Metamorfosis

Sin Identidad

Nina comienza a saludar a algunos invitados, sonríe, pero la conozco demasiado para saber que está fingiendo esa sonrisa. La veo demacrada, sé que ha pasado por malos tiempos, pero aún sigue viéndose igual de hermosa que siempre; tengo ganas de correr y abrazarla, de decirle que todo está bien, que sigo aquí. Pero a quién engaño, yo ya no sigo aquí, no realmente.

            —¡Ey! —me dice Tay haciendo un chasquido con sus dedos.

            —Milla… —susurra Blake mientras pone su mano sobre mi hombro.

            —¿Conoce a Nina? —pregunta Tay, pero a penas alcanzo a escucharla. Es como si todos desaparecieran, y solo estuviésemos ella y yo.

            Todo regresa a la realidad cuando noto que Nina viene hacia nosotros.

            —No, no la conoce —dice Blake respondiendo tarde a la pregunta de Tay.

            —¡Hola! Me alegra que vinieran —dice Nina desde lejos saludando con la mano al aire.

            —¡Nina! —saluda Blake y se acerca a darle un abrazo, luego Tay hace lo mismo.

            —Veo que ya se han servido bebidas… y ella… es… —dice refiriéndose a mí.

            —Ella es Milla, es una vieja amiga… acaba de llegar a la ciudad y pensé en invitarla, espero no te…

            —¡Oh! ¡No, no, no! ¡Para nada! Entre más mejor, ¿no?

            —Sí —respondo a secas e intento sonreír, pero los nervios han congelado toda la parte inferior de mi rostro—, Milla, me llamo Milla.

            —Oh, mucho gusto Milla —sonríe y me estira la mano para intercambiar un saludo. No puedo creer que estoy a punto de volver a sentir su suave mano sobre la mía. Y justo en el momento que intercambiamos el saludo, paso a recordar la primera vez que la conocí; cuando amigos mutuos nos presentaron en un grupo de estudio, allí fue la primera vez que rocé mi cuerpo con el suyo. Parecía nuevamente la primera vez.

            —Bueno, yo andaré por allí. Si me necesitan solo me buscan. Diviértanse —dice Nina y termina yéndose a saludar a otras personas.

            —Vamos Milla, te presentaré a unos amigos… Blake ha demostrado no ser un buen anfitrión hasta ahora —me dice Tay y me toma del brazo.

            —Claro, claro —murmura Blake—, cualquier cosas que vayas a hacer consúltalo conmigo —me sugiere y guiña un ojo.

            —Oh, Blake. Ella tiene mente propia para tomar decisiones —le corrige Tay. Entonces me doy cuenta que están pelando, como en los viejos tiempos, y por un momento olvido lo mucho que extraño a Nina, solo para recordar que también extraño a mis dos mejores amigos.

            —¿Y de dónde eres? —me pregunta Tay.

            —De aquí, pero acabo de regresar de Europa… desde hace seis años que no venía.

            —Eso es bastante, ¿a qué te dedicas?

            —Yo… nada en particular, bueno, viajo todo el tiempo… mis padres tienen mucho dinero… así que me dedico a aprender del mundo, de todo tipo de conocimiento… ya sabes… arte, historia, geografía…

            Ahora recuerdo lo malo que soy mintiendo.

            —Oh, eso es…

            —Lo sé, se escucha como que desperdicio mi vida.

            —No, creo que es magnífico. Creo que yo haría lo mismo si tuviera esas oportunidades. Pero en fin, estudio medicina. Venga. ¿Y te has dejado al novio en Europa o piensas buscar suerte por acá?

            —¿Novio? Bueno, no, tiene bastante tiempo que no salgo con nadie. Soy un alma libre.

            —Interesante. ¿Qué te pareció Nina?

            —Es muy agradable.

            —Y muy guapa —agrega.

            —Sí, lo es… digo, como tú… digo… como todas la mujeres… ya sabes, ninguna mujer es fea.

            —Aja… sí, tienes mucha razón. Nina es más amiga de Blake, pero poco a poco me he ido uniendo a la familia.

