Andrea Princesa... Samantha Príncipe

Punto Final (Final)

 

Todos permanecieron en completo silencio como si Christina se los hubiera pedido; Samantha se preocupó rápidamente, pero no por el ruido del exterior, sino porque Andrea había quedado en el suelo y no mostraba ni la más mínima señal de vida.
-Nadie se mueva o intenté hacer un solo ruido porque… –interrumpió Christina antes de continuar-. Iré a ver qué sucede allá afuera, si escucho a alguien hablar juro que regreso y le vuelo la cabeza al primero o primera que vea con la boca abierta.
-¿Puedes ver si Andrea está bien? –preguntó Samantha desafiando su orden.
-¿Realmente crees que me importa lo que le pase a esta? –señaló a hacia Andrea-. Ni siquiera debería preocuparte a ti, no después de lo que te hizo con Alexander... Ahora cierra la boca y mantenla así hasta que regrese, ¿ok?
Christina salió corriendo del sótano pero con paso sigiloso; antes de abrir la puerta hecho un vistazo atrás para que nadie intentara nada, y una vez que comprobó que todo seguía tan igual como lo había dejado hace apenas unos segundos, se decidió a salir.
Cuando la puerta de las escaleras se cerró por completo, Samantha empezó a silbar levemente entre dientes el nombre de Andrea para llamar su atención, pero está parecía estar tan inconsciente que ni el ruido de una trompeta sobre el oído hubiera alcanzado para despertarla.

Christina salió de la casa e intentó ser lo más parecido a un fantasma; cerró lentamente la puerta para que no se escuchara que alguien había salido; miró por todos lados y no vio más que oscuridad. Siguió su camino hasta llegar al fin a la parte trasera de la casa, miró de reojo e intentó identificar el lugar donde ella creía que había provenido el sonido de las latas; en efecto, cuando miró fijamente hacia el lugar que ella creía lo primero que vio fue un montón de latas tiradas y justo al lado una manta vieja, así que por lo que ella creía y lo que posiblemente había pasado, era que Kim había intentado agarrarse de algo, y para su mala suerte había sido de esa manta vieja que había puesto debajo de esas latas de pintura hace apenas un par de semanas con el fin de evitar que mancharan la mesa sobre la que estaban. "Estás apaleada Kimi… no llegarás muy lejos –susurró entre dientes."    Pero lo que nadie sabía era que Christina había visto demasiados programas policiacos antes de hacer todo lo que había hecho, por lo que era casi imposible ir un paso adelante de Christina; esta miró inteligentemente al ras del suelo mientras dejaba que la luz de la propia luna iluminara las huellas sobre la tierra suelta; para la sorpresa de Christina, no solo se trataba de un par de huellas, sino de dos… <<¿A quién más trajeron ese par de zorras? – se preguntó así misma mientras jalaba el martillo de la pistola que hacía ese “click” aterrador.>>

 

Siguió el camino de huellas, y sabía hacia dónde se dirigían; apresuró el paso y caminó lo más sigilosamente posible hasta lograr ver dos sombras entre medio del camino; una parecía prácticamente estar cargando a la otra y por la silueta de la primera, parecía ser otra mujer. Christina siguió detrás de ellas hasta que vio que se dirigían a un Jeep azul que se encontraba en medio del camino; fue justo en ese momento cuando llamó la atención de ambas.

-¡Será mejor que no den ni un solo paso más!

Las dos sombras permanecieron inmóviles y comenzaron a moverse más lento.

-¡¡¡Dije que no dieran un paso más!!! ¡¡¡¿Acaso están sordas?!!! Y a todo caso ¡¡¡¿Quién demonios eres tú?!!! Sí, tú, la que tiene finta de teibolera de tres pesos.

-Dé-ja-me a-quí Li-la, ve por ayu… -le dijo a Kim sosegando entre cada sílaba.

-¡Oye! No sé quién seas, solo sé que lo que estás haciendo está muy mal… Necesitas ayuda –le dijo Lila mientras intentaba no irse al suelo junto con Kim.

