Andrea Princesa... Samantha Príncipe

Pequeñas Palabras

 

-¿Y cómo te ha ido con Sandra? –Preguntó Samantha mientras buscaba un lugar para sentarse.

-Bastante bien… Es de esas chicas que una vez que las conocen sacan ese lado oscuro que tienen –dio un par de risas.

-¿Lado obscuro? Eso sí que asusta. –respondió a las risas.

-La verdad es que es una chica muy agradable…

-Sí, lo es. Por cierto, ¿ya has preparado algo para con tu novio para San Valentín? –cuestionó con la más clara intensión de saber su estatus de relación.

-Lucas… Lucas no es muy romántico y eso –bofó-, creo que ese es su único defecto. Pero tengo la esperanza de que como es nuestro primer año juntos en la universidad… Quizá preparé algo especial, no lo sé; aún faltan dos semanas.

-Apuesto a que sí.

-¿Y tú? ¿Ya tienes planes? –Pensó en preguntar si prepararía algo junto con su novio, pero prefirió ser discreta y omitir géneros.

-No, la verdad es que no tengo ese alguien con quien preparar algo.

-¡¿En serio?! ¿Me estas tomando el pelo?

-¿Por qué habría de hacerlo? –preguntó sorprendida.

-Es sólo… eres guapa, ¿Cómo es que no tienes a nadie? Pero de seguro debes tener algún pretendiente.

-Sí, probablemente alguno por allí.

-Ah… ¿Estudias…? –intentó Andrea cambiar el tema de conversación.

-Bueno, además de ser bibliotecaria de medio tiempo, estudio pintura.

-¿En serio? Eso es genial, a mí siempre me ha encantado mirar pinturas. No soy buena recordando autores o nombre, pero me gusta pensar en que sentía o pensaba esa persona al dibujar o pintar.

-Bueno, eso es un punto a tu favor. La mayoría de las personas sólo ven manchas y trazos sin forma.

-La mayoría… la verdad no me gusta ser como la mayoría –sonrió-. Creo que ese es el problema de la sociedad  –meditó unos segundos-, no se cansa de enseñarnos a vivir como clones.

-Tienes toda la razón, pero desgraciadamente todo el tiempo seguimos patrones.

-¡Dios! No puedo creer que estemos filosofando… soy mala intentando abrir conversaciones –bofó.

-No Andrea, para nada. Hasta ahora lo has hecho muy bien –negó con la cabeza.

-Vamos, pregúntame algo.

-¿Qué?

-Lo que quieras –se acomodó y se puso erguida.

-De acuerdo… ¿Autor favorito?

-Stephen King, pero no se lo digas a Sandra o me echará de la habitación –hizo una sonrisa pícara-. Es una larga historia. Ahora yo… ¿has pintado grafiti alguna vez?

-¿Tengo facha de hacer vandalismo?

-¡Hey!, respóndeme.

-Una vez, tenía como 13 años. ¿Por qué esa pregunta?

-No lo sé, creo que tienes finta de chica mal.

-Recuerda… No juzgues a un libro…

-Por su portada –interrumpió.

 

Cuando ambas chicas pareciesen haber roto el hielo, la puerta de la habitación se abrió; Sandra entro cargando una bandeja grande con dos enormes platos llenos de comida china. Rápido Samantha se paró para ayudarla, a lo que Sandra negó con la cabeza.

 

-Bueno, será mejor que me vaya.

-¡No! ¡Quédate! Hay suficiente comida –dijo Andrea incómoda porque Sandra sólo había traído dos platos.

-Aceptaría, pero tengo que ir a uno de mis turnos de la biblioteca –acentúo los hombros-.

-De acuerdo –se resignó con una mueca en la boca-. En cuanto lea el libro, prometo llevártelos.

-No te preocupes, ya sabes dónde encontrarme. –Ambas sonrieron y miraron a Sandra para comprobar si ella tenía la misma impresión, Sandra las miro y fingió una sonrisa bastante obvia. Samantha abrió la puerta y se despidió con un saludo.

