Metamorfosis

Por Azares de la Vida

—¿Todavía sigues aquí? —pregunta Nina mientras rodea mi cuello con sus mano, yo, molesto por su distracción giré el cuello y le hice quitar los brazos.

            —Aún es temprano —miré el reloj superior de la pantalla de mi computadora y proseguí trabajando mientras la ignoraba.

            —Sé que esto es importante para ti, pero no puedes simplemente desconectarte y hacer que tu mundo solo se dedique a esa tesis. También estoy yo, tu familia, tus amigos…

            —Lo tengo presente —respondo malhumorado y la miro—, tú eres lo más importante que tengo, pero no puedo dejar esto para lo último, sabes que me he esforzado mucho para terminar la tesis justo al tiempo que termine mis estudios.

            —Aún te falta un año para titularte —bofó.

            —Lo sé, pero recuerda que le tiempo jamás se detiene… dejar esto para después de que termine solo será tiempo perdido.

            —¿Tiempo perdido?

            —Sí, tiempo perdido.

            —Alan, ¿sabes que sucede la semana que viene? —alarga su mano y toma mi barbilla para dirigir mi rostro a su mirada, me resisto unos segundos y finalmente termino de teclear la computadora.

            —Eh, claro que lo sé —divago intentando recordar.

            —Es nuestro aniversario, nuestro primer aniversario… hace un año que nos conocimos.

            —Lo sé.

            —Y supongo que también sabes en qué quedamos para celebrarlo.

            —¿Una noche romántica?

            —¡Alan! —Levanta la voz y termina alejándose con dirección a la cocina. Yo me levanto y la sigo intentando mantener la calma; indeciso regreso, guardo el documento y dando un suspiro apago la computadora.

            —¡Oh, Nina! ¡Vamos! Sabes que no es mi intención ponerte así, ni a mí ni a nuestra relación.

            —Pues parece que no te esfuerzas en hacerlo.

            Nina se posa de espaldas frente a mí y pone su mano en su cabeza tratando de controlar su respiración.

            —Nina…

            Ella se gira hacia mí y noto su mirada cristalizada.

            —Si así es nuestro primer año, no quiero esperar a los siguientes.

            —No digas eso, tú me conoces… sabes que soy una especie de rata de laboratorio, yo no puedo estudiar medicina y tener tiempo para salir a bares y divertirme con amigos… Yo no soy como tú, y lo sabes… creo que deberías intentar comprenderme.

            —Yo te comprendo, por eso nunca te obligo a acompañarme cuando yo salgo y sé que estás ocupado, por eso te propuse hacer una fiesta, ¿lo recuerdas? Una fiesta de amigos, para que socialices y compenses todas esas veces que no estas con nosotros.

            —¿La fiesta? La reunión esa… ¡Dios! ¿Cómo lo olvidé? —golpeo la mesa sin mucho esfuerzo.

            —No te preocupes, si estás tan ocupado puedo cancelarla.

            —¡No!, deja los planes como estaban. Te prometo —me acerco a ella con cautela—, te prometo que voy a dejar esto por un rato, voy a dejar mi tesis y me dedicaré a estudiar lo necesario y el resto del tiempo a ayudarte a organizar la fiesta.

            —No quiero ser tu inconveniente —susurra con tristeza—, no lo eres, y nunca lo será.

            Ambos nos abrazamos, como si quisiéramos cerrar aquella conversación con un pacto, como una promesa.  Ella me mira como si fuese a quedarse así por una eternidad, yo la beso con delicadeza y volvemos a abrazarnos.

 

Como a la mañana siguiente ambos teníamos que estar desde muy temprano en el Roberson o mejor conocido por la comunidad civil: “Hospital de Medicina General y de Especialidades Roberson”, decidí levantarme más temprano de lo habitual, preparar algo para desayunar y demostrarle a Nina que realmente estaba arrepentido. Ella lo tomó demasiado bien, y me sentí completamente relajado por verla del mismo ánimo al que estaba acostumbrado. Hubiésemos querido tener más tiempo para platicar de otra cosa que no fuera el internado que nos consumía días y noches, pero el tiempo probó una vez más que tenía el control sobre nosotros, y siendo sincero, lo tenía.

