Metamorfosis

Confusiones

La primera vez que conocí a Tay fue cuando comencé a hacer mi residencia en el Roberson; jamás en mi vida la había visto, pero por alguna extraña razón nos hicimos buenos amigos, aunque no tan cercanos como mi amistad con Blake. Recuerdo que la primera vez que la vi no pude evitar darme cuenta de lo guapa que era, aunque rápidamente me arrepentí de aquellos pensamientos, pues para aquel entonces ya estaba saliendo con Nina; por otra parte, Blake no dudo en buscar una oportunidad para intentar llamar su atención, y aunque lo intentó por mucho tiempo simplemente terminó dándose por vencido.

            Tantas veces me pregunté qué tan inteligente tenía que ser una mujer para no enredarse con Blake, porque aunque es mi mejor amigo desde la preparatoria, también es esa clase de hombres que aprovechan las oportunidades día a día y no piensan en las decisiones a largo plazo. La respuesta a esa pregunta era Tay. Jamás le dijo que no, pero tampoco que sí; incluso llegué a pensar que solo jugaba con él, que lo hacía sufrir solo para recalcarle en la cara lo que nunca iba a poder tener. Sí, esa era Tay; una chica inteligente y hermosa, pero si alguna vez me llegué a fijar en ella no habrá sido más de lo que mis ojos lo hicieron con Nina.

            Imaginar que esa misma chica inteligente que rechazó a Blake tantas veces estaba ahora junto a mí, o al menos junto a Milla, era como un reto superado que ni siquiera me había puesto en mente. De cierta manera también me sentía afortunada, porque ahora sabía el porqué de los rechazos hacia Blake, y por otro lado, ella era la mujer perfecta para intentar olvidar tan solo por algunas horas mi realidad, olvidar este dolor y esta sensación de vacío que me provocaba la indiferencia de Nina. Sabía que significaría arrepentirme después, y que quizá aquello me dolería más, pero ya había sufrido lo suficiente solo por pasar días y noches pensando en Nina, ¿para qué? Para nada.

            Cerré mis ojos y dejé que Tay prosiguiera con sus caricias alrededor de mi cuello. Pasa por mi mente la ligera sensación de estar vengándome por lo que me hizo Nina; rápidamente se apaga y la excitación comienza a aparecer muy allá en alguna parte muy escondida y lejana, pero sé que viene. Sube del cuello a mi oreja y comienza a juguetear con ella y su lengua, abro los ojos y me doy regreso a la realidad solo para preguntarme, ¿qué estoy haciendo? y después los vuelvo a cerrar para decir, me vale madres. Es verdad, ya no me importa qué pase o qué no pase, quizá es despecho o coraje conmigo misma… o simplemente me he cansado de luchar contra algo que desconozco.

            Tay toma mis hombros con ambas manos, y siento como comienza a tomar el control de este encuentro, y me niego a eso. Me giro hacia ella y tomo su rostro entre mis manos; la miro por unos cuantos segundos. Observo su perfecto rostro, pero tan solo dura unos segundos antes que perciba como cierra sus ojos y se deja allí tan indefensa; como si un ciervo se resignara a ser mordido por una leona hambrienta. No estoy segura de cómo seguirán las cosas una vez que haga esto, pero tengo la ligera sensación de que necesito hacerlo ahora o nunca tendré la oportunidad de hacerlo de nuevo.

            Me acercó en un principio lento, como si tanteara el terreno de juego, pero finalmente me abalanzo sobre ella y le planto un beso. Nuestros labios se abren y se acoplan como un rompecabezas. No abro mis ojos después de eso, y ella me corresponde besándome con tanta intensidad que no me queda otra opción que seguirle el ritmo. Extrañamente no siento algo mágico con aquel beso, no es por ahora más que otro beso cualquiera, y de la misma manera, son otro par de labios cualquiera. Sin embargo, también tengo la sensación de querer quedarme así para siempre, y esa raro, porque durante un beso pareciera que no existe nada más que ese instante.

