermera me saque la sangre, y mientras lo hace, intento respirar todo el aire que pueda, pues siempre he tenido la idea de que si me muevo, pueda salir desangrada. Tonto, lo sé.

            Miro por la ventana, luego entra Nina y saluda a la enfermera. No digo nada, más que un susurro de “estoy bien” para tranquilizarla. A lo lejos me mira un señor mayor, y supongo que es un doctor por su bata, me mira con entusiasmo y entra en la sala justo al mismo tiempo que la jeringa sale de mi vena. Se queda allí, frente a mí, sin pronunciar ni una sola palabra, y no sé cuál exactamente será su siguiente paso.

            —¡Milla! No supe que pasó contigo… ¿recuerdas? Ibas a estar con nosotros para poner en práctica todos esos conocimientos ocultos.

            No digo absolutamente nada, ya que no tengo ni una mínima idea de quién sea, sin embargo, Nina lo saluda y es como puedo saber al menos su nombre.

            —¡Dr. Carrillo! —le saluda.

            —Hola Nina… Hola Milla, no sabía que se conocían. Por cierto, lamento informarte que la junta se enteró de todo y denegó tu participación.

            —¿Participación? —pregunta Nina.

            —Sí, esta mujer sabe tanto de medicina como tú o cualquier alumno —responde mientras pone sus manos en sus caderas.

            —Eso es imposible, yo no sé nada de medicina. De verdad, yo hasta reprobé anatomía en la preparatorio, y no pregunté cómo es que logré pasarla. Y si no se convence con eso, hay un papel que valida mi amnesia de antes y ahora.

            —Yo… no sé qué decir —balbucea—, yo vi lo que hiciste con ese hombre… si eso es resultado de reprobar anatomía, deberíamos implementarlo más en nuestros alumnos.

            —¿Por eso es que estabas aquí? —me pregunta Nina.

            —Si pudiese responder concretamente lo haría, pero no, no tengo idea.

            —Nina… ¿crees que podamos hablar en privado? —le dirige la palabra el doctor a ella, y ambos salen de la habitación.

            Me pongo de pie intentando escuchar lo que ellos platican, pero quedan tan fuera de mi alcance, que decido salir de la habitación cuando la enfermera lo hace. Me siento en las sillas de espera junto al pasillo y comienzo a tentar el celular para matar el tiempo. De pronto, alguien se abalanza sobre mí con un fuerte abrazo.

            —¡Milla! —pensé que te había pasado algo… ¿Todavía eres tú, hermano?

            —Disculpa, pero yo no te conozco —le respondo y me levanto rápidamente.

            —Muy gracioso…

            —¿Por qué me hablas como si le estuvieras hablando a tu amante hombre? —le respondo furiosa.

            —Yo… lo siento.

            En un rato más llega Nina con la mirada pensativa. Nos mira a ambos, no dice nada, y luego reacciona como regresando al mundo real.

            —Blake… de nuevo juntos… ¿no? —me dice.

            —Yo no sé quién es… —respondo.

            —Oh, Blake, es cierto, Milla tiene amnesia. Posiblemente no sabe nada de ti. Por cierto, Milla, Carrillo dice que está bien si las cosas se quedan como si nada hubiera pasado.

            —Lo siento, Milla —me dice el tal Blake y me extiende la mano para saludarme—, hoy… hoy hay una pequeña reunión en mi casa, acaban de expandir el patio trasero, así que… Solo serán un par de amigos y Tay, pero ustedes siempre son bienvenidas.

            —¿Tay? —pregunto.

            —Tay, su novia —me responde Nina—, de verdad, no entiendo cómo es que terminaron juntos, pero, en fin. Bueno, si tú…

            —Está bien, me encantan las fiestas, pero por favor que no incluya una alberca —agrego jugueteando con mis palabras, las cuales parecen darle risa a Nina.

            —Chiste local —responde.