 

-Eres… realmente grosera Sandra. –giró la cabeza y puso una mirada furiosa.

-¿Yo? ¿Qué hice?

-¿Por qué sólo trajiste dos platos si sabias que Samantha estaba aquí?

-Pensé que cuando llegase ella no estaría aquí. –Andrea, se molestó y camino hacia la puerta.

-¿A dónde vas? –preguntó desconcertada.

-Iré a ver a Lucas, almorzaré con él.

-¿Me vas a dejar sola con dos platos de comida?

-Lo siento.

 

Andrea salió molesta de aquella habitación, pues obviamente Samantha se había ido al mirar los dos únicos platos de comida. Lo único que le quedaba por hacer era quizá alcanzar a Samanta e invitarla a comer, pero… ¿Y si era cierto lo de la biblioteca? Se detuvo por un momento y comenzó a pensar en ello, después prosiguió caminando mientras le daba vueltas al asunto. Al final y sin darse cuenta ya se encontraba fuera del campus, miró hacia los lados y notó que se encontraba cerca la biblioteca. La miró fijamente y optó por ir a echar un vistazo. Decidida se encaminó hacia aquel edificio. Al ir subiendo los escalones hacia la entrada notó que Rafael venía saliendo con un par de libros muy densos.

 

-¿Rafael?

-¡Andrea! ¿Qué tal?

-Veo que vas a tener una tarde de lectura ligera.

-Ni me lo digas ¿Pero sabes que es aún peor? Tener que compartirlos con mi equipo, al paso que leen ellos no sé si podamos terminar el trabajo a tiempo.

-Cierto.

-Oye, si vas a entrar allí te aconsejo que sea otro día. Hay demasiada gente, la pobre chica no se da abasto.

-¿Samantha?

-Sí, la pelirroja.

-No es pelirroja, es café rojizo, como el chocolate.

-Soy muy malo con eso de los tonos de los colores, pero si, es ella.

-Bueno… ¿Sabes si Lucas está en su departamento?

-Es lo más seguro, me dijo que se quedaría pasando apuntes; últimamente ha faltado a clases, debería guiarlo un poco más por el buen camino, yo ya he fallado en el intento.

-Vale, lo haré. ¿Vas para allá?

-No, lo siento. Tengo que ir a terminar ese trabajo grupal, se suponía que regresaría en 15 minutos.

-Entonces no te quito tu tiempo. –Andrea intentó despedirse con un beso, pero los dos enormes libros que cargaba interferían entre ambos. Así que sólo se despidió con una sonrisa.

 

Ahora definitivamente no podía ir con Samantha, seguramente sólo la estresaría más. Dio un giro de 180° sobre su propio eje y miró hacia donde se encontraban los demás campus. Suspiró agotada sólo de pensar en que tendría que ir caminando hacía hasta la habitación de Lucas. Tomó resignación y se encaminó.

 

Una vez llegando al campus se recargó sobre un pilar para tomar un poco de aire fresco, tomó aire y prosiguió caminando hasta llegar al pasillo de Lucas. Una arruga se formó sobre su frente cuando una chica salió de la habitación de él. La chica mucho más alta que ella la miró y poco después le sonrió amistosamente, a lo que ella siguió con una leve sonrisa. Detrás de la chica salió Lucas y le entregó un libro muy parecido a uno de los que Rafael cargaba justamente hace unos minutos.

Lucas volteó y la miro, rápidamente se despidió de la chica de una manera muy indiferente y esta empezó a dirigirse hacia donde estaba ella; pues la salida quedaba hacia su dirección. Andrea prosiguió caminado mientras la chica se acercaba cada vez más a ella. De alguna manera esta chica no le daba buena espina, no se vestía mal ni nada por el estilo; incluso su cabello negro con reflejos rojizos le hacían ver bien… pero algo, era algo. Ambas se cruzaron en un punto medio, Andrea la ignoró y caminó hacia Lucas que se encontraba en la puerta. Cuando llegó a su lado miró de nuevo hacia atrás pero la chica ya había dado vuelta hacia los siguientes pasillos.

