Metamorfosis

Almas y Cuerpos (Parte II)

Cerré los ojos esperando a que sucediera algo, imaginé en mi mente que lo que sucedería no sería más que una experiencia cualquiera. Esperé por segundos… como cuando vas al doctor y dice que te voltees para poder inyectarte, justo así, con incertidumbre de no saber en qué momento lo haría, si dolería o pasaría antes de darme cuenta. Ella no me avisó el momento en que comenzó a introducir un cálido y tibio dedo dentro de mí, pero lo supe al instante; sentí una ligera presión que acrecentaba cada que mi ano se dilataba. Mis ojos se abrieron al instante y no pasó mucho tiempo para que mi boca también lo hiciera.

            Sentía como si se me saliera el alma por la boca; quería gemir pero me contuve; me mordí el labio inferior y volví a cerrar los ojos; supe que el dedo que estaba sintiendo era el pulgar, pues alcanzaba a sentir los otro cuatro dedos sobre mi coxis. Sacó el dedo y rápidamente mis glúteos se contrajeron, pero ella no perdió el tiempo y volvió a meterlo; comenzó a juguetear, y yo le seguí el juego. En poco minutos me sentí tan caliente y húmeda; tan excitada. Traté al máximo de contener mis gemidos lo más discretos que pude, pues recuerdo alguna vez haberle dicho a Blake que las mujeres pornográficas se veían tan vulgares gritando;  justo en este momento me retractaba de todo.

            Llegué en a punto donde ya no pude contenerme; gemí y grité, y simplemente comencé a disfrutar de aquella nueva experiencia. Tay sacó su dedo y se apartó. Se arrastró por la cama y comenzó a hacerse espacio debajo de mí; luego me dio vuelta nuevamente para dejarme debajo de ella. La miré y era sorprendente la forma en que había cambiado la expresión tierna que siempre solía tener por la de una mujer erótica e insaciable. Pude notar como le hizo una seña a Blake con la mano, como si le diera pase para poder entrar de nuevo al juego. Blake se acercó y percibí que se estaba poniendo el condón, su pene estaba tan erecto y sin la necesidad siquiera de habernos tocado.

            Él se acercó y rápidamente lo perdí de vista cuando Tay comenzó a besarme. Su boca se volvió como una prisión para mí; atrapó cada uno de mis suspiros y cada uno de mis besos. Su lengua, como excavadora, penetró hasta lo más profundo de mi garganta; sus manos sobre mis pechos; sus piernas entre las mías; luego pasó lo otro… Nadie me dijo nada, nadie me advirtió o pidió permiso; no sabía si estaba preparada para eso o no, solo sentí algo dentro de mi vagina, y no era Tay. Aquella señal había sido para que Blake entrara en mí; para que me penetrara. En un segundo pensé en la idea de tener un pene dentro de mí; luego cuando comenzó a sacarlo y a meterlo, en la idea de se sentía bien; que me gustaba; pero…

            Miré a Tay y ella tomó uno de mis pechos y me susurró al oído: “Imagina que soy yo”. No sé si aquella frase había funcionado; pero me ponía tan caliente la idea de que ella fuese la que me estuviera penetrando. Luego como buenos compañeros de juego se sincronizaron; ella me tomó fuertemente y empujó su cuerpo cada vez que Blake me penetraba; aquello por más asqueroso para algunos y excitante para otros, me era la combinación perfecta. Ya no me preocupaba en absoluto si estaba alterando las leyes de la sociedad; si había enfrentado todos mis prejuicios; o si teóricamente estaba engañando a Nina… Nina…

            Abrí los ojos y observé a Tay; tan preciosa y majestuosa; una mujer hermosa y sin prejuicios… la mujer que cualquier hombre o mujer desearía tener; pero de alguna forma todavía pasaba por mi mente Nina. Nina y el “si nada de esto me hubiera pasado” Posiblemente justo ahora estaría viendo algún documental por la noche con Nina mientras comiésemos pizza, o leyendo, o estudiando o intercambiando comentarios del día en el hospital… pero no haciendo un trio, eso jamás. ¿Debía agradecer a la vida por hacerme pasar por todo para poder tener una experiencia como esta? ¿Debía estar furiosa por tener un trío sin que una de esas personas fuera Nina?