-¿Quieres ayudarme? Anda ven y chúpame la…

-¡Christina! –interrumpió Kim-. ¡Vete al carajo puta frígida!

Al decir eso, Lila siguió el camino hasta el Jeep, pero esta vez corrió como jamás lo había hecho en todo su vida, y por último Kim sacó todo lo que le quedaba de fuerza para no estorbar en esa huida. Al escuchar las palabras de Kim, Christina enfureció indeterminadamente; sus manos comenzaron a temblarles de tanta furia y al apuntar hacia amabas chicas lo único que hizo fue apuntar hacia un espejo retrovisor del Jeep; mucho más enfurecida por su error, corrió hasta alcanzar a las chicas y jaló a Kim de la blusa antes de que Lila alcanzara a meterla al Jeep; Kim cayó al suelo y cuando Lila volteó tenía la punta de la pistola directamente sobre la frente.

-¡Por favor! No hagas esto –sollozó-. Kim y yo no tenemos nada que ver… Esto es un error.

-Eso debiste haber pensado cuando fuiste a buscar a esta perra.

Cuando Christina apretó el gatillo lo único que le quedo a Lila fue cerrar los ojos y pedirle al Jesucristo que hiciera algo… que hiciera cualquier cosa; sin embargo, el “click” al apretar el gatillo no fue precedió ese sonido ensordecedor que se estaba imaginando, tan solo fue el “click” a secas.

-¡Mierda! –dijo Christina al ver que el arma no disparaba.

-¡¡¡Gracias Jesús!!! –dijo eufóricamente Lila, mientras su sonrisa de satisfacción se acoplaba a la realidad nuevamente.

Christina la miró directamente a los ojos con una mirada desgarradora; entonces, tiró el arma y se abalanzó hasta tener entre sus manos el cuello de Lila; los gritos de Lila comenzaron a revolverse con toda la tos que emanaba desde sus pulmones; "muérete, perra –decía Christina enloquecida."  Kim pareció regresar a la realidad por unos segundos y le dio una mordida a la pierna de Christina; esta gritó como loca y le pegó una patada sobre el estómago, lo cual dejó suficiente tiempo para que Lila se girara, abriera la guantera y sacara un gas pimienta que había sacado de su bolso una vez por buscar sus llaves y  que desde entonces había olvidado regresar a su verdadero sitio; ahora solo se alegraba de no haberlo hecho. Cuando por fin tuvo a Christina de nuevo frente a ella no dudo ni un solo segundo en presionar el botón del pequeño frasco alargado, entonces, un chorro a presión de un líquido oloroso salió directamente hacia los ojos de Christina; y tan rápido como pudo le dio una patada, empujándola lejos del Jeep y directo hacia el suelo. Mientras Christina se retorcía en el suelo, Lila se apresuró a subir a Kim a la camioneta; después llegó hasta el asiento del conductor y prendió el Jeep; tan rápido como este lo hizo, Lila apretó el pedal y retrocedió dejando una espesa capa de polvo por todo el camino. Christina comenzó a toser como loca y a intentar abrir los ojos, pero era imposible, sino los podía abrir por el ardor en sus ojos, era porque el polvo se lo impedía; como pudo logró ponerse de pie; buscó a tientas el arma y cuando la encontró, comenzó a caminar hacia la casa vieja totalmente a ciegas, para su suerte conocía ese camino como la palma de sus manos.

 

-¡Hey! ¡Andrea! ¡Despierta! –gritaba Samantha en un tono modulado.

-No creo que despierte con ruido, si la pudiéramos mover…

-Cállate Alexander, tú eres el que menos tiene derecho a hablar –interrumpió Samantha.

-Me preocupo por ella igual que tú –agregó Alexander.

-Sí, ya vi qué tanto te preocupas por ella, ¿no te costó trabajo ocuparte de ella mientras no estaba, verdad?

-Sam… Lo siento, fue un error, me arrepiento, y apuesto a que ella también.