            La acomodo suavemente hasta que la dejo totalmente acostada sobre el sillón. Terminamos aquel beso y ella me observa directamente a los ojos y enmarca una sonrisa que jamás había presenciado en ella; luego toma un mechón de mi cabello y lo acomoda detrás de mi oreja.

            —Recuerda que te duele la mejilla —me dice casi en voz baja.

            —Lo sé —le respondo y me tumbo sobre ella.

            Los besos regresan, pero ahora mucho más intensos y profundos. Noto como cada vez que abre su boca lentamente introduce la punta de su lengua. Dejó caer finalmente todo mi peso sobre ella, y es que antes me preocupaba mucho el hecho de poner mi cuerpo entero sobre alguien, pero justo ahora parece perfecto suponiendo que ya no peso lo mismo que antes. Su cuerpo está caliente y rápidamente transfiere ese calor sobre mí, y lo mismo hace que el dolor de mi mejilla se esfume. Meto una de mis manos debajo de su blusa; acarició su suave abdomen y hago que mi dedo pulgar dibuje círculos sobre su piel.

            Ella hace lo mismo y me toma por la cintura metiendo ambas manos debajo de mi blusa; siento como sus manos me toman como si no quisiera perderme de un momento a otro, y luego están sus uñas, que se aferran a mi piel y a la vez se postran suavemente sin causar dolor. Todo aquello comienza a crear la fórmula adecuada para una excitación adecuada; y aunque comienza a sentirse los primeros estragos de eso, también comienzo a sentirme insegura, porque como cualquier hombre sabría qué hacer, pero como mujer… No tengo la más mínima idea.

            Viene a mi mente aquel sueño que tuve donde intentaba hacerle el amor a Nina sobre la mesa de la mansión, donde no sabía por dónde empezar. Es un momento donde mi mente entra en conflicto con mis sentimientos. Ella está esperando a que dé el siguiente paso, pero de un momento a otro me pasmo; me convierto en aquella típica película que se traba en el momento más emocionante. La dejo de besar y la miro a los ojos; ella no aparta su mirada de la mía y sus manos atraen mi atención; se está desabrochando su pantalón. Me sonríe jugueteando y realmente quiero responderle de la misma forma, pero no concibo más que volver a mirarla a los ojos.

            —¿Lo has hecho antes con una mujer? —me pregunta directamente.

            —¡Sí! Digo no… no… no, es complicado —tartamudeo.

            —¿Quieres hacerlo?

            —Sí, pero…

            —¿Pero?

            —No puedo, ¡no sé qué estoy haciendo aquí! ¡No puedo! —digo al mismo tiempo que me paro y me dirijo hacia la puerta.

            —¡Ey! —me grita.

            Siento su mano sobre mi cintura y con la otra me gira hacia ella.

            —Sé que la primera vez es complicado, pero no vas a negar que pasa algo entre las dos… llámale calentura o atracción sexual, como quieras… pero si tienes miedo jamás llegarás a hacer todo lo que quieres.

            —Ojalá solo fuera solo miedo, es más complicado que eso.

            —A mí me encantan las cosas complicadas… me encantas tú… desde la primera vez que te vi en la fiesta de Nina, yo…

            —Tay, eres una mujer estupenda… eres hermosa, inteligente y atrevida, pero…

            —Ya no pongamos más peros entre tú y yo, ¿sí?

            La miro a los ojos, y sé que prácticamente me está suplicando. Me suelta y da un paso hacia atrás, uno muy largo.

            —Sí crees que necesitas irte y huir de esto, no te detendré; pero si te quedas puedo ayudarte con eso; darte el empujón que necesitas.

            —¿Cómo?

            —Además de ser buena doctora, también soy buena comerciante —dice guiñándome un ojo.

            —Te escucho.

            —Iré directa a grano —dice y se acerca hacia mí—, tengo algo de marihuana; pero sí te da miedo, también tengo alcohol. Tú di y yo obedezco.

