La Misteriosa Chica del Lago

Un Final.... Un Comienzo (Final)

Me acerqué a recoger las gafas que se encontraban sobre el suelo. Mi mente, hasta entonces, no había reaccionado como el de cualquier persona normal. Una persona en su sano juicio probablemente hubiera salido corriendo, hubiera gritado o sudado en frío, yo… yo solo había aceptado lo que estaba pasando, lo que realmente ocurría. Entonces se habían tatuado dos letreros imaginarios sobre mis ojos: “Me enamoré de un espíritu” y “Katherine está muerta”. Tener en claro esas dos cosas me habían sentado bastante bien, pero aún mi mente estaba en shock, y lo supe porque en cuanto no vi a Katherine y solamente a esas gafas, me solté a llorar.

            Me había tardado demasiado en sentir eso, la tristeza. Quizá porque por primera vez me había enamorado, y ahora resultaba que no era un amor de entre vivos. ¿Quién pone un letrero de advertencia “¡Cuidado, puede ser que se enamoré de alguien que ya está muerto!” antes de sentir que no podrías vivir sin esa persona? Finalmente… ¿Quién te advierte de enamorarte de la persona incorrecta? La respuesta es sencilla: nadie. Entonces, ahora que por fin estaba entrando en razón, y que podía sentir esa necesidad fisiológica de tener miedo, miedo por lo sobrenatural, por perder a alguien, por la muerte, por la locura, por la impotencia… solo ahora me sentía realmente viva, me sentía humana.

            Tomé finalmente las gafas; estaban frías. Las lágrimas comenzaron a salir en más cantidades, como si algún interruptor se hubiera activado. Hice presión sobre mis ojos intentando contenerlas dentro de mí, pero aquello solo me soltó en llanto. De pronto recordé en una milésima de segundos todas esas veces que había llorado de esa manera en mi vida: cuando no me dieron lo que quería para navidad, lo que creía había sido mi primer decepción amorosa, la primera vez que me raspe todas la rodillas, cuando murió mi abuela, cuando murió mi prima, cuando me perdí en el centro supermercado, la primera vez que me regaño mi padre, cuando vi esa película, cuando vi esa otra película, cuando me golpearon en la celda de detención… Todo esto había pasado por mi mente en una serie de capturas sin transición.

            Me volví a girar hacia donde había escuchado los gritos de Julieta. Hice un burdo intento por secar mis lágrimas y comencé a caminar. Recordé que aún tenía la lámpara, no quise intentar prenderla porque supe que no lograría nada, así que la tiré al suelo, y entonces esta encendió. Rápidamente la tomé y sin perder más tiempo, comencé a encaminarme hacia donde había escuchado los gritos. Tenía miedo, pero tenía que ir por Julieta y alejarla de ese tal José antes de que terminara arrepintiéndome el resto de mi vida por haberla llevado a donde no debía. En todo caso, si no resolvía esa noche de una vez por todas lo que envolvía todo ese misterio, nunca lo haría.

            Mi mirada intentó penetrar entre la oscuridad con ayuda de la linterna, intenté de llorar para que mi llanto no interrumpiera los ruidos de la naturaleza, pues entre ellos se habían mezclado la voz de Julieta. Comencé a dirigirme y guiarme con mi puro instinto, pero no parecía estar funcionando. Me detuve a secas entre en medio de la nada, solo éramos los enormes árboles rodeándome y yo. Sentí el latido de mi corazón con tanta precisión, eran tan exactos uno del siguiente. Todos los sonidos de mi entorno desaparecieron, solo parecían sobrevivir los de mi corazón, pero luego escuché otro, y no perdí tiempo en identificar que se trataba del reloj. Saqué el reloj que había metido en mi bolsillo y lo saqué, eran las tres en punto.

            —Será mejor que te des prisa, cuando sean las cuatro todo regresará a las dos, así es como lo hace él —dijo la voz de Katherine frente a mí.

            Yo di un pequeño grito y me sobresalté.

            —¡Julieta! No vuelvas a parecer así de la nada… me asustas—respondí.

            —Tienes que apurarte, o se repetirá la historia.