-¿Sabes qué?, no sé porque me sorprendo, tú siempre has querido llevarme la delantera en todo; ¿qué no te basta con ser el hijo prodigio de la familia? Te has llevado todo el crédito y ahora… ahora también a ella…

-Yo no me he llevado nada –suspiró-. Ella te pertenece –añadió Alexander.

-Ella no me pertenece, no es ese juguete por el cual peleábamos de niños… Ella tiene voluntad propia…

-¿Entonces?…

-Entonces… se supone que tú también tienes voluntad…. ¡Mierda! ¡¿Por qué no la rechazaste?!

-Paso tan rápido, además, no es porque quiera zafarme de esto, pero… ella también me besó… Se necesitan dos para un beso… No me eches toda la culpa a mí.

Mientras los dos hermanos ponían a discusión aquel tema tan tedioso, Andrea comenzaba a regresar en sí; abrió los ojos y sentía como si la cabeza le fuese a hacer explosión, es más, podía sentir un ligero sabor a sangre entre su boca.

-Samantha… Mira –indicó Alexander con la mirada y después con la cabeza.

-¡Andrea! –gritó Samantha.

-Sam… ¡Ah! –gritó entre dientes mientras intentaba moverse.

-No te muevas, quédate así… te puedes lastimar –aconsejó Alexander mirando a Samantha como si le pidiera permiso para hablar.

-Mierda, ya regresó Christina –maldijo Samantha mientras se escuchaban los pasos y quejidos de Christina sobre de ellos.

Mientras Andrea intentaba moverse, se dio cuenta de que su mano izquierda se sentía adormecida mientras que el resto era cubierto por un agudo dolor punzante; trató de girarse pero solo sintió más dolor; miró de reojo y notó que el respaldo se había roto y que una esquina se había enterrado sobre su mano; cuando lo vio no se preocupó por su mano, lo único que pensó en ese momento fue el respaldo roto y la única oportunidad de escapar; estiró su cuello hasta que alcanzó a morder parte de su blusa, cerró los ojos y comenzó a mover el brazo para sacar la mano. Los gritos incesantes y contenidos dentro de la garganta de Andrea eran una tortura para Alexander y Samantha; imposibilitados, solo veían y le gritaban sigilosamente. <<¡Basta Andrea! ¡¿Qué haces?! –intentaba detenerla Samantha.>> Andrea ignoró cada palabra de Samantha hasta que al fin logró zafar su mano; luego sintió como si se fuera a desmayar, pero recordó que no había tiempo, y comenzó a torcer y jalar el brazo, para al final lograr sacar toda la mano da la cinta; en aquel momento Andrea se sintió tan libre que era casi imposible no sentir toda esa fuerza regresando a su cuerpo; así que se giró por completo; se zafó la otra mano; y finalmente comenzó a quitarse la cinta de las piernas.

 

<<¡¡¡Hijas de perra!!! Cuando las encuentre les sacaré los ojos –maldecía Christina al ritmo que se enjuagaba los ojos con un montón de agua de la llave de la cocina.>> De un momento a otro el dolor comenzó a disminuir y la visión comenzó a regresar, aunque de manera borrosa; buscó entre los cajones un espejo y cuando se dio cuenta de que toda su cara estaba roja y llena de ampollas rojas no pudo controlarse y aventó el espejo furiosa contra la ventana, pedazos de vidrio y espejo salieron botando por todos lados haciendo crujir en un despampanante y aparatoso ruido que sucumbió por toda la casa. Respiró hondo y trato de tranquilizarse, después simplemente no se contuvo y dejó salir un largo y desgarrador grito. Una vez que al fin se tranquilizó, buscó nuevamente entre los cajones y en uno de ellos levantó una tapa falsa, donde había un cartucho de pistola, unas llaves, un polvo blanco embolsado que posiblemente era droga, y una foto de ella cuando era pequeña; tomó cartucho y sin perder tiempo recargó el arma y tomó las llaves. Caminó a paso duro hasta llegar a la puerta del sótano, pensó en el dialogo de entrada, abrió la puerta y comenzó a bajar las escalera. A primera vista estaban Samantha y Alexander igual y como los había dejado, pero esta vez parecían tener algo entre manos; los miró fijamente a los ojos y siguió con su plan.