            Pienso muy bien la oferta que Tay me está haciendo, porque admito que hacer este tipo de cosas mientras estoy ebria no es lo más saludable moralmente que me gustaría hacer; pero por otra parte, comienzo a cansarme de la moral y sus reglas; pero si estando consciente no tengo el suficiente valor… ¿por qué no ayudarme con un poco de alcohol y droga?

            —De acuerdo —respondo en seco.

            —¿De acuerdo? ¿Estás segura?

            —Sí, quizá eso sea lo que necesito.

            Me acerco hacia ella y le doy un beso; y regreso al sillón.

            —¿Entonces? —le digo.

            Ella sonríe y rápidamente se dirige hacia otras habitaciones. Me quedo sola y comienzo a preguntarme si estoy haciendo lo correcto. Me enfurece estar preguntándome una y otra vez todas estas cosas, porque es como estar jugando el juego de “¿me quiere o no me quiere?” odio estas malditas indecisiones, odio estas confusiones, dio a ese Alan que alguna vez siguió al pie de la letra todas esas reglas éticas y morales de la vida. Sé, y estoy consciente, que ese Alan, esa parte de él se resiste a quedarse dentro de mí, dentro de mi mente.

            Unos minutos después aparece Tay con una bolsa de papel en una mano y una botella de vodka en la otra. Pone ambas cosas en una mesita cercana al sillón y se dirige ahora hacia la cocina. Persigo los ruidos que hace y sé que está buscando vasos y posiblemente algo para combinar el vodka. Comienzo a observar los alrededores y me doy cuenta de que Tay vive muy bien; jamás le preguntamos sobre cómo pagaba sus cuentas si no tenía beca; y el dinero de las residencias no era algo como para darse lujos. Entonces me acuerdo que alguna vez me dijo que tenía buenos amigos que se preocupaban de ella; no sé si esos “buenos amigos” y la marihuana son quizá la razón por la que ha sacado adelante su carrera.

            —¿Entonces? ¿Por dónde empezamos? —me dice y levanta en las manos una botella de jugo y vasos de vidrio; y entre los labios un encendedor.

            —¿No podemos empezar con los dos al mismo tiempo?

            —Claro, solo dime algo… ¿has probado antes la marihuana?

            —Sí, en la preparatoria… la única vez —le digo y giro la mirada hacia otro lado.

            —¿No terminaron las cosas bien, verdad? —me pregunta, aunque parece más una afirmación.

            —No, bueno, no del todo —bajo la mirada apenada y luego la regreso hacia ella—, pero sigo aquí, ¿no?

            —Y me alegra que sigas aquí; justo en este departamento; justo en este sillón; justo en el mismo lugar que yo.

            Me sirve vodka con el jugo y luego saca de su bolsa de papel un par de cigarros de marihuana que enciende y me da. Ni si quiera sé por dónde comenzar; así que le doy un sorbo a la bebida y después sigo con el cigarro de marihuana. Tay hace lo mismo y luego comenzamos a reírnos como locas sobre la situación. Ninguna de las dos dice nada por un buen tiempo; solo bebemos y fumamos; reímos y callamos; volvemos a beber y a fumar y luego a reír y volver a callar. Comienzo a sentir el efecto de alcohol en mi cuerpo cuando inicia mi etapa de depresión pensativa; y no es que me deprima de verdad, pero comienzo a pensar en todo, y cuando digo todo, es todo.

            Aquello me pone más callada; dejo de seguir el hilo de las risas entre las dos; pero entonces está el efecto de la marihuana que me enciende; como si contrarrestara todo el efecto de alcohol y a la vez se mezclara perfectamente con él. De un momento a otro me doy cuenta de que ya me río de todo; de cómo bebo, de cómo bebe ella; de su sonrisa; de mis propias tragedias que no le cuento pero pienso; de mis pequeñas manos; del pelo que cae sobre mi cara…

            —Creo debería irme a cortar este pelo —hablo sin dirigirme a alguien.

            —Te ves hermosa con él así.

            —Pero no es mi estilo… todavía no me acostumbro —digo intentando no sonar muy estúpida.

            —¿Y cómo te lo cortarías?

            —Corto.

            —¿Qué tan corto?