            Llegamos al Roberson casi patinando, sobre todo porque ella entraba media hora antes que yo, y una vez que pisamos el hospital, y después de darme un profundo beso, desapareció corriendo entre el bullicio del hospital. De pronto, y mágicamente, me sentí solo. Comencé a pensar nuevamente en mi tesis, en los pacientes que tenía que atender, en el Dr. Carillo (mi asesor), en la fiesta, en los horarios que tendría que rolarme con mis compañeros, nuevamente la tesis, en el señor que siempre me grita cuando le reviso las vendas, en los nuevos casos, en el libro que aún no había comprado, en los dos que ya había comprado pero no había leído, en los informes que me habían pedido de la universidad, en lo que comería, en el dolor de cabeza que me estaba matando desde hace una semana, en el color de la corbata con la que iría a ver a mis padres, en la revisión y ayuda de la tesis de mi mejor amigo, nuevamente en mi tesis y esos datos que no arrojaban mis hipótesis…

            —¡Ey, Alan! ¿Qué pasa hermano? ¿Estás en este mundo? —me sorprendió por la espalda, Blake, mi mejor amigo.

            —Ah, no… digo, sí… es que tengo tanto que hacer en esta semana.

            —Como cualquier interno del Roberson, ¡oye! Corregí los que me dijiste de la tesis y te la he enviado hoy temprano a tu correo para que me ayudes, así como habíamos quedado.

            —No te preocupes, hoy mismo la reviso, ya estaba en mi lista de actividades.

            —Hermano, a ti te pasa algo más… Mírate, te ves hecho… sin ofender, una mierda.

            —Ni me lo digas, ayer casi termino en discusión con Nina… ¿Recuerdas la fiesta de la que te conté como hace un mes?

            —Claro, ya reservé ese día para la próxima semana. Es más, he tenido que hacer algunos favores para que me den el día libre, no sabes como he sufrido.

            —Bueno, pues yo casi lo olvido.

            —Ay hermano, no quiero apoyar a Nina pero… ya me había imaginado hace un mes que algo como esto pasaría.

            —¿Se me nota tanto lo nerd y antisocial?

            —¡Qué va! Alguien tan apuesto como tú no da más pinta que la de un stripper de tiempo completo —comenzó a reír a carcajadas y me dio un golpe con la palma de la mano en toda la espalda.

            —¡Ey! —grité.

            —Lo siento, solo digo que deberías aprender un poco más de Nina, ya sabes, dejarte llevar y disfrutar de esto.

            —Yo disfruto de esto —señalo con la mano hacia todo el hospital a mi vista.

            —No dudo que no lo hagas, es solo que… no sé, ¡Mírame a mí! Apenas estoy empezando al tesis, Nina aún no ha pensado siquiera en qué investigar y tú ya vas más de la mitad. Creo que deberías dejar de preocuparte tanto por ser el primero y disfrutar de la vida. Hermano, eres guapo, alto, rubio, admito que te hace falta algo de ejercicio, pero eres inteligente y casi un doctor; además, tienes a una hermosa novia de ojos como un gato, sexy, inteligente, con bubis y un lindo trasero —intervengo y lo detengo levantando la mano frente a su rostro—, ok, ok, es un morena hermosa, y para ponerle la cereza al pastel, también es una aspirante a ser doctora en un año.

            —Ya no sé si pensar si te gusto yo o mi novia.

            —Lo siento, pero yo le soy fiel a mis chicas. Como sea, lo tienes todo, ¿por qué no relajarte un poco? La vida es corta hermano.

            —Bueno, quizá tú y Nina tengan razón, pero no me pidan que cambie de un día al otro.

            <<¡Ey, guapos! Ya llegó nuestro primer paciente! —grita desde el otro pasillo Tay, nuestra compañera de internado.>>

 

Llegamos a la sala de urgencias en un abrir y cerrar de ojos, el Dr. Carillo ya se encontraba allí.