"El plan ha cambiado, necesitamos irnos antes de que lleguen mis amigos los policías… -les dijo en un tono con demasiada seguridad."  Ahí fue cuando miró directo a los ojos de Alexander y este giró la mirada levemente hacia el otro lado que no podía ver, y entonces entendió lo que pasaba; sin embargo, todo fue tan rápido que apenas tuvo tiempo de reaccionar. <<¡No antes de esto! –gritó Andrea mientras llevaba el resto de la silla de madera directo a la cara de Christina.>> Sin embargo, Christina había previsto aquello no tan bien, pero lo había previsto y logró defender su rostro poniendo las manos en posición de defensa; no obstante y a pesar de haberse protegido, el impacto fue tan fuerte que la hizo romper el pasamanos de madera y caer del otro lado de la escalera. En ese momento todo parecía estar a favor de Andrea, o al menos eso parecía hasta que todos vieron el arma resbalar por el suelo y quedar a unos cuantos centímetros de Christina.

 

Christina se puso en alerta más rápido de lo que hubieran pensado, y cuando entendió lo que sucedía no perdió el tiempo en abalanzarse sobre el arma; pero tan rápido como lo hizo, Andrea corrió hacia donde estaba el arma con la misma intención; en ese momento quien tuvo la suerte de tomarla primero fue Christina, así que no le quedó más remedio a Andrea que intentar quitársela a como diera lugar. Las dos chicas comenzaron a forcejear en el suelo, mientras que Samantha y Alexander intentaban esquivar sus cabezas de la dirección en la que el arma apuntaba en cada segundo.

 

De un momento a otro y sin previo aviso el arma se disparó y la bala pegó directo sobre la pequeña ventanilla que daba hacia el exterior de la casa; toda la ventana estalló y se rompió dejando una lluvia de cristales por todos lados. Andrea y Christina ignoraron aquello y siguieron forcejeando sin darse cuenta que Samantha se había arrojado al suelo e intentaba alcanzar con sus manos alguno de los vidrios rotos del suelo.

-¿Crees que con tu pequeño cuerpo me vas a someter? –preguntó Christina entre jadeos.

-Si vieras cuantas cosas puedo hacer con este pequeño cuerpo –le respondió Andrea al mismo tiempo que dejaba caer todo su peso sobre el pecho de Christina y comenzaba a enterrar sus uñas sobre la muñeca de esta para hacerla soltar el arma.

Alexander estaba perdiendo la cordura, no sabía qué hacer o cómo para aquello; su inmovilidad en aquel sillón solo lo hacía querer gritar y tomar esa arma para terminar con todo; pero entonces vio cuando Samantha cayó al suelo y supo lo que intentaba, así que como pudo logró alcanzar con la punta de su pie un pedazo de vidrio que había llegado hasta sus pies y con mucha precisión y fuerza lo pateó de un solo tirón hasta donde estaba Samantha.

 

Al final, los intentos de Andrea por hacer que Christina soltara el arma funcionaron, el arma cayó al suelo, pero cuando intentó tomarla sintió un golpe sobre el estómago; cayó de lado y al ver que Christina se acercaba hacia la pistola no tuvo más remedio que tomarla del pelo y jalarla hacía ella. Christina cayó de espalda sobre Andrea e intentó zafarse con múltiples codazos sobre el estómago, pero Andrea parecía resistir más de lo que parecía.

 

Las manos de Samantha llegaron hasta el cristal que Alexander le había aventado; lo tomó sin cuidado y este a resbalar varias veces, logró cortarle las punta de los dedos, así hasta que finalmente la tomó por completo; a partir de allí sus manos comenzaron a bañarse en sangre mientras que el vidrio parecía no tener efecto sobre la gruesa cinta, por lo que tuvo que ejercer mucha más presión sobre la cinta, sin importar que el vidrio se enterrara sobre su propia piel; entonces, en uno de esas dolorosas puntadas logró atravesar la cinta, y una vez que la atravesó, el resto fue pan comido.