            —¿En serio? ¡Qué genial! —sonrío y le doy un sorbo a mi bebida.

            —La ha pasado mal, Nina, ella perdió a su novio, bueno, más o menos. Su novio está en coma, ya casi más de siete meses desde que pasó, y se supone que esta fiesta es para olvidarnos un poco de todo… lo digo porque, su novio, Alan, también era mi amigo.

            —¿Está demasiado mal? —pregunto.

            —No lo sé con certeza; siempre he dicho que si no hubiera estudiado medicina posiblemente sería una excelente actriz, es muy buena fingiendo.

            —Vamos, ese es harina de otro costal. Te presentaré con algunos amigos, quizá y con suerte te guste alguno.

            Yo asiento con la cabeza, la verdad que solo quisiera estar con Nina. Solo con ella y con nadie más.

            Tay me presenta a algunos amigos, la mayoría de ellos los conozco del hospital y solo un par me son desconocidos. Ella insiste y noto que intenta dejarme solo con ellos, pero siempre termino escapando y yéndome con ella. Debes en cuando miro a Nina desde lejos, y no puedo evitarlo, me atrapa. Trato de disimular lo más que puedo, pero me es imposible no mirarla.

            —Disculpa —le digo a Tay—, tengo que hablar con Blake.

            —Claro.

            He mentido, mi intención es ir a donde está Nina. Ese era mi plan, porque Blake termina descubriéndolo y me intercepta en medio camino.

            —¿Qué se supone que estás haciendo? —me dice tomándome fuertemente del hombro.

            —Me lastimas.

            —Ok, ok… ¿a dónde vas?

            —¿A dónde más? Tengo que decirle a Nina quién soy.

            —¿Estás loca? Digo, ¿loco? No te va a crear, te va a tomar por una alcohólica enferma y arruinarás todo. Este no es el momento.

            —¡¿Y cuándo se supone que lo será?!

            —No lo sé, pero definitivamente no ahora.

            —Tengo que hacer algo, no sé, tengo que besarla.

            —¡No!, o sabes qué, hazlo… hazlo y a ver si no te manda a sacar a patadas, y si te desconectan, ni siquiera eso vas a tener. Ni siquiera podrás ser su amiga.

            —Yo no quiero ser su amiga, quiero ser…

            —¿Su novia? ¿Su novio-novia? ¡Piensa Alan! ¡Milla! Eres Milla, lo niegues o no. Lo vas a arruinar antes de haberlo intentando.

            Sé que voy a comenzar llorar, y sé que no me siento tan mal de que alguien lo note.

            —Al menos necesito acercarla a mí, déjame estar cerca de ella… sí, si quieres como amiga, como confidente, así hasta que arregle esto.

            —No me tienes que pedir permiso para eso, lo sé consciente y piensa las palabras antes de que salgan por tu boca.

            Miro hacia donde está Nina, tiene su copa vacía en la mano, y sé que nunca le ha gustado que alguien más la llene por ella, ni siquiera yo. Camino hacia la mesa de bebidas y finjo comer de lo que hay; allí espero varios minutos hasta que ella llega y toma la botella de vino de una pequeña tina de hielos. De pronto la tengo a mi lado, y está mirándome a los ojos, noto que sus labios se mueven, pero no escucho nada.

            —Creo que ya no deberías tomar —escucho la voz de Nina, y me doy cuenta de que no es la bebida la que me ha inducido a desconectarme de la realidad, he sido yo y mi necesidad de tenerla a mi lado.

            —Yo… estoy bien, solo estaba pensando.

            —Claro, pensando… todos tenemos cosas en qué pensar. Eso es lo único que no tiene fin, nuestros pensamientos.

            —Eternity —susurro sin pensarlo.

            —¿Disculpa? —me dice y pone los ojos inexpresivos.

            —Eternity, me encanta ese perfume —aclaro mientras pongo un poco más de vino en mi copa e intento despistar mi interés en ella.

            —¡Oh! ¡Eso! —da un par de carcajadas y se toca el cuello con la mano derecha—, eso… a mi novio también le encantaba, era un idiota…

            —¿Disculpa? —pongo cara de sorprendido, pero de un momento a otro recuerdo que está hablando de mí y no de un hombre cualquiera.

