Andrea Princesa... Samantha Príncipe

El Arte de los Deseos

 

Para la mayoría de los universitarios el tiempo es oro, el tiempo jamás se recupera, el tiempo es agotable y para los estudiantes de filosofía “El tiempo no existe” como sea… Para Rafael Olvera el tiempo sólo era eso que muchos estudiantes universitarios terminarían desperdiciando. Ante noche la fiestecita que se había armado en la habitación del amigo de Lucas era el claro ejemplo de su teoría.

Abatido por las horas de música intensa y bebidas embriagantes salpicando por todos lados, decidió esconderse de Lucas en la biblioteca de la Universidad. Allí en lo más obscuro, donde sabía el nunca llegaría… No es que Lucas fuese un mal tipo, pero claramente la elección de compañero de cuarto había sido de lo más inútil. Mientras dedicaba su tiempo a repasar algunas fórmulas comunes de química alerto a lo lejos lo que parecía ser ¡Lucas! ¿Qué hacía Lucas tan cerca de una biblioteca? ¿Y quién era esa hermosa chica con la que se besaba? ¿Era la chica de noche? No… definitivamente no, la de anoche era mucho más voluminosa… en fin, que iba a saber él, de todas formas lo había dejado abandonado en la fiesta por irse con la otra chica desconocida y lo que hiciera Lucas con su vida a él no le importaba.

Resignado metió notas y cerró su libro, se dirigió hacia donde registraban los libros. Le pidió a la chica ¿Pelirroja? Ah, lo que fuera… Que le registrase el libro, la chica le sonrió y pidió la credencia. Una vez hecho esto Rafael caminó hacia donde estaban Lucas y… La desconocida número dos.

-¡Hola Lucas! ¿Qué haces aquí?

-¡Rafita! ¿Ya tan rápido ratón de biblioteca?

-¡Hey! –dijo Andrea ofendida.

-Lo siento mi amor… Ya sabes que tú eres la única que le va eso de los libros y no pierde su encanto. Por cierto… Rafa, ella es Andrea, mi novia… Y Andrea, él es Rafa, mi compañero de habitación.

-Mucho gusto. Dijo Rafael mientras abalanzaba su mano hacia Andrea.

-Tengo una idea. –Lucas levantó la voz. -¿Tienen clases ahora?

-No. –respondieron unísonamente Andrea y Rafael.

-Entonces… vayamos a almorzar en la cafetería.

-Yo sí quiero. –respondió Andrea tomando a Lucas de la mano.

-Supongo que está bien… -frunció con desánimo Rafael.

 

Los tres se encaminaron hacia la cafetería, pero, sólo había una cosa que Rafael giraba una y otra vez en su cabeza. “Si esta es la novia de Lucas, quien era la otra”

 

-¡Apúrate Ameli! No quiero hacer fila otra vez en la cafetería por un simple vaso de Moka.

-Deja de apresurarme Carly, sabes que si me quitó la crema antes de tiempo es como si no me la hubiese puesto. –de pronto Ameli salió mientras Carly la esperaba en el pasillo de la habitación.

-Ya te he dicho que eso no funciona, yo te veo igual que siempre.

-Es de efecto prolongado. –le dijo apresurada mientras cerraba la puerta con llave.

 

Si… quizá la palabra “Paciencia” no era algo que se le daba mucho a Carly. Pero, ella venía de una ciudad grande, una muy grande… Donde la gente corría todo el tiempo, donde no se podía esperar ni un minuto antes de tener que llegar a un embotellamiento… Y donde el amor no tenía espacio para gente con ocupaciones de tiempo completo. A sí… El amor ¿Cuándo era la última vez que me había enamorado? era la pregunta que se hacía Carly de camino a la cafetería, la idea clara de un buen amor para ella consistía en que si alguien la llegase a amar… tendría que ser un chico capaz de soportar y cumplir hasta la última de sus exigencias. Si… quizá esa no era la clase de novia que un chico pediría en navidad, pero así era Carly y sus exigencias eran parte del regalo.