 

-Hola, no sabía que tenía visitas  –Andrea le miro seria.

-No te pongas celosa, acaba de venir a intercambiar un libro que ella tiene, yo no y viceversa.

-¿Celosa yo? Deberías preocuparte por otras cosas que por mis supuestos celos.

-¿Ha sí? ¿Cómo qué?

-Como en no faltar a tus clases.

-Rafita ya te fue con el chime –frunció la mandíbula.

-¿Por qué?

-¿Quieres pasar?

-Si es para que me respondas a la pregunta, Sí. Si quiero.

-Entra –empujó la puerta.

 

Por la mente de Lucas pasaban tantas cosas justamente en ese momento, por ejemplo: Inventar una buena excusa. Ya había faltado a tres clases esta semana, bueno, por lo regular faltaba al menos una vez al mes: pero, ¿Cómo podía resistirse a los encantos de Christina? Si ella le decía que tendría una hora libre y coincidía con alguna clase de él… eso no era problema. Sus nervios de por sí ya se encontraban al extremo por la llegada de Andrea justo cuando estaba Christina… ¿Intercambiando libros? Eso ni siquiera él lo creía.

 

-Entonces… ¿Cuál es tu excusa? –Andrea se cruzó de brazos y le miró fijamente.

-No van a ser excusas, son realidades. La verdad es que… tomé algunas clases extras para adelantarme, pero no pude. Las clases extras se volvieron muy difíciles y reprobé un par. Así que ahora tomo cursos para reponer esos cursos y pues… algunos son justo en las clases curriculares.

Pero ¡No te preocupes! Ya lo tengo controlado, no va a pasar más.

-El que mucho aprieta…

-Sabes que soy malo para citar esas cosas.

-Hay Lucas, ¿sabes qué? Mejor te dejo para que te ponga a estudiar.

-¡No! ¡Quédate! –Andrea se dirigió hacia la puerta y volteó hacia él. Nos vemos, cuídate y no faltes más a tus clases.

-No lo haré, lo prometo. –caminó hacia Andrea y le plantó un beso en la boca, este fue tan sencillo y frío por ambas partes.

 

La cara de Andrea se tornaba algo indiferente, sin señal de sentimientos y como si estuviese apagada ¿Por qué? No lo sabía y le daba flojera indagar en algo que quizá no tenía sentido. Por otra parte Lucas se sentó en el escritorio y dejó su mirada directa a través de la ventana.

 

Cuando por fin el turno de Samantha llegó a su fin no tuvo más remedio que llegar directamente a su habitación para descansar, sí, eso implicaría llegar un poco tarde a una de sus clases. De todas formas prefería llegar descansada y tarde, que temprano y con sueño. Lo que realmente le sorprendió fue cuando se tumbó en la cama y de alguna forma no lograba quedarse dormida.

 

Miraba el techo intentando buscar algún indicio, al final se dio cuenta de todo; se trataba de Andrea. Ella seguía con su novio y parecía feliz por ello… Lo que significaba que ella no sabía nada y que ese estúpido le estaba poniendo los cuernos, pero ¿Qué podía hacer ella? Decirle “Oye, la otra noche vi a tu novio besuqueándose con una zorra” esos eran terrenos peligrosos y debía pisar con cuidado.

 

¿Había motivos? Ella… y Andrea ¡No! ¿Por qué pensaba tan si quiera en la posibilidad? ¿Por qué le había llevado el libro? Se tocó la frente y cerró profundamente los ojos para decirse así misma lo tonta que era. Giro su cuerpo de lado y se acomodó la almohada para intentar conciliar el sueño.

