Metamorfosis

Arritmia

Un eco profundo me atravesó la cabeza junto con un zumbido que me hizo abrir los ojos de golpe. Quise ponerme en mis cinco sentidos pero rápidamente noté que me era imposible. Todo lo que veía era borroso, como cuando intentas ver por un vidrio empañado; lo que escuchaba deprimente y llenos de zumbidos; no sentía nada en mi cuerpo y había un fuerte olor a sangre que no podía sacar de mis fosas nasales. Me senté de un grito ajeno recorrió todo el pasillo.

            <<¡Alan! ¡Alan! —gritaba una y otra vez—, ¡gracias a Dios!>>

            Una profunda emoción me recorrió todo el cuerpo, porque estaba segura de que era la voz de Nina, y sobre todo, que se escuchaba cerca de mí. Mire entre mi vista empañada a Blake acercándose muy agitado hacía mí.

            —¿Alan? ¿Eres tú? —me preguntó.

            —Sí, soy Alan —le dije tartamudeando, pero en ese momento me di cuenta de que mi voz no era la de Alan, sino la de Milla.

            —¡Dios! ¡Pensé que casi te había perdido! No podría perderte de nuevo hermano.

            —No soy Alan… —susurro entre dientes.

            —¿Qué?

            —¡No me digas Alan! ¡No soy Alan! —grito y rompo en llantos.

            —Pensé… —entrecorta su oración y se acerca hacía mí.

            —Sigo siendo Milla, siempre seré Milla —le explico con voz triste.

            —¿Y quién más serías? —me pregunta Tay, quien va entrando a mi habitación.

            —¿Cómo siguió? —le pregunta Blake.

            —Ya lo estabilizaron, Nina casi se vuelve loca —le responde.

            —¿Qué? ¿Qué pasó? —le exijo a ambos.

            —Ah… —dice Tay y se queda callada.

            —Alan tuvo un… un paro respiratorio, al principio parecía una arritmia, pero se complicó más.

            —¿Por qué tanto interés en Alan? —me pregunta Tay—, ¿qué hacías en su habitación? No quiero ser la culpable de las malas noticias, pero Nina está histérica y con delirios, creía que le hiciste algo.

            —Yo, yo no hice nada —respondo tajante.

            —Y apuesto a que no, por eso ya lo revisaron, pero tendrás que dar una explicación muy convincente —posa su mano sobre mi hombro y observa a Blake—, en todo caso, ¿por qué traía una bata médica?

            —¿Por qué me miras así? —le pregunta Blake.

            —Porque tienes esa mirada de complicidad que nunca has podido ocultar.

            —Yo fui la que mentí. Yo no viajo ni conozco todo el mundo… yo… no sé cómo explicarlo… —pensé una y otra vez, y decidí mentir, otra vez—, estudio medicina, bueno, lo hacía, pero lo dejé y estoy tratando de buscarle el gusto de nuevo.

            —¿Medicina? Bueno, eso suena lógico… sabes… iré a ver a Nina y explicarle la situación. Por cierto, solo tuviste un bajón de presión, estarás bien —me sonrío y miro a los ojos muy preocupada, luego salió de la habitación.

            —¿Por qué no le dijiste la verdad? El Dr. Carillo se lo tendrá que decir a sus superiores y sabes que los chismes corren rápido.

            —Lo sé, pero por ahora solo quiero pasar desapercibida… no quiero llamar la atención.

            —¿Desapercibida?

            —Sí, quiero ganarme la amistad de Nina siendo solo lo que soy y no una niña prodigio.

            —No me refería a eso —me mira—, ¿ya te refieres a ti como mujer?

            —Yo… —miro hacia otro lugar—, yo ya no me siento tan Alan, y sé que suena gay pero… así me siento ahora y nunca lo podrías entender.

            —Alan, Milla… sabes, yo creo que ya has perdido la esperanza de regresar a tu cuerpo, por eso te estás haciendo a la idea de ser… Milla, y así comenzar de nuevo con Nina, ¿me equivoco? —guardo silencio—, respeto tu decisión, solo te pido que no pierdas la esperanza, menos ahora, por lo que le pasó a Alan dudo que lo desconecten.

            —¿Crees que aún hay esperanza?

            —Creo en la ciencia, en lo que te pasó a ti… lo resolveremos, tengo amigos que saben sobre espiritistas y brujos… quizá ellos…

            —Claro, hay esperanza, pero a la vez no la hay, entiendo.

            —Ey —dice intentando animarme.