            —¿A qué te refieres? ¿Sabes? Si me contaras toda la historia… yo… no sé… terminaría más rápido con todo esto.

            —La estoy recordando… ahora que estoy consciente de que no soy… de que no estoy viva… recuerdo... recuerdo más claramente… pero en partes...

            —Primero que nada... si sabes dónde está… ¡dímelo! Y después cuéntame todo lo que está sucediendo.

            —Está en medio de la isla, José creo una especie de mesa enorme de piedra... allí mataba todo lo que cazaba, solo tienes que ir hacia tu derecha.

            —Bien.

            —De lo que puedo recordar… fue a las dos de la mañana cuando morí… cuando Julieta, la abuela de Julieta, llegó y vio como él me terminaba de matar… yo lo había hecho enojar y él me asfixió hasta morir. Julieta vio todo y huyó, permaneció por unos minutos perdida en el bosque, yo podía verla, pero ella no me veía a mí. Luego dio con el lugar de la mesa de piedra, vio a José llegando con un enorme venado, él comenzó a descuartizarlo a machetazos... me había matado y se veía tan tranquilo, como si tan solo hubiese matado otro animal.

            Katherine permaneció en silencio. Vi la expresión de su cara. Parecía estar sufriendo por contarme esa historia.

            —Solo dame lo que necesite para salvar a Julieta. No tienes que contarme todos los detalles.

            —Son necesarios. Tengo que contarte todo para que comprendas. Continúo. José notó la presencia de Julieta, porque esta quiso matarla de una pedrada, pero él la vio antes de que sucediera. Ella era tan pequeña a su lado, y el tan enorme. La reconoció. Él supo que se trataba de la misma niña de la que había abusado antes. Sin más, la violó. Pude escuchar sus gritos, pude ver su rostro enrojecido por el llanto, y no podía hacer nada.

            —Tú no podías hacer nada.

            —Intenté gritarle y no sé si me escuchó cuando le dije de la cuchilla que José siempre traía detrás, entre su espalda y su pantalón. Ella la sacó, la sacó y la clavó directo en su ojo derecho. Él la dejó mientras gritaba e intentaba sacarse la cuchilla, luego se desmayó y cayó al suelo. Julieta regresó al cuerpo que yacía sobre el suelo, y le sacó los dos ojos. Yo jamás la había visto así, estaba realmente enojada. Después envolvió los ojos en una servilleta de tela y la enterró, y luego tiró el cuerpo de José a un pequeño pantano. Todo parecía haber acabado, pero tan solo estaba iniciando.

            —¿Qué?

            —La maldición de José. Él era fanático de la brujería, leía libros y esas cosas, incluso a veces la gente de San Marie iba a verlo solo para que les ayudara con sus problemas a través de la brujería. Recuerdo que yo gritaba, y la gente me ignoraba, sabían que estaba allí. Posiblemente los chismes habían terminado confesando mi ausencia, pero  los habían amenazado si decían algo, ¿cómo enfrentarse a la familia más rica y poderosa de San Marie?, como sea, al momento de dar las cuatro Julieta perdió la vista, así de la nada. Posiblemente a esa hora fue cuando realmente murió José.

            —Espera, Julieta no me dijo que su mamá era ciega.

            —Julieta mintió, ella nunca le dijo a tu Julieta que era ciega.

            —¿Por qué haría eso?

            —Porque cuando ella nació, nació ciega, y los doctores no entendían porque estando sus ojos en tan perfectas condiciones no podía ver. Le dieron esperanza de ver algún día. Si le decían que su madre también era ciega, era romperle el corazón a su hija.

            —Eso es absurdo, ¿por qué mantener la esperanza de una niña de esa manera?

            —Porque Julieta sabía que la ceguera tenía que ver con José. Por eso se suicidó, porque pensó que al morir terminaría todo, se rompería la cadena y su hija vería la luz.

            —Pero eso nunca pasó.

            —No.

            —¿Entonces que necesito hacer?

            —¡Apúrate! ¡Sé que sabrás qué hacer!

            Dijo Katherine antes de desaparecer.

            Lo que me acaba de contar parecía una historia sacada de un cuento de ficción.