 

A lo lejos vio una libreta abierta y se preguntó por qué la había dejado allí, era la libreta donde apuntaba los libros que debían ser remplazados. Se paró de la cama y llegó hasta la libreta, la cogió y regresó a la cama. Hojeó un rato y se dio cuenta de que muchas notas ya las había hecho, así que comenzó a quitar hojas de la libreta. Cuando por fin la dejo únicamente con hojas limpias, volvió a ponerse de pie y esta vez se sentó en frente al escritorio.

 

Ya que no podía dormir decidió hacer algún boceto para matar el rato, tomó una pluma cerca de allí, pero ninguna idea venía a su mente… después… ¿Y si le hacía un dibujo a Andrea? Algo así como anónimo, no… Eso sería bastante obvio, o al menos eso pensaba. Bajo la pluma y la puso a un lado, después abrió uno de los cajones del escritorio y sacó un lápiz. Con el lápiz en mano y algo pensativa tuvo una magnífica idea… Le escribiría ¿Por qué no? escribiría cartas y la enamoraría de la mejor manera, de la forma más romántica y menos usada hoy en día.

 

Sabía claramente que escribir no era algo que se le diese muy bien, pero lo intentaría.

-¡Espera! –dijo en voz alta y se tapó la boca aun sabiendo que ella no compartía habitación con nadie-. ¿Por qué pienso en escribirle? ¿Por qué me gusta? ¿Sólo por eso? –Se puso de pie y comenzó a dar vueltas por toda la habitación. Se detuvo, regresó a la mesa y comenzó a escribir sin pensarlo dos veces.

 

Andrea decidió tomarse el día libre, sin amigas, sin novio y sin compañeras de habitación. Todo el día se la pasó recorriendo los jardines. Más tarde compró una fruta y el resto del día se quedó en las gradas de la cancha de fútbol observando a infinidad de personas. Cuando por fin se aburrió simplemente regresó a su dormitorio para darse un baño y poder dormir. Su sorpresa fue no haber encontrado a Sandra en ningún lado. El lugar estaba recogido y parecía como si hubiese faltado todo el día.

 

Sin importancia giró para cerrar la puerta y notó un sobre tirado en el suelo, “¿Sería de Sandra? –se preguntó.” Sin embargo, este sobre venía rotulado con un título en letras grandes “Para Andrea”

Aunque le pasó por la mente que era de Sandra no dudo mucho tiempo para abrirle. Dentro del sobre venía una carta no muy corta ni muy extensa y lo primero que hizo fue olerla, ya que un leve olor a rosas la alcanzó casi al mismo tiempo que sacó la carta.

 

“Seguro era de Lucas –se dijo así misma.” Pero cuando empezó a leerla su pensamiento cambió al instante, “Este no puede ser de Lucas, el odia la poesía –exclamó muy para si misma.” Se recostó en la cama y comenzó a leer el pequeño fragmentó que plasmaba aquella hoja blanca y pajiza.

 

“El viento congelado acariciaba mi piel

Las nubes se volvían espejismos andantes

Los colores se bronceaban opacando su textura

Las risas de los niños se dibujan en eclipses

Todo ya no parecía tener cordura”

 

“Luego llegaste tú

Con tu mágico hechizo

Con tu brillante luz divina

Alumbrando el más obscuro sendero

Tú mi vida y consuelo

Tú mi alma, tú mi suero

Sólo soy mortal en busca de tus besos”

 

Andrea no recordaba haber leído esto, esto parecía ser propio. Cuántas veces había soñado con lo que tenía ahora en sus manos, eran tan pocas y pequeñas palabras… Pero con tanto que decir, ¿Quién era esa persona tan hermosa en palabras? Intentó buscar algún indicio, giro la hoja e incluso busco dentro del sobre, pero no había nada. Era un anónimo. De alguna manera y a pesar que quería mucho a Lucas sobre su cara se dibujó una sonrisa.