 

Mientras Carly charlaba consigo misma en su dialogo interior y fuera sólo se escuchaban cuchicheos de Ameli que en su mayoría eran ignorados; Andrea, su novio y un guapo rubio de cabellos rizados se veían a lo lejos, sentados alrededor una mesa cerca del jardín de la cafetería. Ameli fue la primera en levantar la mano y dar saludos hacia la mesa donde se encontraban todos, Carly por su parte sólo observaba a aquel rubio que le había arrancado el corazón en un instante.

 

Ambas se acercaron a la mesa y como era de esperarse Andrea presentó a Rafa con sus dos amigas, cuando tocó el turno de presentar a Rafa y Carly se sintió casi obvio una especie de conexión entre ambos… Rafael de cierta manera se sintió medio estúpido al estrechar su mano, ella era tan… era hermosa… alta, rubia bien bronceada y una hermosa sonrisa…

 

-¡Hey! ¿Por qué no nos llevas a mí y a Lucas a mostrarnos el teatro? No recuerdo que me lo enseñases antes y me encantaría conocerlo. –dijo Andrea dirigiéndose únicamente hacia Ameli con la única intención de dejar a Rafael y Carly solos.

 

Al final todos dijeron si y los dos enamorados a primera vista se quedaron sólo en la mesa, las miradas se intercambiaron y muchos sonrisas risueñas dibujaban sus rostros.

 

Lucas, Ameli y Andrea se encaminaron hacia el jardín principal y sin muchas preocupaciones simplemente se tumbaron sobre el pasto para platicar un rato.

 

-¿Verdad que Rafa y Carly hacen una bonita pareja? –señaló Andrea.

-Yo creo que sí, aunque no sé si Rafa sea el estilo de Carly. –le respondió Ameli.

-¿A qué te refieres? –Andrea la observó incierta.

-Bueno… Rafa parece ser un chico dedicado, inteligente y atento; Carly es todo lo contrario.

-¿Eso que importa? Esas diferencias son las que hacen que el amor tenga un toque de diversión… ¿verdad Lucas? –Mientras las dos chicas charlaban habían ignorado que Lucas parecía poseído por su celular; lo miraba y tecleaba sin poner mucha atención a lo que las chicas debatían. De pronto el celular comenzó a sonar, este se paró alejándose y diciéndoles un simple “disculpen”

 

-¿Bueno?

-…

-¿Esta noche?

-…

-Claro que estaré allí, yo pasó por ti… Ni una un minuto más ni un minuto menos.

-…

-Tú también, chao.

 

Lucas regresó hacia las chicas y se quedó allí parado frente a ellas.

-Lo siento chicas, me tengo que ir… Un amigo tiene dudas con un proyecto y quiera que le de una mano, así que será mejor que vaya a sacar algunos apuntes viejos. Ya saben… por si las moscas.

-Claro mi amor, demuéstrales quien es el más inteligente. –Andrea se puso de pie y abrazó a Lucas mientras rodeaba su cuello y al mismo tiempo le daba un beso en la boca, este respondió tomándola por la cintura y besándola con mucha intensidad. Después regreso al prado mientras observaba como Lucas se desvanecía a lo lejos.

-Cuidado Andrea… no te lo vayan a bajar. –le miró Ameli con un tono humorístico.

-Eso no, él no es así…

 

Después de ir a sus clases por la tarde y volver a regresar a cuidar de la biblioteca; Samantha se entretenía a las 9 de la noche dibujando bocetos al azar y sin ninguna figura en especifica. Había comenzado haciendo la imagen de un mar lleno de gaviotas pero las gaviotas parecías ser alguna especie de ave pero no gaviotas… Por lo que decidió empezar con la imagen de unos ojos grandes e hipnotizantes. Mientras ella seguí dibujando e ignorando que ya no había nadie en aquel lugar llenos de libros; el teléfono de la recepción comenzó a sonar enzurdeciendo su concentración y todo el lugar entero.

 

-¿Sí? La biblioteca.

-¡Hola Rockera! 

-¡Hola Eugenie! ¿Qué me traes de nuevo? –le respondió con una sonrisa a quien además de amigo era el cartero y mensajero oficial del campus.

-Como siempre buenas noticias… y claro, un paquete nuevo de libros que acaba de llegar de Denver ¿Crees poder venir por ellos?

-Claro, sólo dime cuándo y dónde.