            —En el buen sentido. Gasto mucho dinero en este perfume, dinero que pudo utilizar en algo más útil.

            —Entiendo —gran parte de mi expresión se vuelve de alivio—, me han contado lo de tu novio… realmente lo siento.

            —No importa. Sabes, a veces me siento triste, pero en otras veces enojada. ¿Cómo pudo simplemente dejarme así? Sé que él no tiene la culpa de nada, pero siendo doctor pudo cuidarse, incluso, yo pude darme cuenta y pude evitarlo.

            —No, no digas es —interrumpo—, ya sabes… el estrés de hoy en día hace que muchas enfermedades sean confundidas con un simple dolor de cabeza.

            —Lo sé. En fin, ya no puedo hacer nada más.

            —¿Piensas esperarlo? Digo, hasta que despierte.

            —Al principio esa era mi filosofía, esperarlo, ahora ya no estoy tan segura.

            —Pero, él podría despertar.

            —Ya han pasado siete meses, y no hay señal de que lo vaya a hacer, quizá su padre tenga razón, no se puede vivir de una esperanza.

            —No puedes decir eso, la esperanza mantiene a este mundo girando.

            —Pues yo creo que la esperanza me mantendrá girando en círculos, y yo no puedo hacer eso —suspira y me mira directo a los ojos—, yo necesito seguir hacia adelante.

            Siento como sus palabras me golpean directo en el rostro, siento su angustia y también su desesperación. Quiero comprenderla, pero estamos hablando de mí, y eso nubla mi objetividad. La miro a los ojos e intento fingir que la comprendo, que estoy de su lado y que la apoyo en la decisión cualquiera que tome, pero tan rápido la miro a los ojos me pierdo en la fantasía de su mirada.

            Allí estamos las dos, haciendo lo mismo que estamos haciendo ahora, hablar, justo en el mismo lugar y en el mismo tiempo, pero es diferente. Yo me acerco a ella, dejo mi copa en la mesa y tomo la suya para ponerla junto a la mía; me acerco mucho más a ella y la abrazo; siento su respiración sobre mi nuca, cálida y agitada, profunda y distante; el calor de su cuerpo me cubre por todos lados, y aun así siento que me entra todo el frío por la espalda; miró alrededor y miro a cada uno de nuestros amigos ignorándonos, así que simplemente acerco mi cara al frente de la de ella; la miro directo a los ojos, y sé que ella también lo hace; acerco mis manos y acaricio sus mejillas con mis manos, y me doy cuenta de que ahora son demasiadas pequeñas como para querer cubrir todo su rostro; quiero rozar sus labios con los míos, así que acerco mi boca contra la suya hasta casi sentirlos.

            Le planto un beso y ella me responde.

            Despierto y me doy cuenta de que no ha pasado nada y estoy en la misma posición, no me he movido ni un centímetro. Noto su mirada directa en mis ojos.

            —¿Qué? —pregunto apenada y desvío la mirada.

            —Nada, es solo… solo que tus ojos son del mismo color que los de mi novio.

            —Ah, coincidencia —respondo desinteresado.

            —Lo raro es que llevo mucho tiempo sin verlos, o al menos abiertos, y sé que son del mismo color que los tuyos. Lo siento, es raro lo que estoy diciendo.

            —¡No! Creo que es normal, a veces buscamos parecidos en otras personas cuando nos falta algo.

            —Sí, quizá. Es solo que nunca piensas en que vas a perder algo, estás con alguien y te das cuenta de que has encontrado a la persona de tu vida, al amor de tu vida, pero un día se va y… la verdadera tragedia del ser humano es que amas a alguien que se va a morir…

            —… y tú también te vas a morir. Octavio Paz.

            —Sí. Octavio Paz. Sabes, es un gusto haber platicado contigo, pero no debería platicar de esto, ya sabes, se supone que esta fiesta es para olvidarme de todo eso.

            —Claro —respondo, y me doy cuenta que ha vuelto a mirar mis ojos, como intentando corroborar lo del color de los ojos.