            —Sigues en este mundo, en el mundo donde también existe Nina, eso es por ahora todo lo que importa.

            Jamás había escuchado hablar a Blake con tanta profundidad, era como si su lado humanista brotara de algún lugar muy profundo. Siento que de verdad siente lo que me está diciendo, y me siento tan agradecida de tenerla a mi lado. Él se acerca hacía mí y me da un beso en la frente; sé que no es en el afán de querer hacer algo más que un simple beso, porque siento su honestidad; siento su preocupación.

            —Regreso en una hora para darte de alta —agrega y sale de la sala.

            Me toco la mejilla y me doy cuenta de que estoy llorando. Ya no me da pena llorar.

            Comienzo a quitarme una pequeña zonda que me han puesto; acomodo las cosas y rápidamente salgo de la habitación, porque por algún extraño motivo no quiero encontrarme a Nina en este preciso momento, y quedarme a esperar a Blake significaría todo lo contrario. Camino por los pasillo lo más normal que puedo, intentando pasar desapercibida, incluso me quito la bata. Nadie parece notar mi presencia, a excepción de un par de hombre que me siguen con una mirada lujuriosa hasta donde más pueden.

            Pienso en que quizá lo mejor sea encontrar al Dr. Carillo y decirle que pensándolo bien no deseo aplicarme en este extraño experimento, pero en cuanto lo pienso sé que sería retroceder un paso gigantesco; sin embargo, decido ir a la recepción y dejarle mi número telefónico por si el Dr. Carillo llega a buscarme. Salgo del hospital y camino hacia la explanada mucho más tranquila. Aquí solo veo a civiles de un lado a otro, y nadie con alguna bata blanca. Comienzo a caminar más despacio, y en cierto modo más tranquila. Cada que doy un paso lejos del Roberson me siento más tranquila. Estoy casi a la mitad de la explanada cuando siento una mano sobre mi hombro. Al principio pienso que se trata de Blake que salió a buscarme, pero para mi sorpresa no lo es.

            —¡Será mejor que me des una muy buena razón para no pensar que Alan y tú tenían algo que ver! —me dice en voz alta sin importar que la gente a nuestro alrededor nos mire.

            —Nina, créeme que puedo explicarlo —le respondo intentando tranquilizarla. Pongo una mano sobre su hombro y se zafa bruscamente.

            —No me importa si lo que me dijo Tay es cierto, no me importa que seas una doctora o estudies un doctorado… Quiero que me digas, qué demonios hacía en la habitación de mi novio.

            —Yo… solo pasaba…

            —¡Mentira! ¡Mierda! ¡Es mentira! ¿Qué clase de persona crees que soy? ¿Una estúpida? Estabas casualmente en su habitación, claro, casual… Vi como lo mirabas.

            —No es lo que piensas, de verdad, yo nunca podría tener nada con él.

            —¿Y qué hacías allí entonces? Quiero la verdad, no una historia inventada justo en este momento.

            —No puedo decírtelo, no ahora —le suplico.

            —¿Disculpa? Creo que no escuchaste muy bien, te pedí una explicación, no una excusa.

            —Nina, ¿podemos hablar esto en otro lugar? ¿Más calmadas? Si te lo dijera tendría que hacerlo de otra manera, no así.

            —¿Eres su amante? —pregunta de golpe y me mira directo a los ojos.

            —No. Nunca.

            —¿Cómo puedo creerte si no está él para preguntárselo?

            —Porque…

            —¿Qué?

            —Yo estuve seis años en coma, nunca pode haber sido su amante.

            —¿Crees que me voy a creer eso? ¡¿En serio?! ¿Por qué mejor no me dices que vienes de Narnia a dejar un mensaje a la raza humana?

            —Es cierto, puedo comprobártelo. Tienes que creerme Nina, ¡Dios! Si no crees esto cómo podrás creerme cuando te diga… —noto rápidamente al punto al que he llegado, intento retroceder, pero he dicho más de lo que tenía que decir.

            —Que me digas ¿qué?

            Siento como mi cuerpo se entumece y una ráfaga de viento hela la piel que tengo al descubierto. Pienso que si no le digo nada podría intentar enamorarla, y que si lo hago la perderé para siempre. Mi problema es que haciéndolo o no, siento que ya la he perdido.

            —Nina… Yo… yo desperté el mismo día que Alan cayó en coma, y cuando desperté no había otra cosa en mi cabeza más que tú.

            —¿Qué estás diciendo?

            —Yo… yo soy Alan.