-Justo ahora, estoy en el estacionamiento principal, necesito ir a dejar un paquete aquí cerca. ¿Puedes venir?

-Supongo que sí, no hay mucha clientela por hoy... Cerraré y llego en cinco minutos.

 

Rápidamente Samantha se apresuró a cerrar la biblioteca para poder dirigirse hacia donde Eugenie la esperaba, al final terminó llegado con otros cinco minutos de retraso a lo que ella había prometido, pues se le había olvidado preguntar la ubicación exacta en el estacionamiento y siendo este tan grande le había hecho sufrir un rato, hasta que a lo lejos alcanzó a distinguir el cuerpo escuálido, alargado y delgado del querido Eugenie.

 

-Lo siento Eugenie, pero este es el límite del estacionamiento y no suelo venir mucho por aquí. –en frunció la cara muy apenada.

-No te preocupes, acabo de llegar de dejar el otro paquete. –sonrió despreocupadamente. –Anda, ven. –le hizo una señal haciéndola dirigir la mirada hacia la parte trasera de una pequeña Van de carga blanca con el logo de la Universidad dibujado a los lados.

-Se ve que ahora si mandaron material interesante… Y nuevo. –apeló Samantha mientras tomaba un par de libros de la enorme caja.

-De primera calidad. –empezó a reír. – Yo cargó la caja hasta la entrada ¿te parece?

-Eugenie… Por primera vez estoy de acuerdo en una de tus propuestas.

-Ya sabes que mis propuestas siguen en pie. –le miró Eugenie vacilando.

-Mejor toma la caja y ayúdame a llevarla, tuve un día cansado y quiero llegar a descansar.

-Tus deseos son órdenes. –Eugenie sacó la caja y la puso en el suelo mientras cerraba la camioneta, después volvió a tomarla y se encaminó al lado de Samantha con dirección a la entrada de la facultad de Artes.

 

Mientras ambos caminaban sin decir una palabra y disfrutando los bellos ruidos de noche, Samantha en un error de pies tropezó con un pequeño agujero en el suelo que le hizo dar pequeños tropiezos e incluso caer si no fuese por Eugenie que le tomó el brazo y le obligó a retomar el equilibrio.

 

Con la mirada fija y sin sentido alguno Samantha notó como un par de jóvenes, una chica y un chico, se encontraban a lo lejos y detrás de un choche dándose besos. La chica se recargaba de la parte trasera del automóvil mientras el chico hacia presión contra ella con su enorme cuerpo. Los besos entre ambos parecían exagerados pero pareciese que el esfuerzo excesivo era lo que menos les importaba. La mano del chico no dejaba de tocar una y otra vez los enormes senos de aquella rubia, mientras que el chico presionaba toda su parte baja contra ella haciendo que esta agarrase los glúteos muy bien contorneados del desconocido chico.

 

A simple vista no parecía más que un par de simples jóvenes pasándola bien en el estacionamiento, igual ¿Cuál era el problema? Se decía Samantha… De todas formas el lugar parecía estar deshabitado, si no fuese porque Eugenie y ella se encontraban en ese lugar. Samantha desestimó la idea de seguir presenciando tal acto, a ella no le gustaría que la observasen en algo intimo aunque ella no lo supiese, debía seguir su camino y dejar disfrutar a los jóvenes amantes su momento.

 

Sin embargo, las cosas cambiaron de un momento a otro, tomando toda la atención de Samantha cuando el chico dejó de besarla y dio un pequeño tras pie hacia atrás haciendo que girase su rostro hacia donde se encontraba Eugenie y ella. El rostro del chico se le había hecho tan familiar en tan sólo esos segundo… finalmente toda su atención fue absorbida por aquel rostro. ¿Se trataba del novio de Andrea? Si, ese era el chico con que la había visto en dos ocasiones… habrían terminado… o ¿le estaba poniendo los cuernos con aquella voluminosa rubia? Bueno, se entendía que esa rubia parecía un imán para los varones pero… si la estaba engañando… Ese cretino. Una mirada de repulsión hacia aquel individuo se enmarcó en todo el rostro de Andrea.