            —Iré —indica con la mano hacia dentro de la casa—, por allí a…

            —Claro, ve.

            Ella asiente con la mirada, sonríe y deja su copa en la mesa. Estoy seguro que ira a nuestra habitación, y que quizá vera la foto de nosotros que está junto a su mesita del lado de la cama. No quiero comprobarlo, o eso me romperá el corazón.

            —¡Hey! Pensé que ya te habíamos perdido —escucho detrás de mí a Tay, me giro y también está Blake.

            —Yo…

            —¿Quieres que nos vayamos? —me pregunta Blake, aunque por su tono parece más una sugerencia.

            —No. Bueno, quizá sí.

            —Yo me voy con ustedes —dice Tay—, ¿me podrían pasar a dejar a mi casa?

            —Claro, también voy a llevar a un amigo —contesta Blake.

            Todos nos subimos al coche, Blake y su amigo al frente, Tay y yo atrás. Ellos comenzaron a platicar sobre la fiesta y lo deprimente que se había puesto desde que Nina se había desaparecido. Me sentí el culpable de aquello, y después comencé a pensar sobre la cita que había hecho de Octavio Paz: “La verdadera tragedia del ser humano es que amas a alguien que se va a morir… y tú también te vas a morir.”

            ¿Por qué Nina lo citó? Le busco una respuesta en mi cabeza una y otra vez, pero no encuentro ninguna apropiada, porque es simple, no tiene una respuesta. Ella tiene rezón, siempre amaremos a alguien que algún morirá, o por el contrario, te amará alguien que sabe que algún día morirás. ¿La he perdido? Quisiera saber si la he perdido, si ya no necesito hacer nada más, porque quizá simplemente ya he muerto para ella; quizá ya no soy nadie, nadie que merezca irse sin permiso y regresar sin aviso.

            —¿Estás bien? —me pregunta Tay.

            —Sí —susurro y regreso a mis pensamientos.

            —Oye, te vi hablar con Nina, y no sé por qué razón pero te vas de este mundo cuando te relacionas con ella.

            —No, es solo que me pone triste ver a alguien así, quisiera que nunca me pasara a mí, o a nadie —me paso un trago de saliva y siento como si pasara una semilla de aguacate por mi garganta.

            —Lo sé, es casi inevitable no ponerte triste cuando ves a alguien así; pero no debería afectarte, no es tu caso.

            —Sí, no debería afectarme.

            —Pues entonces… sonríe.

            Intento sonreír, pero mi sonrisa es más forzada que otra cosa. Tay pone su mano sobre la mía y me sonríe, pero es una de esas sonrisas tiernas y simples, esas que te dicen que todo va a estar bien; le quiero devolver la sonrisa, pero sé que estoy a punto de romperme en llanto; y ella lo nota mucho antes que yo. Tay se acerca y se sienta a mi lado; me abraza y deja que recargue mi cabeza sobre su pecho. De un momento a otro ya me encuentro llorando, intento contenerlo y no llamar tanto la atención, pero siento la mirada de Blake sobre mí. Miro hacia Blake y él me está mirando, pero rápidamente desvía su mirada hacia el frente.

            Tay se mantiene en la misma posición durante todo el viaje; me inmerso en su temperatura corporal y lentamente se me van pasando las ganas de llorar.

            —¿Cuál era tu dirección Milla? ¡Milla!

            —Privada Villa Real, número siete —respondo lloroso, y después de eso me pierdo entre los brazos de Tay.

            El repentino freno del coche me despierta, aún sigo entre los brazos de Tay, la miro y ella me sonríe mientras me susurra que ya hemos llegado.

            —Bonita casa —me dice Blake—, ¿segura que es aquí?

            Me despego de Tay y me seco las lágrimas que se han secado hace minutos, miro por la ventana y reconozco la mansión que es mi hogar ahora. Le hago una señal con mi rostro para responderle que sí es el lugar, y todos nos terminamos bajando del coche, excepto el otro amigo que ya no está en el coche y que posiblemente dejaron antes que yo.

            Me acerco hasta la entrada y el primero en acompañarme es Blake. Tay mantiene su distancia.