            —Muy corto.

            —No —se levanta—, no te dejaré que lo hagas, ¡ya te dije que estás hermosa así!

            —¿De verdad? —le pregunto por simple juego.

            —Sí —responde y se acerca hacía mí, se siente sobre mis piernas y comienza a besarme.

            Puede ser increíble lo que un poco de alcohol y varias fumadas de marihuana te pueden orillar a hacer; pero debo admitir que sin esta combinación jamás hubiera arriesgado tanto; aunque si lo pienso bien, ningún ser humano debería ser tan cobarde para tener que alterar su organismo y hacer las cosas que le gustan; ¿en dónde queda la búsqueda de la felicidad? ¿En drogarse para poder llegar a ella? Sí, me sentía realmente feliz, pero también desilusionada de mí.

            Tay simplemente me levanta la blusa y termina quitándomela por completo; pone sus manos sobre mis dos pechos y sonríe; luego vuelve a besarme y yo termino tomándola de la espalda baja y empujándola hacia mí. Tomo su blusa y comienzo a levantarla lentamente; ella estira las manos hacía las mías, toma la blusa y termina sacándosela ella misma. Quizá si ella quiere tomar las riendas de esto debería dejarla. Simplemente dejo que ella prosiga y comience a desabrocharme el pantalón, así hasta que termina poniéndose de pie, quitándome los zapatos y jalándome el pantalón para dejarme totalmente en ropa interior.

            Ella se queda allí, observándome, y sé que no me he dedicado a hacer ejercicio, de hecho ni siendo Alan lo hacía; pero en cierto modo, me da pena pensar que no sea lo que ella esperaba.

            —Eres tan jodidamente sensual —me dice al mismo tiempo que escanea todo mi cuerpo de arriba hacia abajo.

            —Estoy muy flaca —le respondo.

            —Estás… —dice antes de que alguien la interrumpa.

            <<¡¡¡TAY!!! ¡Ven! ¡Ábreme! ¡Sé que estás aquí, afuera está tu coche! ¡Ya, no te hagas del rogar! ¡Te necesito! —gritaba una voz masculina a todo pulmón.>>

            Luego no fue solo eso; prosiguieron un montón de golpes contra la puerta. Tay se dirigió rápidamente hacia la puerta e intentó mantenerlo en calma, pero finalmente decidió abrir la puerta. Yo me sentía bastante alejada de la realidad para reconocer esa voz desde afuera, pero una vez que la puerta se abrió no cabía duda de que esa voz era la voz de Blake, de mi Blake, de mi amigo. El entró hasta la sala sin obedecer a Tay y se inmovilizó una vez que me encontró. Me sorprendió notar el tono con el que estaba hablando, con el que estaba prácticamente gritando; pero también lo hizo la forma en la que se encontraba. De pie a cabeza estaba completamente desalineado; estaba ebrio y tenía la misma cara con la que me lo había encontrado el primer día.

            Él me miró de pies a cabeza, con una mirada fría y enloquecida. Ni siquiera intenté cubrirme; pues había perdido la vergüenza con mi estado. Nadie dijo nada; luego giró la cabeza hacia donde estaba Tay y ella solo lo miró sin decir nada; volvió a mirarme y se abalanzó sobre mí; luego retrocedió y finamente se decidió ir hasta mí. Me miró directo a los ojos apenas a unos milímetros de distancia; yo lo observé profundamente y por algún momento me acordé de aquel beso que tuvimos en la preparatoria, y sé que él también lo pensó; pues sin dudarlo más me besó y comenzó a acariciar mis pechos. Luego se detuvo y miró hacia donde estaba Tay; ella lo miró sin decir nada y simplemente comenzó a caminar hasta donde estábamos los dos. Se sentó a mi lado y comenzó a besar el lóbulo de mi oreja izquierda.

            Luego comencé a besar a Tay mientras dejaba que Blake comenzara a desabrochar el pantalón de ella; nadie puso objeción. Aquella noche… aquella noche sería una muy larga.

            <<Me vale madres —pensé.>>