            —Sujeto femenino, trece años, presión arterial 90/60 y… bueno, el resto ya lo ven.

            La chica era apenas una niña, ojos abiertos y enormes, piel morena y cabello tan negro como el lunar que yacía sobre su labio superior, pero lo que llamaba la atención de los tres era su prominente vientre abultado.

            —No entiendo doctor —interrumpe Tay—, ¿por qué la chica está en urgencias? Su embarazo parece estar controlado.

            —Ese es el problema —sonríe el Dr. Carillo—, la niña no está embarazada.

            Ambos nos miramos unos a los otros y antes de que alguien sugiriera lo más obvio, un tumor, el doctor prosiguió —y tampoco es un tumor, porque sé que ya lo están pensando. No les digo más, solo espero que hagan un excelente trabajo como lo han hecho hasta ahora.

            Me toco la frente para pasar mi mano fría y aliviar el dolor de cabeza que comienza a aparecer y me termino detrayéndome del tema.

            —Bueno, entonces estudios rutinarios y una radiografía abdominal por ahora —sugiere Blake.

            —Allan, ¿estás bien? —Me pregunta Tay.

            —Sí, solo iré a tomarme unas pastillas para el dolor de cabeza.

            —Claro, yo me encargo de llevarla a su habitación y comenzar a hacerle los análisis —me dice.

            —Yo de hablar con los padres y el papeleo —interviene Blake.

            —Bien, entonces yo iré a ver lo de la radiografía con Rogelio.

            Ambos asentimos y nos vamos por caminos diferentes, yo me pasó antes por mi casillero por unas pastillas, pero lo más rápido que puedo. El resto del día el dolor de cabeza reincide, pero de alguna manera desaparece cuando me distraigo. A medio día se resuelve lo de los análisis, y poco después ya nos encontramos los tres en la sala de radiografías para ver lo que realmente sucede con esta niña.

            —Bueno, ¿preparados para la hora de la verdad? —pregunta Blake tarareando unos tambores con la boca.

            Cuando el escáner comienza a hacer su trabajo los tres nos quedamos atónitos de lo que vemos, nadie dice nada hasta que Tay lo hace.

            —Ya lo presentía.

            —Oh, ¿En serio, súper doctora? —pregunta Blake con un tono sarcástico.

            —No embarazo, no tumor… ¿qué otra cosa podría ser? —le reta.

            —Si ya lo sabías ¿por qué no lo sugeriste?

            —Porque también podría ser una bola de grasa o como el Dr. Carrillo siempre nos pone trampas a medias… un simple teratoma.

            —El teratoma por sí mismo ya es un tumor… dah…

            —Bueno, iré a sacar a la niña de allí —señalo con la mirada—, ¿por qué no comienzas a discutir quién le dirá a los padres de esa criatura que tienen dos hijos? —sonrío forzosamente mientras me doy un pequeño masaje en ambas sienes.

            —Un gemelo parásito no cuenta como hijo —dice Blake mirándome extrañamente—, deberías verte eso de la cabeza, la semana pasada no estabas tan mal.

            —Es solo estrés —le dijo embozando una sonrisa y saliendo de la sala.

            Miro por el espejo de doble vista y solo me miro, con la cara demacrada y los ojos más pequeños que lo de costumbre. Llego hacia la niña y comienzo a hacerle plática.

            —¿No estuvo tan mal, verdad?

            —No me dolió nada.

            —Porque fuiste muy valiente.

            —Te pareces a un artista de la tele —me dice la niña sonriendo.

            —Bueno, gracias, pero no me gusta que me comparen con esa gente, yo soy doctor, yo salvo vidas.

            —Ellos también, solo que no como tú.

            —¿En serio? Pues sería bueno que me explicaras esa teoría de camino a tu habitación, ¿te parece?

            La niña asiente y vuelve a sonreír. Me vuelvo a tocar la siente y comienzo a desactivar algunas funciones de la máquina.