 

No he bebido demasiado, más que nada me he dedicado a conocer gente nueva. A veces Nina me echa un ojo, luego el tal Blake y una pelirroja que según me han presentado, se llama Tay. De un momento a otro me llaman para unirme al juego, al de la botella.

            —¡Milla! ¡¿Verdad o reto?! —me grita uno desde lejos.

            —¡En un segundo! —le grito y me bebo el último sorbo de cerveza.

            Me siento en el pequeño círculo que han formado entre varios, justo al lado de Nina. Uno de los muchachos toma la botella vacía, resultado de una botella de ron, y le da un tiró haciendo que ésta gire tan rápido. Finalmente se detiene, y un chico es el interrogado. Dos veces más resulto ilesa, pero a la cuarta me toca a mí, y soy yo la que tengo que elegir entre verdad o reto; del otro lado está Tay.

            —Bueno, qué será bueno… ¿verdad o truco? —me da a elegir.

            —Verdad —respondo sin tapujos.

            —¿Alguna vez has estado con una mujer?

            Todos guardan silencio, esperando con ansia aquella respuesta. Los miro directo a los ojos, sonrío y después miro a Tay.

            —Nunca, en mi sano juicio jamás he estado con una.

            —Mentirosa… —susurra Tay entre dientes.

            —¿Disculpa? ¿Dijiste algo?

            —Nada, es solo que creo que algunas personas mienten para mantener intereses.

            —Tay, ya te expliqué que tiene amnesia —interviene Nina.

            —Y aunque no la tuviera, no me acostaría con una mujer tan… como tú —respondí furiosa, tanto que solo me levanté y le di la espalda a todos.

            —¡Chicas! ¡Por favor! —interviene ahora Blake—, Tay, por favor, no es momento para eso, has tomado mucho.

            —Sí, Tay, hazle caso a tu novio.

            Me alejo lo más rápido que puedo, porque presiento que en cualquier momento se lanzará sobre mí, pero en lugar de eso, me pasa una botella de cerveza rosando por la mejilla. Mi estupefacción es tanta, que doy media vuelta y me quedo inmóvil.

            —¡De verdad me gustabas! ¡¿Cómo no te puedes acordar de mí?! —grita Tay a lo lejos, y es obvio que fue ella la de la botella.

            —Mierda, ¡Mierda! ¿Estás loca? —respondo—, ya te he dicho que no me acuerdo de ti, ¿qué es lo que tú entiendes por amnesia?

            Todos toman a Tay e intentan mantenerla bien, o al menos hasta que yo ya he salido de la casa. Me siento en la orilla de la banqueta e intento asimilar lo que acaba de suceder. De verdad no puedo creer lo que ella dijo. ¿También tuve que ver con ella? ¿Exactamente con cuántas personas estuve? ¿Mujeres? Sea lo que sea que haya sido de mí, no lo reconozco, es como si hubiera sido alguien totalmente diferente, no solo una rubia con problemas de memoria.

            —De verdad que lo siento, si hubiera sabido que las cosas se ponían así, no te traía —me dice Nina a mi espada, luego se sienta a mi lado.

            —Está bien, esas cosas nunca se pueden predecir.

            —Lo que ella dijo… —introduce a la conversación.

            —Lo sé, pero ella está mal… yo jamás estaría con una mujer. Nunca me han gustado, y he tenido novios… lo que sea que haya pasado supera todo lo que soy. Yo… ¿te coqueteé? —le pregunto.

            —De hecho, es más complicado que eso.

            —Oh, ya, la misma razón por la que me metieron en el centro mental… decía ser alguien más…

            —Decías ser Allan…

            —Demonios, de verdad pensé que eso solo había sido un sueño raro de mi doctor… ellos me lo dijeron, pero ni así creí.

            La miro a los ojos, y sé que hay tristeza allí, porque brilla más que el propio brillo de la lubricación. Pongo mi mano sobre la suya.

            —Sea lo que sea que te haya hecho, o te haya dicho, solo espero que puedas perdonarme. Igual y con el tiempo podamos ser amigas.