            Corrí hacia la dirección donde Katherine me había indicado, pero por más que caminara no llegaba hacía aquel sitio.

            —¡Corre más rápido, Charlie! Ya casi llegas! Tienes que llegar antes de las cuatro o José hará que despiertes en cualquier otro lado.

            Yo no veía a Katherine, tan solo podía escucharla mientras corría.

            —Así es como lo hace José, mezcla la realidad con su realidad, al final solo habrás hecho de verdad lo que él quiera. Él juega con tu mente, justo ahora estamos en su juego, y si dan las cuatro se irá todo a la basura.

            —Corro lo más rápido que puedo —dije abrumada.

            Seguí corriendo hasta que en medio de todos aquellos árboles logré ver una inmensa luz, era la luz de la luna, pero caía directo sin el estorbo del follaje de los árboles. Cuando llegué y vi la planicie supe que era el lugar. Frente a mí había una enorme mesa de piedra, y sobre ella estaba Julieta. Corrí hacia ella y noté que tenía sus muñecas amarradas a unos clavos que sobresalían de la mesa.

            —¿Julieta? —pregunté.

            —¡Chalie! —dijo mientras giraba su cabeza hacia mí.

            Aquella fue la primera vez que miré los ojos de Julieta. Eran tan grises, pero como un gris cercano al azul. Reamente hermosos.

            —Todo va a estar bien, Julieta. Ya nos vamos —dije.

            Dejé todo lo que traía en la mesa y comencé a desatarle las muñecas lo más rápido que puede. Luego se sentó y comencé a desatarle las piernas. La miré, noté que estaba comenzando a llorar, miré hacia la mesa en el lugar donde había dejado todas mis cosas y tomé las gafas oscuras. Las acerqué hacia ella.

            —Recuperé tus gafas —fue lo único que alcancé a decir antes de que una enorme mano las tomara.

            Me petrifiqué al instante, y después de unos segundos giré mi cabeza para ver. Era el tal José, lo tenía de cercas. Lo miré a los ojos, y fue tan extraño… sus ojos, el color de sus ojos era exactamente igual a los de Julieta. Mi mente intentó buscar una explicación, solo había una. Pero antes de siquiera pronunciar las palabras dentro de mi mente, él hizo trisas las gafas con simplemente su mano. Me asusté y simplemente giré mi cabeza hacia Julieta y me apresuré para desatarle las piernas, pero José me tomó por el cuello y me jaló hasta tirarme a unos cuantos metros de la mesa.

            Quedé sobre el suelo toda desorientada, comencé a toser por el polvo que había entrado a mi nariz, e intenté levantarme. Cuando quedé en cuclillas giré la mirada hacia la mesa, él venía hacia mí. Me levanté lo más rápido que pude y comencé a correr hacia donde estaban los árboles. Corrí hasta que lo perdí de vista. Luego me escondí entre unos matorrales.

            —Ya no tienes mucho tiempo —me dijo Katherine, que ahora se encontraba justo a mi lado.

            Yo solo me tapé la boca para bajar el volumen de mi grito.

            —Te dije que no aparezcas así —susurré.

            —Tienes que apurarte.

            —Ya lo sé.

            Tomé el reloj de mi bolsillo y lo abría. Eran las 3:35 de la mañana. Hice una señal de desaprobación en mi rostro y simplemente lo metí de nuevo en mi bolsillo.

            —Yo se lo había dado.—¿Qué?

            —El reloj, pero luego mis padres fueron a su casa y cuando vieron que lo traía en su cuello… se lo quitaron.

            —Entiendo entonces porqué terminó después en la tienda de antigüedades, pero que después terminara aquí en tu cuello…

            —En mi cuerpo... fui yo, al parecer es lo único que puedo tocar y mover. No quería que se lo llevaran los policías.

            —Ahora entiendo.

            —Tienes que ir por los ojos de José —me susurró.

            —José tiene sus ojos, los vi… de hecho son iguales a los de Julieta.

            —Es porque ella es…

            —Lo sé, es hija de José, por eso ella no tiene padre y nunca ha sabido algo de él.

            —No importa, lo que importa es que busques los ojos de José, del de carne y hueso, y lo pongas junto a su cuerpo, creo que quizá así todo termine.