 

Sin pensar en el dolor, Christina dio un cabezazo hacia atrás y golpeó con todas sus fuerzas a Andrea, esta la soltó  instantáneamente y se cubrió el rostro con las manos; Christina se puso de pie, se tambaleo mientras todo parecía estar girando; intentó buscar el arma pero la había perdido de vista, y sin darse cuenta y para mantenerse de pie jaló una caja de entre unas repisas, dejando caer todo su contenido al suelo, y allí encontró el arma perfecta, frente a ella estaba el viejo martillo que solo en un par de ocasiones vio usar a su padre; lo tomó y se giró rápidamente; caminó hacia Andrea y se hincó sobre ella; levantó la mano con el martillo tan alto como pudo y sonrió como solo ella podía hacerlo. "Es hora de eliminarte de mi mapa, querida Adreita –le dijo con la voz jadeante y cansada."  Andrea solo cerró los ojos y se resignó a lo peor. "No si yo te elimino del mío primero –dijo Samantha con la pistola entre sus manos." Christina solo sonrió, pero no le obedeció y dejó caer con toda su fuerza aquel martillo con dirección hacia Andrea, porque en su mente, el amor de Samantha hacia ella era tan grande que era imposible que le hiciera daño; entonces, el sonido ensordecedor de un disparo palpitó en los únicos cuatro pares de oídos que residían dentro de aquel oscuro sótano.

 

Andrea escuchó y sintió justo al lado de su cabeza el golpe del martillo al caer al suelo, abrió los ojos y miró el rostro de Christina tan pasmado como el de una fotografía; entonces, miró también a Samantha, que se encontraba con la mano estirada, apuntando hacia Christina y con el rostro ligeramente salpicado de sangre; su mirada parecía perdida, distante y a la vez tan profunda y llena de furia, era como ver a otra Samantha. Christina acercó lentamente su mano hasta su hombro derecho; comenzó a querer ponerse de pie, pero antes de lograrlo se desplomó completamente sobre Andrea. De pronto Samantha parecía regresar a la realidad, su mirada comenzaba a tornarse como la de ella; tiró el arma y simplemente comenzó a subir las escaleras; salió de la casa y se sentó en un viejo tronco sesgado.

 

El silencio y los sonidos propios de la noche habían regresado a esa casa; el viento soplaba tranquilamente como si estuviese silbando; la frialdad de noche y el calor de la tierra simplemente se complementaban de tal forma que el frío no parecía tan frío. Después de poco menos de diez minutos aquel tranquilo lugar se vio interrumpido por el ruido de coches, por sirenas y luces intermitentes de color rojo y azul. Por su parte, Samantha observaba como estos coches y ruidos comenzaban a acercarse rápidamente, sin darse cuenta que detrás de ella venía Alexander sujetando a Andrea por el torso; cuando lo notó, simplemente los miró un par de segundos y después volvió a mirar hacia el camino, que ahora estaba tan iluminado.

 

Detrás de al menos tres patrullas policiacas, venía una ambulancia, que no tardó en arribar casi el tope de la casa, de ella bajaron rápidamente unos paramédicos arrastrando una camilla. Samantha se puso de pie y se acercó a alcanzarlos y les dijo algo que Alexander y Andrea no alcanzaron a escuchar; entonces estos llamaron a otros dos paramédicos y a un par de oficiales. Los dos que llamaron se acercaron y tomaron a Andrea, mientras que los dos oficiales y el par con la camilla entraron a la casa prácticamente corriendo.

 

-Estarás bien, yo iré a hablar con el oficial Rodríguez, ¿Andrea? ¿Me escuchas? –preguntó Alexander con tono preocupado.

-Sí, solo me duele la cabeza… Alex…

-¿Qué?

-Creo que lo arruiné…

-No, no pienses eso… yo también tuve la culpa, hablaremos con ella, todo estará bien.