 

El chico, que ahora era Lucas, tomó la mano de la rubia; volvió a implantarle otro beso y juntos entraron al auto. Este arrancó en cuestión de segundos y salió por la salida que se encontraba a un extremo opuesto hacia donde se encontraban ellos.

 

-Eso si que es aprovechar el tiempo en una universidad, pero… deberían irse a un hotel y no dar ese tipo de espectáculos, aunque no dudo que sea hacia allí donde se dirigen ahora. –Eugenie giró la cabeza en señal de reprobación y miró hacia Samantha. –Nos vamos… ¡Samantha! ¿Todo bien?

-¿Qué? Si, vámonos. Ya es tarde.

 

Samantha había leído un libro muy interesante hacía apenas tres meses, se trataba de un individuo que evitaba pensar o hablar dentro de sí mismo cuando había alguien cerca… Porque decía que podían escuchar sus pensamientos. Ella sabía que eso era totalmente irreal, pero de alguna manera decidió comenzar a entrelazar ideas una vez que Eugenie se despidió y la dejó en la entrada del campus con la caja de libros, diciéndole una y otra vez, lamentar no poder ayudarle con la caja hasta su habitación, pero las reglas eras claras, y a esas horas no se permitían visitas ajenas.

 

Una vez dispuesta a hablar consigo misma, caminó por todos los pasillos, llegó a su habitación, abrió la puerta, puso la caja sobre la mesa y se sentó frente a ella. Comenzó preguntándose ¿Qué había visto exactamente en ese estacionamiento? Si… lo tenía claro, había visto al novio de Andrea besuqueándose con otra, y… ¿Qué significaba eso? ¿Qué tenía en mente hacer con eso? ¿Una oportunidad? Pero… Podía ser todo un malentendido y podría cometer un grave error…

 

¿Por qué estaba comenzando siquiera en hacer algo con eso? ¿Qué podía hacer con eso? Podría llegar y… decirle todo ¿Para qué? Ella misma se había prometido no intentarlo con chicas heterosexuales, no con chicas que tienen novio y creen que experimentar rompiendo corazones es lo más normal del mundo.

 

De alguna manera su razonamiento ocupaba más espacio en su cabeza de lo que ella misma podía admitir, ya había sufrido otras veces y era algo que no quería volver a repetir… Sin embargo, había otra parte de ella que le decía que lo intentara. De pronto comenzó a reírse sin motivo alguno, respiro hondo y decidió dejar ese tema atrás. Se puso de pie y comenzó a sacar todos los libros de la caja; la mayoría venía envuelto por una fina capa de plástico, lo que significaba que se trataban sin duda de libros totalmente nuevos y no usados como solían llegar a menudo.

 

La mayoría de ellos eran sobre matemáticas, física, química y uno que otro sobre literatura; claro, que mejor que invertir en libros de ciencia, el mundo para qué quieren más escritores frustrados… La pura idea la hizo bajar de ánimo en incluso molestarse. Finalmente termino por sacar hasta el último de los libros nuevo… pero, justo antes de terminar tomó un pequeño libro titulado “El Arte De Los Deseos” este a diferencia de los demás carecía de plástico. Lo tomó y se sentó nuevamente en la silla, miró la sinopsis en la parte trasera, percatándose que era muy pequeña.

 

“Qué son los deseos sino una forma de arte, y como todo artista, se tiene que arriesgar a cumplirlos con la más clara intención de hacerlos realidad”

 

Quizá estas simples palabras no significaban mucho, pero… ¿Era una señal? Arriesgarse… Sabía que esa chica tenía algo especial, y necesitaba a alguien especial, quizá ella podría ser ese algo especial. Con el libro entre las manos caminó hacia su cama, apagó la luz y prendió una pequeña lamparita justo al lado sobre un estante. Sacó de un cajón unos lentes, se acostó sobre la cama y comenzó a leer aquel pequeño libro.

Cuando el más pequeño rayo de luz se asomó por la ventana, Samantha se dio cuenta de que ya era hora de salir de la cama; estaba tan desvelada… justo había terminado hace un par de horas en leer aquel pequeño libro. Aquí lo malo era que a pesar de ser un pequeño libro, la escritura era muy densa y eso la había agotado por completo. Al final, el mensaje era claro; si quería tener en sus manos un sueño hecho realidad, debería afrontar todo… Incluyendo los malos recuerdos.