            —¿Estás bien? —me pregunta la niña.

            —Sí —sonrío.

            Escucho a lo lejos a Blake y Tay apresurándome con un tono burlón, porque posiblemente estaban escuchando la conversación que estaba entablando con la niña.

            Terminó de desactivar todo y acerco la silla de ruedas y ayudo a la niña a sentarse en ella. Agarro las manecillas para empujar la silla y noto que las manos están temblorosas y sudando en frío; miro hacia el frente y doy el primer paso para empujar la silla cuando empiezo a marearme, pero pienso que pronto me repondré, pues otras veces también me ha pasado; permanezco sin movimiento por unos segundos; comienzo a sentir náuseas y mis hombros pesados; siento frío, quizá se me ha bajado la presión; puedo soportarlo, no, no puedo; como siento que me voy a caer y no quiero que el golpe sea peor me siento en el suelo y le digo con las pocas fuerzas que tengo a la niña que necesito descansar un poco y le sonrío nuevamente para que no se preocupe.

            Estando ya en el suelo, siento la presencia de Blake y Tay a una proximidad cercana; escucho sus voces hablándome pero lentamente se alejan como eco; después ya no les escucho bien y siento como si me desconectara y estuviera en ese punto antes de dormir cuando comienzo a escuchar las voces de las personas que escuché en el día; luego estoy a punto de regresar y sentirme mejor cuando siento que la mitad de mi cara ya no está.

            —No chento mi cala —le digo a Tay balbuceando con la otra mitad de mi boca.

            —¡Mierda, Blake! ¡Está teniendo un infarto cerebral! ¡Muévete!

            —Es demasiado rápido —grita Blake y luego ya no lo escucho más.

            —¡Háblame Alan! ¡Mueve tu mano izquierda!

            Entonces me doy cuenta de que no puedo mover mi mano izquierda, el mismo lado del de mi rostro, luego intento mover mi pie izquierdo y no lo consigo.

Empiezo a alejarme de la realidad nuevamente, Tay parece como un sueño lejano y es casi irreal, siento que toma mi mano derecha con mucha fuerza. Noto como la sala se empieza a llenar de muchos ruidos, muchas voces; trato de mantenerme despierto y entonces veo a Nina frente a mí, gritándome: “¡Alan!, ¡Amor!” y todos también me gritan; siento que floto, quizá me están levantando; siento sueño, quizá me estoy durmiendo; ya no hay dolor, quizá estoy muriendo; todo es negro, quizá ya he muerto.

 

Me siento relajado; con los músculos tan flácidos… o al menos eso creo porque no siento del todo mis músculos; mi cabeza parece estar por fin en paz y me siento sumamente cansado. Intento abrir los ojos pero siento como si pesaran lo que pesa una de mis piernas… mis piernas… esas tampoco las siento, así que intento moverlas, pero no consigo hacerlo. Me pongo a pensar y comienzo a preocuparme, ¿por qué no puedo moverme? Y recuerdo, y vuelvo a recordar… creo que me pasó algo, porque aún escucho el eco de la voz de Nina a lo lejos, la sensación de la mano de Tay en la mía, el olor a hospital… sí, lo recuerdo, pero no muy claro, es como una de esas películas piratas donde el sonido es muy malo y la imagen se pixela cada veinte segundos.

            Sí se supone que pasó lo que creo que pasó, entonces… entonces estoy en coma o estado vegetal, y por eso no puedo moverme, ¡NO! ¡ESO NO! No porque no pueda ser posible, soy un hombre fuerte y les voy a demostrar que puedo salir de esta, a mi Nina, a ella se lo debo. Vuelvo a intentar mover alguna parte de mi cuerpo, incluso mis párpados y labios pero es tan difícil, es como si no respondieran a mis órdenes. ¡Eh! ¡Creo que he movido el dedo de mi mano! ¡Lo sentí! Quizá si lo intento de nuevo pueda mover incluso toda la mano. Siento una fuerte corriente correr por todo mi cuerpo, pero yo sé que es un espasmo muscular, porque todo mi cuerpo se sacude en un solo movimiento y luego, así mágicamente comienzo a abrir mis ojos.