Alexander se alejó con el rostro desquebrajado, miró de reojo a Andrea y la vio tan golpeada, que sé preguntó si aquel dolor era tan fuerte como el que estaba sintiendo por Samantha.

 

-Joven Vondegan –tomó aire el oficial Marcus Rodríguez-. Yo, no sé qué decir con respecto a todo esto… Creo que nos dejamos llevar por la reputación de los Arcuri…

Mientras que oficial Rodríguez se disculpaba con Alexander, la camilla con el cuerpo de Christina se encontraba saliendo de la casa vieja.

-¿Por qué no lleva el rostro cubierto? –preguntó Alexander al mismo tiempo que intercambiaba miradas con Andrea.

-¿Crees que la iba a matar? –preguntó retóricamente Samantha, quién se encontraba detrás del oficial y Alexander.

-Sam… pero, parecía muerta –agregó Alexander.

-No matas a nadie de un disparo en el omóplato –dijo Samantha fríamente y guardo silencio mientras los dos hombres la miraban sorprendidos-. Seis meses en la cárcel te enseña más de lo que puedan imaginar.

-Sam, ¿ya te reviso un paramédico? –le preguntó su hermano.

-Estaré bien –simplificó.

 

La mirada de Andrea estaba clavada en Samantha, deseaba tanto que tan solo volteara y le sonriera, solo deseaba que todo estuviera bien. Cuando vio salir la camilla con Christina y notó que llevaba una máscara de oxígeno, le fue imposible no sentir que su ritmo cardiaco se aceleraba y sus manos temblaran, pero cuando la vio allí, sin hacer nada, y que los paramédicos la subían a la ambulancia como si ella hubiera sido la víctima, comenzó a sentir claramente esa sensación de odio nuevamente. La ambulancia partió, y justamente cuando lo hizo, un coche bastante lujoso arribó en el lugar vacío que había dejado la ambulancia.

 

Del lujoso automóvil bajó una elegante mujer rubia y un señor en traje, quien Andrea identificó rápidamente como el padre de Samantha; la señora, que a su parecer era bastante guapa, salió corriendo hacia donde se encontraban Alexader y Samantha; entonces supuso que era la madre; la mujer rubia abrazó en primera instancia a Alexander y después llamó con una seña de mano a Samantha, quien se encontraba a unos cuantos metros de allí; entonces también la abrazó. El padre de Samantha se había rezagado al intercambiar un par de palabras con el oficial Rodríguez, pero una vez que terminó, caminó rápidamente a abrazar a su hijo prodigio.

 

Y entonces Andrea vio aquello que nunca se habría podido imaginar; pues el señor Vondegan, aunque indeciso, terminó por abrazar también a Samantha; aquel abrazo parecía ser más que eso, era mágico, y Andrea lo podía ver; y entonces lo comprendió todo, tenía claro que Samantha no había llegado a su vida, sino ella a la de Samantha, y había llegado solo para que sucediera lo que estaba presenciando con sus ojos. "Es bueno ver que al menos salió algo bueno de todo esto –se dijo así misma." <<¿Disculpa? –preguntó el paramédico que le estaba curando las heridas.>> Andrea negó con la cabeza dándole poca importancia; luego observó la llegada de una camioneta negra, de la cual bajaron varios oficiales y al menos tres perros pastor alemán, quienes ingresaron rápidamente en cuanto bajaron a la penumbra de todos aquellos árboles.

 

-Bueno, parece que ya encontramos al joven Lucas, aunque no llegamos tan a tiempo para salvarlo –le dijo el oficial Rodríguez, quien se acercaba hacia Andrea-. Todo esto es un desastre, y tú estuviste en la razón todo el tiempo, realmente lo siento –se disculpó con la mirada cabizbaja.

-Ya no tiene importancia, al menos están a salvo quienes me importan… Por cierto, Kim y su novia, ¿están bien? –preguntó y se dio cuenta que era la primera vez desde que había salido de ese sótano que se preguntaba por ellas.