            —¿Segura que vas a estar bien? —me pregunta Blake casi susurrando para que no lo escuche Tay.

            —¿Segura? —le pregunto casi riendo.

            —¿Seguro?

            —Sí. Solo te pido que me informes de cualquier cosa, y que hagas lo imposible para que Nina no le haga caso a mi padre y termine desconectándome.

            —No te preocupes, yo me encargaré de todo. Si pasa algo que se salga de mis manos serás el primero en enterarse. Cuídate.

            Blake me abraza con sus enormes brazos y me da un beso en la mejilla, yo lo miro haciéndole notar lo que acaba de hacer.

            —Lo siento. Algún te tendrás que acostumbrar, ahora eres una chica —me guiña el ojo. Lo que dice me cae como una cubetada de agua fría, porque es verdad.

            Blake se encamina hacia el coche y Tay le hace una señal, ahora ella se dirige hacia mí para despedirse. Veo de reojo y Blake ya se ha metido al coche.

            —No sé exactamente lo que te pasa, pero sé que es algo más que el simple hecho de ver a otra persona triste. Si necesitas algo, hablar con alguien… no digo que con Blake no puedas, pero a veces es más fácil hacerlo entre chicas, solo llámame—, ella saca un bolígrafo de su chaqueta y me apunta su número sobre mi brazo, el mismo número que tantas veces marqué y me sé de memoria—, vas a estar bien, ya lo verás.

            Ambas sonreímos, nos miramos a los ojos e intentamos volver a la seriedad. Ella se acerca, me abraza y me da un beso muy de cerca de los labios; me vuelve a mirar y termina dándose la vuelta, se sube al coche y Blake lo echa a andar. Los dos sacan los brazos por la ventana y me hacen un saludo de despedida, hasta que le coche se pierde en la oscuridad, solo así me doy cuenta de que ya es de noche. Reviso mi celular y veo un montón de llamadas de Maiah y Joshua.

            —¡Mierda! —grito y termino tocando el timbre.

            La puerta simplemente se abre y miro hacia una de las cámaras que cuelgan de las esquinas de enorme portón negro. Sé que me están viendo.

            Al entrar la primera en recibirme es Maiah, está demasiado alterada, grita como loca que qué me he creído, que por qué no contesté el teléfono, que dónde he estado y que no sé lo preocupada que la tenía; por atrás viene Joshua, y carga una mirada de pocos amigos. Me preparo para recibir más regaños, y posiblemente un castigo; pero lo único que recibo al final es un abrazo por ambos, seguidos de “gracias a Dios estás bien, no lo vuelvas a hacer”. ¿Qué clase de padres simplemente reaccionan así? No tengo idea, pero el mío jamás lo hizo así, yo incluso recibí golpes.

            —¡Nunca, nunca! Lo vuelvas a hacer —dice Maiah.

            —Sí, lo que hiciste estuvo mal, incluso pensamos en despedir al chofer, pero sabemos que el solo obedeció tus órdenes —agrega Joshua mientras me toma de la mano.

            —Gracias, Benito no tiene la culpa —les respondo a ambos realmente arrepentido.

            —Por cierto —interrumpe Joshua—, mañana vamos a tener la cena que tanto tiempo hemos aplazado. Pensamos darte la noticia cuando llegáramos, pero como no te encontramos… en fin, toda la familia llegará mañana en la noche.

            —Sí, ya todo está arreglado, de hecho, lo llevo arreglando por semanas, después de todo ya casi podías andar a pie —dice Maiah y pone mirada de furiosa—, por cierto, ya despedimos al fisioterapia, algunos de los criados nos dijeron lo que pasó, así que no te preocupes, no le van a dar trabajo por un buen tiempo. Me alegra tanto que mañana pasaremos toda la mañana juntas; iremos a que te corten el cabello, de maquillen y compraremos ropa nueva… más femenina.

            —Yo… yo me siento bien así, ¿por qué no puedo simplemente quedarme así? ¿Qué tiene de malo mi ropa y apariencia?