            Ella sonríe, pero no me quita la mirada. Por lo que me ha dicho, presiento que está mirando en mis ojos los de su novio. Luego, me planta un beso, que rápidamente rechazo al hacerme hacia atrás. Fue tan rápida mi reacción, que incluso alcancé a ver sus ojos aún cerrados, como si emanaran una profunda calma.

            —Yo, lo siento… no sé… —dice entre balbuceos.

            —No, no te preocupes. Estás confundida por todo lo que está sucediendo. Sé que te recuerdo a él, pero no soy él. ¿Puedes asimilarlo? Y tú y yo, nunca. Eres linda, pero no me van las chicas.

            —Sí, claro, tienes toda la razón. Solo, solo fue un momento.

            —Será mejor que pida un taxi —le digo—, el chofer tardará mucho en venir.

            En lo que pido el taxi, no puedo evitar escuchar a lo lejos el caos que ha causado Tay. Sin embargo, intento ignorar todos y cada uno de sus gritos. Dejo salir un quejido de pronto, como una punzada que me traspasa de oreja a oreja, pero que se difumina tan rápido.

            —¿Estás bien? —me pregunta Nina.

            —Sí, todo bien.

            —No, te está saliendo sangre de la nariz —me dice y se acerca a mí.

            Después de todo lo sucedido, y mi historial clínico, me es imposible no preocuparme y pensar que estoy a punto de caer al suelo por un derrame. Pero allí no termina, la punzada regresa, y de un momento a otro, tengo dentro de mí una escena, algo que no es mío, o al menos no recuerdo, y si es así, Nina me ha mentido, me ha estado mintiendo todo este tiempo.

            En mi mente, está Nina frente a mí, recorro sus labios con la punta de mi lengua, como si quisiera dibujarlos para no perderlos nunca. Luego la beso, y es allí donde nuestras lenguas se juntan, como intentando jugar. Su dulce aroma, su dulce olor, y su cabello esparcido sobre toda la almohada blanca, resaltando sobre ella, opacándola. La miro, y sus ojos están cerrados, disfrutando de todo aquel placer.

            Despierto, el dolor se ha ido, pero no me puedo sacar de mi cabeza todo aquello. Y la miro, pero no le digo lo que he recordado.

            —Necesito agua —le digo.

            A lo lejos todos se están yendo, y los despide Blake, que rápidamente se acerca a mí para ver lo que ha sucedido. Entre los dos me toman y me llevan hacia el interior de casa, y estoy tan preocupada por lo que he visto en mi cabeza, que olvido que dentro está Tay.

            Me sientan, y rápidamente me trae agua Blake. Tay está allí, pero no dice nada, solo me mira e intenta hacer contacto con mis ojos, pero yo solo estoy mareada. Pronto me estabilizo, y me siento tan bien para ponerme de pie; pero me obligan a seguir sentada.

            —Todo está bien, lo siento —dice Tay desde lejos.

            De pronto el celular de Nina comienza a sonar, y se aleja para responder. Blake se queda a mi lado, y se ofrece a traerme otro vaso de agua. Justo en ese momento, en el que me quedo con Tay a solas, se acerca a mí.

            —Tú no me puedes engañar… quizá quieres rescatar tu vida de niña buena, pero eso nunca pasa.

            Sus ojos se clavan en mí, retrocedo pero el respaldo de la silla me impide hacerlo más. Ella se sienta sobre mis piernas, como esos niños que se sientan del lado opuesto de la silla, y me mira a los ojos. Acaricia mis labios, y mete su mano entre mis piernas.

            —¡Suéltame! —le digo e intento levantarme, pero mi posición no lo consigue.

            —Antes no te quejabas de eso, te gustó tanto.

            —Solo fue una vez —le digo, y no sé de dónde pensé eso, pero en mi mente pensé en eso, en que solo fue una vez, y ni siquiera estoy segura si fue una sola.  ¿Por qué dije eso?

            —Lo sabía, mentirosa. Sabía que me recordabas.

            —¿Qué demonios? —dice Nina.