-Tardamos en llegar porque primero llegaron al hospital, la chica Lila llevó a Kim a urgencias, está bien, al parecer recibió el golpe más fuerte que tú.

-Lo sé, igual y me desmayé antes de que me golpeara con la pala.

-Me alegra que estés bien, aun así tenemos que llevarte al hospital, también a tu novia, todavía tiene secuelas de, bueno, ya sabes…

Andrea asintió y dejó que el oficial la tomara del brazo para llevarla a la patrulla; pero antes de entrar a esta, miró una vez hacia donde estaba Samantha buscando su mirada, y la encontró, se atraparon por un par de segundos, y luego Samantha se giró.

 

Al siguiente día, y al dar de alta a Samantha, lo primero que hizo fue visitar a Kim; quien no dudo en pedirle perdón por todo lo que le había hecho; Samantha por supuesto aceptó; después de eso platicaron de todo, incluso de cómo Andrea había ido a dar con Kim; lo cual animó a Samantha en ir a hablar con Andrea, quien no se encontraba lejos de donde estaban ella.

 

Cuando Samantha entró a la habitación de Andrea, esta se encontraba metiendo ropa dentro de una pequeña mochila; pero cuando tocó la puerta se dio cuenta que también estaba la madre de Andrea, y se apenó, pues con la que quería hablar era con Andrea.

-Hola Samantha, qué bueno que vienes, Andrea ha estado muy triste desde anoche.

-¡Jessica! ¡Qué gusto verte! –saludó Samantha entrando lentamente a la habitación.

-Bueno, al menos espero que tú le puedas sacar una sonrisa, porque, no lo entiendo, primero se alegra porque después de que vayamos a testificar hoy contra su padre es probable que le den al menos cinco años de prisión, pero ahora solo anda con esa cara de niña castigada; aunque lo entiendo, es su padre, pero, al menos tengo que admitir que el dejó de ser mi esposo hace mucho tiempo; Oh, linda… no lo había pensado, ¿estás triste por lo que le pasó a Lucas? –le preguntó acercándose y poniendo la mano sobre el hombro.

-Mamá, no me alegra en absoluto lo que le pasó a Lucas, pero tampoco estoy triste por él, creo… creo que al final obtuvo lo que se merecía.

-Lo siento, es solo que no sé qué es… Como sea, te esperaré en la recepción, voy a llenar documentos, las dejo para que hablen –sugirió Jessica, y salió de la habitación, sin antes darle un abrazo a su hija y después a Samantha.

-¿En serio denunciaste a tu padre? –preguntó Samantha con un sonrisa.

-Sí, tú lo sugeriste… Te lo hubiera contado, pero no hemos podido hablar.

-Lo sé, y me disculpo por lo de ayer, es solo que estaba en shock y…

-¿Enojada? –terminó lo oración.

-Sí, todo ha sido tan duro para todos, y yo, en serio no puedo creer que me hayas hecho eso con mi propio hermano.

-¡Hey! Solo fue un beso, no me acosté con él ni nada.

-No es tanto lo que hiciste o no con él –enmarcó subiendo el tono de voz-. Lo siento, yo… mira, no es lo que hiciste con él, es el acto en sí que me enfurece.

-No entiendes lo que estaba pasando en ese entonces… -se excusó, y después se acercó hasta Samantha.

-Sí, te sentías sola, pero apuesto que lo disfrutaste… ¿o eso me lo vas a negar?

Andrea permaneció en silencio y bajó la cabeza.

-No sabes lo asquerosa que me sentí al besar a Christina y cogérmela para engañarla y robarle las putas llaves, me sentía de lo más miserable, culpable, como un ser de los más bajo; la maldita estuvo así de meterme una bala entre ceja y ceja y… y tú estabas de lo más feliz besuqueándote con mi hermano.

-¡Basta! ¿Tú y Christina?, y se supone que yo me debo avergonzar por un beso.

-¡Fue diferente! Sí, tú te la cogiste.

-Pero yo no lo disfrute, yo, pensaba día y noche en ti, en lo que estaría pasando al leer esa maldita carta.