            Blake siguió penetrándome, y yo seguí excitándome; Tay no se queda atrás, y sabía que en cualquier momento sería el turno de Tay. Dejé que Blake terminara; y de alguna forma me alegró, pues justo en el momento que comencé a pensar en Nina dejé de ponerle atención a Blake y a Tay. Me zafé de Tay y me bajé de la cama; ambos me miraron y por unos segundos tuvieron toda mi atención.

            —Necesito tomar agua —les dije.

            —¿Estás segura? ¿No prefieres más cerveza? —me contestó Tay.

            —Necesito agua, créeme. Denme unos minutos… ustedes sigan sin mí.

            —No te tardes mucho —sugirió Blake antes de seguir con Tay.

            Salí de la habitación y tomé toda mi ropa como la fui encontrando en mi camino. Me vestí en la sala y comencé a repetirme en la cabeza “¿Qué haces Milla? ¿Qué vas a hacer?”, una y otra vez. Miré sobre el sillón la bolsa donde Tay había puesto la marihuana y la tomé; agarré el encendedor; busqué las llaves del coche de Tay y salí corriendo del apartamento. No sabía si me habían escuchado, pero tan pronto saliera de allí, sería imposible que me detuvieran.

 

Sacó un poco de marihuana y la pongo sobre un pequeño pedacito de papel que me encontré hurgando entre el coche. Llevo un par de minutos mirando la casa desde que aparqué del otro lado de la calle. Todo está muy oscuro; y sé que ella está allí, porque puedo ver el resplandor de la computadora frente a una de las ventanas. Enciendo el pequeño cigarrillo de marihuana y le doy un sorbo. Cierro los ojos y dejo que la hierba comience a hacer afecto; y no es que lo haya perdido ya, pero si un poco de marihuana me empujó a tener un trio, quizá un poco más me dé las fuerzas para enfrentarme a Nina después de lo que me hizo en el Roberson.

            ¿Exactamente qué busco de todo esto? No lo sé, pero siento tan valiente para enfrentarme a cualquier cosa; me siento tan feliz y tan fuerte. Me bajo del auto y vuelvo a observar la casa; veo hacia ambos lados de la calle y me animo a cruzar. Me paro frente a la casa y prosigo; busco entre las macetas y encuentro la perfecta, la que tiene una llave para casos especiales. La tomo y camino hacia la única puerta que abre, la trasera. Quiero creer que Nina no ha cambiado las chapas y la llave abrirá perfectamente, y sonrío cuando mi teoría es cierta.

            La puerta se abre suavemente, en parte porque así siempre ha sido esa puerta y porque me preocupo por no hacer mucho ruido. Cierro la puerta con delicadeza y dejo la llave sobre una mesa. Comienzo a mirar todo a mi alrededor, sigue tan igual que da miedo. Me cuesta trabajo creer que Nina no ha cambiado nada, es como… como si todavía estuviera esperando mi regreso. Me preocupa, porque quizá ya no regrese, y si lo hago… ¿volveré a ser la misma persona? Ya he perdido la esperanza de regresar a mi cuerpo, pero parase que Nina aún la conserva, y a pesar de que me causa una tremenda tristeza, también una alegría.

            Prosigo caminando, con mucha precaución de no hacer ruido y arruinar lo que sea que esté a punto de hacer. Miró la sala y no pierdo la oportunidad de sentarme en mi sillón, un reclinable de piel que compré en un bazar de segunda mano. Me siento tranquila por un momento, como si estuviera en casa y nada hubiera pasado, pero frente a mí está el televisor, y el reflejo de este hace que me dé cuenta que no soy Alan. Ya no me da tristeza, no me dan ganas de llorar y salir corriendo a pedir ayuda; más bien me quedo observando el reflejo y sonrío. Si tan solo Nina me diera una oportunidad…

            Me levanto del sillón y trato de escuchar si Nina hace algún ruido, pero todo parece tan en calma. Comienzo a subir las escaleras, veo algunas fotos de los dos colgadas en las paredes; observo detenidamente su sonrisa, y también la mía; debieron ser tiempos buenos, y digo debieron porque ya no los recuerdo con tanta alegría. Sigo subiendo y me alegra la idea de poder pasar por este pasillo con fotos de las dos; sería como vivir una vida nueva y a la vez una antigua; sería como decirle que si alguna vez se aburrió de mí ahora tiene la oportunidad de estar con otra persona sin tener que engañarme. Seguramente debo estar muy drogada como para verle el lado malo a algo.