            Inicio lentamente, porque no quiero que la luz me de lleno; todo comienza a entrar y a ser percibido por mis ojos, pero principalmente luz, mucha luz. Abro bien los ojos y doy un respiro, huele a hospital. Es muy raro, he recorrido todo el hospital una infinidad de veces y este dormitorio se me hace extraño, como si nunca lo hubiese visto, en fin, quizá lo han remodelado y no me he enterado. Me doy cuenta de que tengo una mascarilla de oxígeno, por eso el olor a hospital, pero me siento muy bien y me la quito. En la mano izquierda, la que no podía mover siento una presión, quizá el suero, pero algo anda mal.

            Observo detenidamente mi mano, está demasiado delgada y no se parece siquiera a mi mano… mis dedos son delgados y largos, ¿Qué sucede? Me siento sobre la cama y me siento sumamente ligero, como un niño. Una tormenta de confusión me llega como un golpe directo a mi cabeza, y no solo eso, un mareo repentino inunda mi cabeza; las máquinas comienzan a sonar y a marcar pitidos; el electrocardiograma que está a mi lado izquierdo es el que más hace ruido… esa… esa máquina ni siquiera es de las que hay en el hospital… ¿dónde estoy?

            Paso mis manos a mi rostro y lo siento liso, suave y no está mi barba… ¡Mi cara! Grito con una voz ahogada y me asusto de escuchar esa voz… esa voz no es mía. Me quiero, me siento volver loco y lo primero que hago es intentar bajarme de la cama y buscar a alguien, pero apenas salto voy directo al suelo, yo no sé qué pasa pero mis piernas no pueden con mi peso. Recuerdo al instante a Bambi queriendo dar sus primeros pasos y es así como me siento. Al instante llegan doctores de todas partes, doctores que nunca he visto, e intentan levantarme pero yo no quiero que me toquen, porque duele, sus manos duelen sobre mi piel.

            Uno de ellos me dice que me tranquilice y alumbra mis ojos con una linterna para ver la dilatación de mis ojos, yo intento quitármelo de frente pero no tengo tantas fuerzas para golpearlo. Me levanto con la ayuda de los doctores y siento que nos les cuesta trabajo, como si no pasara nada. Quiero gritar pero me asusta escuchar aquella voz, porque quizá pasó algo muy malo y llevo años así y mi sistema muscular se ha atrofiado… sí, eso lo explica todo. Los doctores comienzan a guiarme hacia la cama pero yo me resisto con la poca fuerza que tengo, yo quiero irme, irme ya a donde alguien me explique sin que tenga que preguntarle.

            —Milla, todo va a estar bien, solo debes tranquilizarte —dice uno de los que me toma por el brazo.

            —¿Milla? Yo no me llamo así, yo me llamo Alan —respondo y doy un pequeño chillido al final con mi delgada voz.

            —Estás confundida, es normal… Con esto te vas a sentir mejor y podremos explicarte lo que sucede —responde mientras saca al aire una inyección, posiblemente un sedante.

            —¡NO! ¡ESTO ES UNA CONFUSIÓN! Yo no soy esa persona, ¡¡¡Suéltenme!!! —digo y me zafo del doctor, pero voy directo a caer sobre una charola de metal. Un ruido grotesco inunda la habitación y termino en el suelo con todo lo que la charola tenía en ella.

            No puedo creer entonces lo que veo, pues la charola es tan lisa que refleja mi rostro sobre su superficie, es como tener un espejo frente a mí, y esa persona no soy yo. La imagen no es tan clara, pero lo que veo es definitivamente el rostro de una chica rubia de ojos pequeños, como los míos, pero sé que no son mis ojos. No sé qué pensar o decir, luego siento un piquete en el cuello, pero no es en vano, yo ya me estaba desmayando antes de que el líquido de la inyección entrara en mi piel.

            Esto debe ser un mal sueño, y estoy a punto de despertar.