            —Ok, y ¿dónde los enterró?

            —No lo recuerdo bien…

            —¡Vamos Katherine! ¡Ayúdame!

            —¡Ya!, están debajo de la mesa de piedra.

            —¡¿Qué?! ¿Hablas en serio?

            —Lo lamento.

            —¿Y el pantano?

            —Está casi cerca de la cabaña, de hecho detrás de ella.

            —Ok. Tengo menos de media hora para hacer todo eso.

            Sin pensarlo simplemente salí del matorral y comencé a correr de regreso hacia la planicie con la mesa de piedra. Corrí y llegué tan rápido que yo misma me sorprendí. Julieta todavía estaba en la mesa intentando quitarse las cuerdas de las piernas.

            —¡Julieta!

            —¡Charlie! ¿A dónde fuiste? ¡Ayúdame!

            —Eso estoy haciendo. Trata de desatarte, yo tengo que terminar algo.

            Me metí debajo de la mesa y comencé buscar algo que me dijera dónde estaban enterrados los ojos de José.

            —Es allí —me señaló Katherine.

            Ya no insistí en que no me asustara. Simplemente comencé escavar con ayuda de mis manos.

            No fue necesario mucho esfuerzo, apenas unos cuantos centímetros y encontré un pedazo de tela. Lo saqué, lo extendí sobre el suelo, y finalmente lo abría. No había nada realmente en él, y me asusté que no fuera el que tenía los ojos de José, pero noté que el pedazo de tela estaba manchado de café por todos lados. Esas manchas tenían que ser los ojos de José, solo que descompuestos por el paso del tiempo.

            Miré hacia Katherine y ella solo asintió con la mirada. Había pensado lo mismo que yo.

            Tomé el pedazo de tela con mucho cuidado, lo doble y cuando pensaba meterlo en mi bolcillo sentí como alguien tomaba mi pie izquierdo. Luego vino un jalón que terminó sacándome de debajo de la mesa. Quedé de espaldas y noté que se trataba de José nuevamente, solo que esta vez no tenía ojos, literalmente no los tenía, en donde habían estado dos ojos solo había un par de agujeros negros. Me di vuelta rápidamente y me paré. Traté de orientarme y al apenas dar un paso, José me tomó con ambas manos, una sobre el cuello y la otra sobre mi pecho izquierdo, provocándome un dolor incesante. Parecía que hasta allí terminaría todo, pero…

            —¡Hey! ¡Monstruo! —gritó Katherine—, ¿Sorprendido de verme otra vez?

            La distracción de Katherine me dio tiempo para zafarme de José con un simple movimiento. Luego corrí, corrí y corrí.

             No sabía cuándo había corrido, solo deseaba ver la cabaña, y cuando al fin la vi no pude evitar sonreír. Corrí hacia detrás de la cabaña y vi a lo lejos una hendidura, pero no podía verla tan claramente, así que busque entre un montón de cosas algo que pudiera ayudarme, y encontré, una vieja lámpara de gasolina. La tomé y encontré pegada a ella una caja de cerillos, sin saber cómo, finalmente la encendí.

            Me acerqué lo más que pude hacia el enorme hueco en la tierra. Quizá había sido un pantano antes, pero ahora estaba completamente seco. Puse la lámpara en el suelo y me acerqué a la orilla, podía ver algo, pero no estaba segura. Bajé y me aproximé hacia lo que creía era un cuerpo, y estando cerca noté que tenía razón, era un cuerpo, se veía como una especie de momia, quizá el mismo pantano lo había mantenido tan intacto. Comencé a desenterrar las partes que estaban aún tapadas por tierra, y cuando el cuerpo quedó completo puse el pedazo de tela sobre sus ojos. Un alivio llegó tan rápido, todo había acabado.

            Subí de nuevo y salí del agujero. Me tranquilicé y mire el cuerpo desde arriba. Luego me toqué mi pecho y noté que aún seguía doliéndome.

            —Cada vez que él me violaba lastimaba mi pecho de esa manera, así es como sentía siempre —afirmó Katherine.

            —¿Por qué me sigue doliendo? ¿Y hice lo que dijiste? ¿Ya se terminó?