 

Quería contárselo a alguien, pero quizá a nadie le importaría o si quiera le entendería. Colocó la carta de vuelta en el sobre y puso debajo de la almohada. Cerró los ojos hasta que se quedó dormida.

 

Cuando se puso el sol Andrea saltó de la cama y se dirigió a ducharse, mientras se bañaba logró escuchar la puerta abriéndose, al parecer acababa de llegar Sandra o quizá había regresado mientras dormía… que importaba. Tan rápido se pudo bañar salió con la toalla puesta y vio a Sandra con algo en la mano, miró detenidamente y vio que lo que se encontraba en su mano era la carta del poema.

 

Enojada caminó hacia Sandra y de un tirón jalo el sobre, Sandra giró asombrada y puso ambas manos arriba.

 

-¡Perdón! ¡Soy inocente! La encontré tirada. –pues sí, quizá la había dejado caer al suelo sin darse cuenta al levantarse deprisa-. Calma, no pensaba abrirla. ¿Qué es? ¿Por qué me la arrebataste así?

-No es nada, es algo que escribí.

-¿Por eso dice “Para Andrea”?

-Me gusta escribirme cosas.

-Si claro, perdón por no llegar anoche, salí con unos amigos y me quede en casa de uno.

-No tienes que darme explicaciones –continuo-. Todo está bien.

-¿Al menos te preocupaste por mí?

-Claro, pensé en llamarte a tú celular pero me quedé dormida, lo siento.

-¿Te quedaste dormida antes de llamarme? ¿Qué clase de compañera eres? Podía haber sido secuestrada.

-Lo siento, vale.

-Lo siento, que fácil ¿No? todo el mundo arregla las cosas así, todo.

-¡Yo no soy todo el mundo y ni me compares con tú percepción de la humanidad porque es muy distinta a la que yo tengo!

-¡Calmada! No me grites.

-No te estoy gritando ¿Sabes qué? ya me voy, tengo cosas que hacer. –Andrea tomó su ropa, regresó al baño y comenzó a arreglarse. Tomó su bolso, metió el sobre y se dirigió hacia la puerta -¿Sabes qué Sandra? Hay algo que tenía que decirte… Me encanta Stephen King e incluso me he leído toda la saga de Crepúsculo, sí, ya me siento mejor. ¡Qué tengas un bonito día! –Sandra sólo miró con una cara desconcertada y mientras Andrea salía de la habitación.

 

Después de mucho tiempo, Andrea logró llegar por primera vez justo cuando no había mucha gente en la cafetería. Hoy deseaba antes de ir a clases: pedir un café y releer una y otra vez aquel poema, así hasta lograr dar con quien lo había escrito. Al fondo y aún concentrada en el poema, escuchó una voz que se le hizo familiar, giro la cabeza para darse cuenta que esa persona era nada más y nada menos que Samantha. Esta se encontraba hablando con un par de chicos y una un profesor, parecían que se trataba de algo de la biblioteca. Andrea observó la plática hasta que esta termino, Samantha se dirigió hacia donde estaba la barra de servicios de la cafetería y en un momento cualquiera giró la cabeza para chocar con la mirada de Andrea.

 

-¡Hola Andrea! –sonrió marcadamente.

-Hola Samantha ¿Ahora si tienes tiempo como para acompañarme a tomar un café?

-Justamente ahora tengo mucho tiempo. –Samantha le dio su orden al chico de la barra y se encaminó hacia donde se encontraba sentada Andrea, esta se paró y la saludo con un beso en la mejilla. Samantha sonrió y ambas se sentaron.

-¿Y hoy que otro tema filosófico te gustaría discutir? –le preguntó a Andrea.

-Bueno, hay algo que me pasó… y no sé con quien hablarlo…

-¿Por qué no tratas conmigo? –Sugirió mientras el chico de servicio le entregaba su orden-. Tienes de aquí hasta que se acabe mi café.

-Eso suena bien. –ambas sonrieron, le dieron un sorbo a su café sin dejar de cruzar esa mirada de complicidad.