            No dejo de sonreír. Quiero carcajear pero me contengo.

            Sigo subiendo y en cuanto piso el segundo piso me aterro; como si tenerla tan cerca me emocionara tanto y me petrificara la emoción de poder tan siquiera mirarla. Pienso… la extraño tanto, su sonrisa, su cabello, sus ojos tan peculiares y hermosos, su voz, el olor de su cuerpo y sus suaves besos. Extraño muchas cosas de ella y ni siquiera el golpe que me dio hizo que la odiara tanto como para no extrañar todo lo que ella representa para mí, ¿soy tan estúpida para empeñarme en este camino? ¿Necesito dar vuelta e ir por otro? Bueno, solo sé que quiero un camino donde ella camine a mi lado.

            Tengo tanto miedo de perderla. De convertirnos en un par de extraños.

            Camino hacia el cuarto y veo la luz de la computadora; allí está, es Nina. Tan solo puedo verla de espalda, con su pelo cayendo sobre ella, y recuerdo todas esas veces que llegué y le soplé al oído, siempre le molestaba que hiciera eso, porque luego peleábamos, le daba un beso y terminábamos en la cama. Aquello era la mejor parte del día; cuando la tenía solo para mí. Estaba tan tentada a hacer lo mismo; a repetir aquellas noches de pasión a su lado. En segundos me sentí tan sucia, tan sucia de haber estado en la cama con Tay y Blake. Y tan rápido como me sentí sucia, también me sentí indiferente; ya estaba aquí y no podía empeorar las cosas.

            Me acercó lentamente a Nina, como si estuviera a punto de robar un diamante. Tantas veces me pregunté si realmente se exaltaba cuando le soplaba al oído o fingía que no me percibía detrás de ella para terminar en la cama conmigo; en este momento sabría la veracidad de mi teoría. Me acerco, doy pasos lentos y suaves, y es que casi me siento como una pluma. Estoy tan cerca de ella, casi caminando en la oscuridad; como una sombra más. Está a unos centímetros de mí, y mi instinto es besarla y decirle cuánto la he extrañado, pero sé que aquello jamás me funcionaría, y lo hago, le soplo al oído.

            La última vez que lo hice ella se dio paró de la silla y se abalanzó sobre mí para darme pequeños golpes en el pecho jugando, así hasta que me tumbó sobre la cama. Esta vez dio un grito, se levantó de silla y me aventó lo primero que tomó entre sus manos; un enorme libro, que me hubiera dado en la cara si mis brazos no hubiesen intervenido. Luego las luces se encienden y hacen que se dilaten mis pupilas y vea todo tan borroso. Cierro y abro los ojos parpadeando y me tallo los ojos un par de veces, solo para darme cuenta que Nina ha desaparecido. Salgo corriendo del cuarto; tampoco está en el pasillo, así que simplemente bajo las escaleras. Aún todo está oscuro.

            —Nina… —susurro—, la última vez que lo hice terminamos en la cama y lo hicimos toda la noche, ¿lo recuerdas? ¡Nina! —grito—, deja que te explique, dame solo una oportunidad.

            —No sé cómo diablos entraste a mi casa, pero te juro que ya llamé a la policía —dice Nina detrás de mí.

            Me giro rápidamente y la veo frente a mí, entre las sombras; en su mano lleva un cuchillo. La miro a los ojos; sé que ha estado llorando, porque debajo de sus ojos tiene puntos rojos, pequeños puntitos rojos que salen cuando se le revientan los vasitos por la presión.

            —¿Has estado llorando? —pregunto retóricamente.

            —Sal de mi casa, ¡estás loca!

            —Todo lo que te he dicho es verdad, Nina, quizá por fuera mi cuerpo sea diferente… pero mi alma es la misma.

            —Alan no creía en las almas… te faltó investigar un poco más —me contesta.