            —Nada, pero si quieres recordar quién eras… debemos empezar por hacerte ver como quien eras —responde Maiah aplaudiendo con pequeñas palmaditas.

 

Veo mi rostro, mi nuevo rostro y me pregunto qué tan mal sería si me quedara así para siempre. Tengo miedo de no regresar a mi cuerpo y perder a Nina, pero no sé qué tanto ya la he perdido. Observo mis ojos, y recuerdo al mirada de Nina al decir que se parecían tanto al color de los ojos de su novio, de mí, de Alan; y sí, es la verdad, el color es idéntico… incluso si observo mis demás facciones, son muy parecidas, pero mucho más finas y suaves que las mías.

            —¿Qué tal tu nuevo corte? —me pregunta la estilista, que ha terminado de cortarme, secarme y peinarme el pelo—, justo como la última vez que te vi por aquí.

            Miro el espejo en general, le doy vueltas a mi cabeza y sería mentira no creer que me veo bien, realmente me veo muy bien.

            —Es perfecto —le respondo.

            —Y te verás mejor cuando terminemos de maquillarte.

            —¿Cuántas horas más? —le pregunto.

            —Las necesarias.

            Giro mi cabeza y veo los montones de bolsas sobre una mesa, también miro a Maiah hablando por teléfono y supongo que está terminando de arreglar los últimos toques de la cena de hoy. Apuesto a que está cansada, yo lo estoy, hemos pasado todo el día recorriendo tiendas de ropa y zapatos. La mayoría de ropa que compre lo hice escogiendo lo que me gustaría que usara Nina, no sé si funcionó o no, pero fue mi única alternativa una vez que Maiah me negó usar pantalón de vestir y esas cosas más cómodas. Después de eso fuimos directo a los zapatos, ese fue mi punto débil, porque yo quería algo bajo y cómodo, pero Maiah me obligó a usar unos más altos, bonitos, pero casi imposibles de usar, por lo que tuvimos que pasar horas practicando el caminar con esos zapatos; incluso llegué hasta aquí con ellos; extraño o no, aprendí muy rápido y sin mucho esfuerzo.

            Pasan los minutos y lentamente el maquillaje empieza a trasformar mi rostro; debes en cuando abro los ojos y miro a Maiah hablando con unas personas sobre la ropa, que han sacado y puesto toda sobre una mesa. Parecen estar escogiendo la ropa que voy a utilizar para la cena; veo un reloj que está colgado sobre el espejo que tengo en frente y advierto que ya se ha hecho tarde y posiblemente cuando lleguemos ya estén todos en la mansión. Prosigo mirando a la estilista, y me acuerdo de todas esas veces que me enojé con Nina por tardarse horas maquillando, porque aunque se veía bien, se me hacía inhumano que se tardara tanto. Ahora ya no estoy tan seguro si era inhumano o no.

            —Listo, te ves hermosa.

            Miro el espejo, lo que está en frente de mí no solo es hermoso, es bellísimo. Yo, me veo hermosa.

            —Te voy a mandar un link a tu correo con mi canal de Youtube, sé que te di muchos consejos antes, pero espero refrescarte la memoria con mis tutoriales, ¿te parece?

            —Claro. Suena bien.

            —¡Chicos!, ¡Ya está lista! ¡Pueden pasar a ponerle la ropa!

            Cuando me paro de la silla ya están Maiah y los demás con un vestido en las manos, me mira como en conspiración y sonríen entre ellos. Ya han escogido por mí, y podría quejarme, pero por alguna extraña razón confío en ellos.

            Camino hasta el frente de un espejo largo, me veo por completo, con un hermoso vestido blanco del torso y negro el resto, un vestido ligero y sobre mis rodillas, muy bonito, y entonces afirmo nuevamente que me veo más que hermosa. Si fuera Alan, y viera a Milla, posiblemente mi mirada hubiera sido atrapada por completo, pero al pensar esto me siento mal, me siento como si engañara a Nina, pero se me pasa rápidamente, porque en mi circunstancias, ya no tiene mucho caso pensar con lógica.