            Veo la cara de estupefacción de Nina, no sé si en realidad es de asombro o simplemente cree que estoy loca. Por mi suerte espero que sea la primera.

            —Nunca, ¡NUNCA! ¡VUELVAS A REPETIR ESO! ¡ESTÁS LOCA! ¡¿ME ESCUCHAS?! ¡¡¡LOCA!!!

            —Nina… Puedo comprobarte que te estoy diciendo la verdad, incluso Blake ya lo sabe. Mira, pregúntame cualquier cosa que solo yo, Alan, sabría y te juro que lo responderé.

            —¡Aléjate de mí! ¿Me escuchas? ¡No sé qué maldito juego intentan hacer tú y Blake! Sí, estoy desesperada por que mi novio está tirado en una cama prácticamente pudriéndose, pero eso no les da el derecho de hacer este tipo de cosas tan bajas y estúpidas.

            —Nina, yo te amé desde el primer día que te conocí, cuando se te cayó ese lápiz y te lo devolví tocando tu mano, y aún te amo, y sé que es difícil de creer lo que te estoy diciendo, pero es verdad. Te juro que todo lo que te digo es verdad.

            Podía haber seguido, podría haber remembrado algo que le hiciera creer que era yo, al igual que Blake lo creyó, pero me equivoqué. Conociendo a Nina no sé cómo pude creer que entendería, que sería tan fácil como Blake. Supe que no llegaría más lejos justo en el instante que sentí su mano sobre mi mejilla, directa y de un solo golpe.

            —¡Será mejor que no te vuelva a ver en mi vida! ¿Me escuchas? Pude haberte pasado cualquier cosa…

            —Nina... —sollozo mientras me pongo la mano sobre mi mejilla. Siento mi piel caliente, el corazón con arritmia, una opresión sobre mi pecho y otra sobre mente.

            —Incluso si tan solo hubieras dicho que eras lesbiana, que te gustaba… claro que te hubiese dicho que no, pero pudimos ser buenas amigas. Ahora, ahora me resultas grotesca, como mujer, como persona, como ser humano… Por favor, no me obligues a que esto se vuelva a repetir —Nina se da la vuelta y siento la necesidad de seguirla y hacer algo, pero no sé qué necesito hacer.

            —¡Nina! —le grito por última vez.

            —Por favor, no le digas a nadie sobre esto —le suplico.

            —No vale la pena, no pensaba hacerlo —concluye y entra en el hospital.

            Justo en ese momento veo salir a Tay, mira a Nina e intenta detenerla pero esta la empuja. Tay me mira y se acerca lentamente hacía mí, toma mi mano y la quita de mi mejilla.

            —¿Qué pasó? ¿Nina te hizo esto?

            Guardo silencio intentando no comprometerla, aunque en realidad siento que ya lo he hecho.

            —Tengo que irme —respondo en seco e intento darme la media vuelta.

            —No, Milla. Deja que te revise eso, quizá no sea la gran cosa pero no pareces de esas chicas que están acostumbradas a recibir golpes.

            —¿Me estás diciendo sensible? —le pregunto riendo, aunque en realidad estoy a punto de romper en llanto.

            —No. Bueno, un poco. Mira, por hoy ya terminé en el Roberson, si quieres podemos ir a mi departamento y te reviso, y si quieres hablar sobre lo que sucedió…

            —No sé, yo, no sé exactamente qué necesito.

            —No vivo lejos, y tengo coche —dice convincentemente.

            —De acuerdo.

            Durante el camino a su departamento no hablo, y ella no intenta preguntarme nada. Creo que está esperando a que yo le dé la pauta para que pregunte, o simplemente respeta mi silencio. El único ruido que se escucha es el del propio coche y las pequeñas gotas de lluvia que comienzan a caer sobre el parabrisas.

            —¿Te duele? —me pregunta mientras comienza a estacionar el auto frente a un departamento que no es el mismo donde solía vivir.

            —No. Sinceramente me dolió más otra cosa.

            —Anda, antes de que comience a llover. Allá me cuentas que fue eso que se rompió —me sonríe.

            Ambas entramos casi corriendo; subimos unas escaleras y llegamos a una puerta.

            —¿Segura que quieres pasar? —me pregunta.

            —¿Por qué no querría?

            —Porque me acabo de mudar y tengo un basurero allá adentro —yo solo le sonrío y ella termina abriendo la puerta.

            Entro y me asombra ver la manera en que exagera las cosas, porque aunque se acaba de mudar, prácticamente todo está en cajas.