 

Tan rápido como pudo se puso de pie y se metió a la ducha, 15 minutos después ya se encontraba vistiéndose al mismo tiempo que tomaba un jugo de caja que había sacado de su pequeño refrigerador. Terminando se encarriló a ingresar los datos de los libros en su computadora para poder llevarlos después a la biblioteca. Cuando tomó el libro que había leído la noche anterior dudo en ficharlo en el inventario, al final no lo hizo y lo metió en la bolsa de su chaqueta.

 

Ingresó el documento en su memoria USB y llamó por teléfono a Michael, quien era uno de los chicos que también ayudaba en la biblioteca, para que le ayudase a llevar los libros. No paso bastante tiempo cuando alguien arribó a la puerta, Samantha corrió hacia la puerta y efectivamente, era Michael.

 

-¿Qué guapo? Me ayudas con esa caja. –le preguntó burlonamente al regordete chico que tenía en frente.

-Claro cenicienta, eso es lo mejor que se hacer, ser el sirviente.

-Qué malhumorado… -hizo una mueca mientras dejaba entrar a Michael, este tomó la caja y regresó hacia ella.

-¿Supongo que también quieres que los ingrese en la computadora de la biblioteca?

-No, eso lo puedo hacer yo.

-¿Tienes los datos en esa memoria?

-Si ¿Por qué?

-Dámela, yo lo hago, hoy tengo el día libre y últimamente me llevo mejor con Marisol… Bueno, realmente le debo un libro que se cayó al inodoro así que quiero quedar bien con ella.

-Entonces, ten… de todas formas tengo algo que hacer hoy, y quiero hacerlo antes de que me arrepienta.

-Pues suerte con ello, nos vemos en la tarde…

 

Sólo había una cosa que le pasaba por la mente a Samantha “Intentarlo” y lo haría de la única forma que sabía… Siendo ella misma. Algo nerviosa se dirigió hacia los pasillos donde se encontraba la habitación de Andrea, aún no sabía cómo iba a intentarlo, pero eso no impidió llegar hasta la entrada de la habitación.

 

Tomó un respiro antes de tocar a la puerta, emocionada y nerviosa, miró fijamente y sacó el libro de su bolsillo. Cuando la puerta abrió su sonrisa real se desvaneció haciendo llegar una sonrisa falsa, había abierto la puerta Sandra.

 

-¿Si?

-Hola Sandra… estaba buscando a Andrea ¿Se encuentra ahora?

-Malas noticias, acaba de salir. Pero le puedo decir que viniste.

-No, vendré después. –dijo con un tono algo decepcionado.

-¡Hey! Samantha ¿Qué haces aquí? –una voz risueña y alegre se escuchó a su espalda, se trataba de Andrea.

-Pensé que regresarías tarde. –le dijo Sandra al fondo.

-Se suponía, pero mi profesor me llamó para avisar que no podría ir hoy a ayudarme con el ensayo.

-Bueno, entonces voy por algo para comer, las dejo. –Sandra regresó adentro, tomó una pequeña cartera y salió pasando en medio de Samantha y Andrea.

-Entonces… ¿Le trajiste más libros? –se dirigió Andrea hacia Samantha con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿De hecho venía a verte a ti?

-¿A mí? ¿Para que soy buena? –Samantha estiró el brazo mostrándole el libro que Andrea tomó rápidamente.

-Acaba de llegar este libro y… Pensé que quizá te interesaría leerlo, yo lo leí y me pareció bastante bueno.

-Magnífico, ¿tengo que llevarlo a registrar?

-No, no… eso lo hacemos después, aún no está registrado.

-¿Eso no es ir en contra de las reglas del campus? –Andrea se cruzó de brazos e hizo una mirada culpable.

-No lo estoy robando, sólo lo tomó prestado.

-De acuerdo, mientras no te metas en problemas. Bueno… ¿quieres pasar? Podemos charlar un rato. –caminó hacia la puerta y la empujo abriéndola.

-Me encantaría. –Andrea le hizo una señal con la mano para que entrase Samantha primero, pero esta se reusó dejando entrar primero a Andrea. Las dos sonrieron y finalmente la puerta se cerró.