 

Ya hemos llegado a la mansión, se escucha ruido adentro y en todo el patio hay muchos coches, coches elegantes y modernos. Han encendido antorchas en los prados, luces y todo lo que pueda iluminar los alrededores de la mansión. Es hermoso. Estoy nervioso, porque aún no recuerdo a nadie, aunque no es que lo vaya a hacer, pero me apenará tener que ignorar a tanta gente que supongo se preocupa por mí. Maiah me da un abrazo y todos los criados que se encuentras afuera me sonríen y apoyan con el pulgar arriba.

            Las puertas se abren.

            Adentro hay una fiesta elegante, y me doy cuenta que todos llevan trajes y vestidos, como si fuera una fiesta formal de riquillos aburridos. Todos me miran y la música en tono bajo se detiene, parecen como estar viendo un fantasma. Nadie dice nada, luego Joshua se acerca y me toma de la mano.

            —Les presento, a la nueva Milla —les dice sonriendo y levantando una copa.

            Todo el murmullo que escuché del otro lado de la puerta regresa; todos brindan levantando su copa; todos repiten mi nombre seguido de un “viva” y comienzan a acercarse para abrazarme, felicitarme o simplemente ponerse a llorar.

            <<No creía lo que me decía tu madre esta mañana; cuando me lo dijo tu padre pensé que estaba bromeando; nunca perdí la esperanza; te ves igual de hermosa que siempre; esos seis años de descanso te cayeron muy bien; me siguen encantando tus ojos; piensa en el futuro; ojala y esto nos una más como familia… —decían sin cesar una y otra vez, o al menos hasta que se aburrieron y decidieron darme un aire de libertad.>>

            Mis padres, si puedo llamarlos así ahora, me llevaron con cada una de las familias y personas que pensaron era necesario conocer; me contaron  la vida de mis familiares más viejos y los momentos que pasé con ellos; me dejaron varias veces con primos y amigos para hablar; prácticamente, me pasearon por toda la casa para que me relacionara con todos los invitados. En un momento tuve que escaparme y recobrar un poco de aire para mí solo.

            Terminé escondiéndome junto a la parte trasera de la barra de bocadillos, y por varios minutos he mirado a todos desde lejos, desde la vista de un completo extraño; bocadillos, bebidas, pláticas y demás, típico de fiestas formales. Todos parecen gente rica, no presumida u ostentosa, más bien gente agradable, pero quizá por estar todos en familia no tienen que presumir su dinero como lo harían con gente extraña. La gente vieja se viste elegante, pero la joven también, incluso los que eran mis amigos. Todos llevan trajes y vestidos costosos, ropa que nunca me podría dar el lujo siendo Alan.

            La familia es bastante variada, hay gente no tan agraciada físicamente, pero también la hay contraria, gente guapa, quizá unos cuantos primos y dos o tres primas, de las cuales dos son gemelas; quizá de esa minoría ha salido la belleza de Milla, mi belleza. Entonces me siento agradecido, de estar en este cuerpo, y no es por discriminar o hacer sentir mal a la belleza no típica, pero supongo mi vida en este momento sería mucho más difícil si fuera una mujer de cincuenta años, bigote y obesidad mórbida.

            —Amor, tengo a alguien que presentarte, acaba de llegar —me susurra Maiah y me enojo que alguien haya encontrado mi escondite.

            —Claro —le digo casi indiferente, pues ya he visto a tanta gente que no me importa una persona más. Detrás de ella está un hombre alto y delgado, no flaco, con barba cerrada y corta, con traje y pinta de intelectual.

            —Él es Alan, tu novio —dice Maiah dando un sonrisa.

            —¿Mi novio? ¿Alan? ¿En serio te llamas Alan? —pregunto anonadada.

            —Bueno, los dejo para que aclaren muchas cosas —agrega Maiah y finalmente nos deja solos.

            —Hola Milla, me da un gusto volver a verte. Me ha contado tu madre tu situación.

            —¿En serio también te llamas Alan? ¿En serio eres mi novio?

            —¿Conoces a alguien más con ese nombre?

            —No, digo, no realmente… solo me gusta ese nombre.