            —Cajas… creo que parece entonces un basurero de cajas.

            —Quizá exageré un poco, es solo que no soy muy ordenada con mis cosas, y esto no es ser precisamente ordenada, pero estando tanto tiempo en el hospital apenas si he desempacado algunas cajas.

            —Quizá deberías pensar vivir en el hospital y rentar tu departamento —sugiero y me voy directamente a un sillón que está cerca de una enorme ventana. Ella se dirige hacia el refrigerador y saca una bolsa congelada de gel.

            —Toma, iré por una desinflamatorios y analgésicos que tengo. Mañana no se notará nada. Luego regresa con un par de pastillas y un vaso de agua.

            —Ah —mascullo cuando me pongo el hielo.

            —Cualquier diría que te dio una patada un caballo —carcajea entre dientes.

            —¿Se ve tan mal? —le pregunto asustada.

            —No, es solo que nunca pensé que Nina tuviera tanta fuerza. Debió estar muy enojada.

            —Sí, nunca la había visto así, digo, de las veces que la he visto no parece esa clase de persona.

            —No, ella no es así. ¿Fue por lo de Alan? —pregunta y disimula dándome las pastillas y quitándome el hielo para que tome el vaso de agua.

            —Sí, ella cree que soy amante de Alan. No pude hacerle creer lo contrario.

            —¿Y lo eres?

            —¡No! Yo… nunca.

            —¿Entonces que hacías allí?

            —No lo entenderías, y no quisiera hablar de eso, con que sepas que no tengo nada que ver sexual o sentimentalmente con Alan me basta.

            —De acuerdo. Con eso me basta.

            Le devuelvo una sonrisa y me tomo las pastillas, le entrego el vaso y comienzo a mover mi cuello en círculos.

            —¿Qué sucede?

            —Nada, quizá debe ser el estrés. Pero está bien, mientras no me duela la cabeza todo está bien.

            —Anda, date la vuelta —me dice—, no te haré nada, si es estrés siempre funciona un poco de terapia muscular.

            —No sabía que te dedicaras a eso.

            —No lo hago, pero no pierdo nada con intentarlo.

            Yo acepto cordialmente y le doy la espalda, porque más de una vez lo hizo conmigo, bueno, con Alan. Aún recuerdo esos días cuando todavía no llegaba mi estrés al grado de dolerme la cabeza y se limitaba a un dolor muscular. Ella tenía más paciencia que Nina para hacer esas cosas.

            En cuanto pone las manos sobre mis hombros siento un fuerte dolor muscular que me hace dar un grito casi ahogado.

            —Lo siento, pero realmente estás estresada. Estás demasiado estresada para ser una chica que se la pasa viajando.

            —Perdón por mentirte, pero últimamente nadie entiende mis causas, mucho menos mis acciones —respondo intentando no sacar otro grito de mi boca.

            —Vale. Hagamos como que esa presentación no existió, como si simplemente me hubieras dicho que estudiabas medicina y ya.

            —Me parece perfecto. Quisiera darte lujo de detalles, pero no sabría por dónde empezar.

            —No te preocupes, habrá tiempo para eso. Por ahora deja que te quite estos nudos —dice y termina dándome un apretón más fuerte que me hace volver a gritar.

            No quiero pensar en lo que sucedió con Nina, ni en los errores que cometí uno tras otro, pero sentir el dolor de mis músculos o el de mi mejilla no se compara con el que me hizo sentir ella cuando me rechazó; porque de alguna u otra manera hubiera terminado rechazándome.

            Las manos de Tay comienzan a sentirse cada vez más cálidas y menos bruscas; o quizá nunca fueron bruscas y realmente estoy estresada, pues cómo no estarlo. Luego ambas manos suben por mi cuello, y realmente se siente bien. No sé cómo sucede, pero de un momento a otro siento la respiración de Tay sobre mi cuello; y luego comienza a besarlo.

            Alguna parte de mí reacciona al instante e intenta refutar tal acción; porque es Tay, mi amiga, y a la vez ya no es mi amiga; y por Nina, pero Nina ya no es mi Nina; así que dejo que prosiga. Que yo la deje proseguir significa que acepto sus besos; y ella lo sabe. Sus suaves besos prosiguen por todo mi cuello, y me doy cuenta de que al principio no siento nada, como si solo quisiera retarme a saber a qué tanto puedo llegar, pero cada segundo que la dejo comienzo a sentir algo, algo en mi fondo, y sé que solo es excitación, pero se siente diferente.

            Es la primera vez que engaño a Nina.