            —Él viene hacia acá, no sé qué más se tiene que hacer.

            El miedo regresó ante mí, no podía creer que aún no había terminado. Me paré y me di media vuelta. Él estaba detrás de mí. Él dolor de mi pecho se incrementó.

            —¡Lárgate! ¡Ya has hecho mucho mal! —le dijo Katherine.

            Luego se lanzó sobre él y simplemente esta comenzó a volverse trasparente, él tiempo ya se estaba agotando. Katherine solo atravesó a José y desapareció. José se acercó a mí y me tomó nuevamente del cuello, y con una sola mano me alzó, comencé a sentir que el aire se me terminaba; grité un par de veces antes de que me callara con la presión de su mano sobre mi cuello. Comencé a patalear y tratar de zafarme, pero era inútil. Luego sucedió algo increíble.

            Él me soltó. Me quedé mareada un par de segundos antes de darme cuenta que se trataba de Julieta, ella le había enterrado en la espalda una cuchilla.

            —Me escuchó —se escuchó como un eco la voz de Katherine.

            José intentó sacarse la cuchilla de la espalda. Yo enfurecí tanto, e inconscientemente tomé la lámpara y la tiré sobre el hueco, justo donde estaba el cuerpo de José. No sabía si hacía mal o bien, pero recuerdo muy bien lo que pasó en el momento que el cuerpo comenzó a arder entre llamas. José desapareció. Todo había acabado. Al fin había acabado. Miré a Julieta, ella solo permanecía parada sin decir nada. Luego gritó.

            Me paré rápidamente y llegué hacia donde estaba parada.

            —¡Julieta! ¿Qué pasa? ¡Ya acabó! ¡Iremos a casa!

            —No es eso...

            —Estoy viendo… o creo que es eso… te veo, ¿eres tú?

            Rápidamente tomé el reloj de mi bolsillo y lo abría. Eran las cuatro de la mañana, y el reloj seguía corriendo. Entonces supe que todo realmente había terminado.

 

La mañana se acercaba, el ruido del motor del bote ahora parecía ser el sonido de la victoria. La luz del día parecía quebrarse en un amanecer, Julieta no dejaba de asombrarse de todo lo que veía a su lado. Comencé a contarle todo, incluso lo de su madre, ella no se sorprendió, dijo que sospechaba que su madre también era ciega. Cuando le dije lo de su padre, tampoco se sorprendió, incluso se alegró, me dijo que si no fuera por ese tal José, ella no existiría, y por eso jamás me hubiera conocido. La mantuve cerca de mí hasta que llegamos a mi casa, había policías, mucha gente… sabía que me esperaba un gran problema, pero ya no importaba. Ahora todo lo veía completamente diferente, todo había cambiado.

            El resto del mes estuve en problemas con policías, con mis padres, con mis amigos; después papeleos, y muchas cosas más. Mis padres se alegraban que recuperara la vista, el abuelo de Julieta también, se había vuelto loco al ver que su nieta podía ver, todos se habían vuelto locos. Luego de todo esto, la policía examinó el cuerpo en la cabaña, y lo sacaron de allí. Todo San Marie lo supo, y la gente mayor comenzó a hablar, a decir que habían escuchado de eso pero que no creían que hubiese sido verdad… y un montón de cosas más. Julieta y yo decidimos apelar por la verdadera historia, y finalmente ganamos ante el tribunal de San Marie para que el cuerpo de Katherine fuera enterrado justo al lado del de la madre de Julieta, y justo en medio enterramos el reloj con las fotos de ambas dentro, incluso enterrado se podía escuchar que este seguía funcionando. Misteriosamente las manecillas, el reloj en sí, nunca dejó de funcionar.