            —He cambiado, todo lo que creía no es como lo imaginé… el mundo, las personas… ahora soy diferente.

            —Mila… dime algo —Me sonríe y yo me pongo tan contenta—, ¿de qué manicomio te escapaste? Quizá pueda engañar a todos con esa carita de ángel que tienes, pero no a mí.

            Comienzo a acercarme a Nina, y ella levanta más aún el cuchillo.

            —No te acerques.

            —Dame eso Nina, podemos hablar y solucionar eso como dos personas civilizadas.

            —¿Civilizadas? Las personas civilizadas con las que suelo entablar una conversación no fuman marihuana. Se te ve en los ojos que estás drogada hasta la…

            Me apena que me vea en esas condiciones, y por lo tanto mis argumentos pierdan fuerza por lo mismo. No lo pienso dos veces y me lanzo sobre ella; sé que no sería capaz de herir a alguien, así que rápidamente tomo su muñeca entre mi mano derecha y la aprieto para que suelte el cuchillo; pero mi mano es tan pequeña que por más que me esfuerzo no resulta nada. Forcejeamos unos segundos; y luego ella suelta el cuchillo; me empuja y sale corriendo hasta la puerta principal. Escucho que la puerta se ha abierto, y salgo corriendo detrás de Nina. Cuando la veo la tomo por la cintura y prácticamente la tiro sobre las escaleras. Todo es tan brusco que me doy contra una esquina casi en el ojo. Empiezo a escuchar gritos, y veo, con un solo ojo porque el otro está bañado en sangre, es Blake.

            Los dos han llegado, y pienso que quizá Blake ha supuesto que había venido hacia acá. Blake se abalanza y me toma por la cintura para levantarme como si fuera un muñeco inflable. Tay corre hacia donde está Nina y la ayuda levantarse. Yo intento zafarme de Blake, le doy patadas y nada parece funcionar; así que uso fuerza ruda y le doy una patada en la entrepierna. Blake grita y se le doblan las piernas, pero no me suelta. Tay está tratando de controlar a Nina, quien parece quiere venirse sobre mí y terminar de dejarme ciega del otro ojo.

            —¡Maldita perra loca! ¡¿Ustedes par de… sabían que iba a venir?! ¡Ustedes son iguales que ella, par de locos! —grita a todo pulmón.

            —¡Suéltame Blake! ¡Maldito maricón! —le grito enojada.

            —Será mejor que cuides tus palabras —me responde Blake forzando la voz.

            De un momento a otro a Tay se le escapa Nina, y esta sale corriendo hacia dentro de la casa y cierra la puerta. Tay la deja ir y camina hacia donde estamos Blake y yo.

            —¿Qué demonios estás haciendo aquí Milla? —me pregunta pero la ignoro, la ignoro porque estoy peleando con Blake.

            —¡¿No eres un maricón?! ¿No fuiste tú quien me la metió? ¿Qué se siente metérsela a tu mejor amigo?

            —Cállate Milla…

            —¿Ahora si soy Milla? Pinche maricón. Me la metiste hermano —le respondo tan enfurecida que no escucho a Tay intentando calmarnos.

            —No vi que te quejarás —me responde igual de furioso—, el maricón eres tú, ahora que eres mujer te encanta que te metan todo y no importa si es por adelante o por atrás.

            —¡Ey! ¡¡¡¿De qué demonios están hablando?!!! —interrumpe Tay gritando— ¿Cómo que ahora que eres mujer? ¡¡¡Mierda!!! ¿Eres transexual? —pregunta mirándome con una cara de horror.

            —No lo entiendes Tay —contesta Blake.

            —Todo el día se la han pasado los dos diciendo que no lo entiendo… ¿esto es lo que se supone no entendería?

            —Sí era hombre —responde Blake—, pero no físicamente… bueno sí, pero no de esa manera… —dice desesperado.

            —Nina tiene razón… ustedes dos están locos…

            Busco mi siguiente oración; pero rápidamente se interrumpe por culpa de varias sirenas de policía. Toda la oscuridad se pinta de un color rojo y azul.

            Dejo de forcejear y tomo la mano de Tay mientras; comienzo a llorar y los miro a ambos.

            —No los quiero perder también a ustedes.