            —Ah, sí, soy tu novio. Dios, sé que esto es difícil para ti, porque también lo fue para mí. Después de tu incidente pasé meses yendo todos los días a verte, hasta pospuse mi viaje a Alemania, ¿recuerdas? Me aceptaron para estudiar allá, ingeniería mecatrónica. Me arrepiento de haber peleado por no respetar tu derecho a elegir un año sabático, y por no haber ido a esa fiesta, quizá pude haber evitado esto.

            —No lo creo, un derrame sucede en instantes —le corrijo. Realmente no me interesa lo que tenga o no que decir.

            —Quería esperarte, pero tus padres me convencieron de irme, me dijeron que ellos se encargarían de avisarme. De hecho, me avisaron en cuanto despertaste, y quise venir tan rápido lo supe, pero ellos me aconsejaron que te diera tiempo, de recordar por ti misma, y supuse que era lo mejor. Hace una semana me avisaron de esta cena, tenía que venir.

            —Oh, es muy apreciable tu… tu… ¿perseverancia? Pero creo que, ya es tarde para recuperar lo que sea que teníamos.

            —¿Amor? No lo entiendes, yo te amo, aún te amo.

            —¿Disculpa? —pregunto mientras hago una mueca de horror con mi boca.

            —Te amo, dije que siempre te amaría; y no me he enamorado de nadie, lo he intentado y cómo me arrepiento, porque no hay nadie como tú.

            —Sí, mucho menos ahora —respondo sarcásticamente.

            —Entiende, no estoy con nadie, aún te amo y quiero que superemos esto juntos; tengo todo el tiempo libre del mundo, ya hasta he terminado mi carrera y unos cuantos diplomados antes de venirme. Todo está perfecto para los dos.

            —Disculpa, Alan —exhalo aire—, tú y yo, no existe y no va a existir, yo no te conozco y jamás me sentiría atraída por alguien como tú; yo amo las artes y el cuerpo humano; no las ingenierías.

            —¡Oh, vamos! —grita y baja la voz en cuanto se da cuenta que ha llamado la atención de los cercanos—, no es que no sientas nada por mí o no me conozcas, es solo que no me recuerdas. Tú me amas, y muchas veces me lo dijiste y demostraste; teníamos tantos planes juntos, ¿recuerdas? Viajar juntos por todo el mundo era uno de ellos.

            —¿Por qué repites recuerdas, si es obvio que no? —le digo enojado y furioso.

            —Milla, no me hables así. Una vez tú me dijiste que cuando me besabas era mágico, que incluso sin mirar sabías que se trababa de mí; que jamás olvidarías mis besos.

            —Para —le ordeno mientras trato de contener mi asco. Veo sus labios, su barba y estoy a punto de salir corriendo, tomar una botella de vino y tomármela por completo para soportar mis ganas de vomitar.

            —No. ¿Sabes por qué no voy a parar? —me pregunta y le niego mirándolo con asco—, porque te lo voy a demostrar.

            El tipo de pronto se abalanza sobre mí, agarra mi rostro con sus enormes manos y me planta un beso; siento toda su barba sobre mi rostro y es como sentir a alguien peinando mi piel con un cepillo para perros; yo lo empujo con todas mis fuerzas y este termina cayendo sobre la barra de bocadillos; platos, vasos, charolas y arreglos terminan cayendo sobre el suelo; un ruido ensordecedor de vidrio y metal se mezcla para crear la perfecta sinfonía de un desastre.

            —¡¡¡¿Qué diablos crees que haces pendejo?!!! —grito con todos mis pulmones—, ¡¡¡No me vuelvas a tocar en tu puta vida!!! ¡¡¡Yo no te amo y ni pienso intentarlo!!! ¡¡¡¿Te queda claro?!!! —Le pregunto mientras siento mi rostro caliente de enojo. No estoy loca, yo amo a Nina, pienso. ¡Mierda! ¿He dicho loca? ¿Me he referido a mí con un término femenino? Primero me doy cuenta de la palabra que he usado, luego del desastre que he hecho, y finalmente que todos me observan con mirada de asombro e indignación.

            Siento como si hubieran descubierto mi verdadera identidad, pero también como si ya no tuviera una.