            Elegí irme de San Marie, mis padres se rindieron, pero cuando les dije que estudiaría literatura me apoyaron rotundamente, ellos sabían que había lago en mí que había cambiado, incluso yo lo sabía. Pero antes de irme decidí ir a todas las casas de mis amigos y agradecerles todo lo que habían hecho por mí, porque sin su apoyo no se hubiera creado esa cadena que me llevó de un evento a otro. Él último de ellos fue Mario, tenía algo más en mi cabeza, y quería corroborarlo. Estando en su casa de agradecí todo lo que había hecho, sobre todo por apelar que no estaba loca en el tribunal, pero sobre todo, por su amistad. Él lo malinterpretó e intentó darme un beso, pero lo rechacé, le dije que lo quería solo como amigo. En fin, lo que realmente me interesaba lo encontré, en aquella casa habían muchos cuadros, el padre de Mario había muerto y le había heredado todo, y Mario como buen hijo había decidido conservar todo como lo había dejado su padre. Fue así como encontré una foto, entre todas había una en particular que me interesaba, era Katherine al lado de un apuesto hombre. Le pregunté a Mario sobre él, y me dijo que se trataba de su padre, su padre y su prometida que lo había rechazado, a la cual amaba mucho, pero posiblemente ella nunca lo amó a él. Justamente lo que creía.

            Partí de San Marie, en parte triste, Julieta había decido quedarse, disfrutar de su visión, de su abuelo y de todos los lugares que se había imaginado en San Marie. Mi historia no había terminado aquel día en San Marie, tan solo había iniciado.

            La primera noche que pasé lejos de San Marie me sentí realmente triste, sentía que faltaba algo, pero no tenía claro qué. Mientras dormía sentí que alguien me daba un beso. Entonces desperté. Y solo escuché: “gracias”. Miré hacía todos lados, no vi nada, pero supe que se trataba de la voz de Katherine, incluso el cuarto se impregnó de su aroma. Sonreí, porque supe que ese gracias significaba más que un simple gracias; ahora su alma descansaba, y en parte ese gracias era por esto, pero aquel gracias también significaba un gracias por el amor que tuvimos. Ella no me lo dijo, pero sabía que todo eso significaba su “gracias”, eso y un adiós, aunque si lo pensaba bien, era un hasta pronto.

 

—Y bueno, así es como termina esta historia —señaló Charlie viendo hacia toda la gente.

            —O más bien así empieza otra historia —dijo un joven hasta el joven.

            —Tienes toda la razón —respondió Charlie sonriendo.

            <<Bueno, ¡se acabó la lectura del libro! ¡Es hora de que todos hagan una fila para que comience la firma de autógrafos! —gritó un hombre bajito y bien vestido que se encontraba detrás de Charlie.>>

            Todos los que habían asistido a aquella firma, muchos más de los que Charlie había imaginado, comenzaron a empujarse para ser de los primeros en la fila. Charlie trataba de ser diferente con cada uno, hacerlo sentir especial, porque realmente lo eran, pero terminaba por escuchar un pequeño alago, después pedía el nombre a quien dedicar su libro “La Misteriosa Chica del Lago”, después si alguien traía una cámara se tomaba una foto y finalmente se despedía con un gracias.

            La última chica se posó frente a ella y le sonrió. Esta traía unas gafas negras y tenía el cabello a la altura de la quijada. Se veía mucho más estilizada y elegante que el resto de las chicas que habían pasado anteriormente.

            —Me encantó rotundamente esta historia, me recuerda mucho a algo que viví.

            —Al menos que hayas experimentado con lo sobrenatural… de lo contrario no creo que lo hayas experimentado como yo lo viví.

            —¿Entonces sí fue cierto?

            —Muchos dirán que sí, muchos dirán que no… yo solo sé que es mi historia, y las historias de cada quien son reales para quien las vive. Como sea, ¿A quién le dedico este libro? ¿Cuál es tu nombre?

            —Julieta.

            La chica se quitó las gafas oscuras y entonces supo Charlie quien era en realidad aquella chica. Se veía tan diferente… su pelo, su manera de vestir… pero sus ojos, su mirada seguía siendo la misma.

            —La historia me encantó —dijo Julieta—, realmente fue buena, eres una buena escritora, de hecho yo también soy escritora, y estoy escribiendo la continuación de “La Misteriosa Chica del Lago”.

            —¿En serio?

            —Sí, solo que mi novela es un poco más romántica y cuenta únicamente con dos protagonistas mujeres.

            —¿Y quiénes son tus protagonistas?

            —Adivina.