-Sam… si yo lo besé, es porque, cuando… cuando lo veía a él… él me recordaba tanto a ti, fue como si él me conectara contigo.

-Claro, y dime… ¿Te pasó la idea de quedarte con él si yo no regresaba?

-No es justo que me preguntes eso.

-Solo lo digo porque debería replanteártela ahora que si me vaya de verdad.

Samantha se alejó de Andrea y respiró profundamente.

-¿Irte?

-Sí, tú y yo… todo esto, mira, yo no escribí esa carta, Christina me obligó a hacerlo, me dicto cada una de las palabras que leíste, pero de alguna manera tenía razón… Yo no me sentía capaz de protegerte porque era cobarde, el hecho de hacerle daño a alguien me daba mucho miedo, me recordaba a la vez que maté a ese hombre… pero después de lo de ayer me siento capaz de proteger a cualquiera.

-¿Entonces?…

-Entonces no siempre voy a tener suerte, ayer tenía un arma entre mis manos y logré hacer que Christina no te hiciera daño, pero no siempre va a pasar así… ¿Cuánto tiempo llevamos justas? ¿Menos de un año? Y en menos de un año ya has estado a punto de morir por mi culpa, si no fue ayer Christina luego será una de las mujeres con las que estuve en prisión, ¿sabes cuántas me quisieron matar y cuántas otras me amenazaban por sexo? Muchas, y muchas de ellas saldrán algún día.

-Sam… ¡Por Dios! –inhaló aire-, No me importa estar al filo del precipicio por el resto de mi vida, si lo voy a pasar tomada de tu mano.

-Andy… -dijo Samantha con la voz entre cortada-. Esto es muy difícil para mí, pero no es solo eso, yo… ya no puedo ver a los ojos a mi hermano, creo que lo odio o algo así… y a ti… tampoco puedo contigo.

-¿Eso significa que tú y yo…?

-Sí, es mejor que cada quien sea libre de sí misma… Lo siento, pero esto es demasiado para mí.

-Samantha… ¿Aún me amas? –le preguntó tomándola de la mano.

Samantha miró la mano de ambas juntas y sin pensarlo ya estaba dejando derramar lágrimas sobre sus mejillas, miró a Andrea y esta tenía todos los ojos rojos; apretó la mano con la de Andrea en ella y con la otra acarició su mejilla. Samantha la miró a los ojos tan tiernamente, se acercó y le dio un suave beso, un beso, que parecía la gloria para Andrea.

-A veces las palabras se quedan cortas para describir los sentimientos… pero si te respondiera con un sí o un no, ya no tendría caso –agregó por última vez Samantha.

Samantha soltó la mano de Andrea y se dirigió hasta la puerta, giró la cabeza, le sonrió y salió de la habitación. Andrea comenzó a ponerse roja; sus ojos se deformaron; sus piernas comenzaron a temblarles, y finalmente cayó de rodillas sobre el suelo; las lágrimas comenzaron a brotarle por montones y comenzó a llorar como jamás lo había hecho en su vida; sentía en su pecho como si su corazón hubiera sido arrancado; sentía… y a la vez ya no sentía nada. Cuando su madre regresó a la habitación simplemente se hincó a su lado y la abrazó con todas su fuerzas.

 

Aquella noche Andrea se quedó en casa de sus padres, en su habitación y siguió llorando, y llorando hasta que se quedó dormida, así hasta que despertó y se acordó de todo, entonces siguió llorando, luego rio por unos minutos como si hubiera perdido la razón, y después siguió llorando, así hasta volver a quedarse dormida, y así por los siguientes siente días; después de eso, ya no mostró ningún signo de expresión y parecía como si se hubiese secado por dentro.

 

Los días pasaron, y también lo meses, ya no había rastro de Samantha; la habitación de la universidad había sido ocupada por un par de chicas desconocidas; afuera del departamento había un gran letrero rojo con las palabras “En venta”, y poco después el letrero había desaparecido y había sido ocupado por un matrimonio joven. Lo único que tenía, después de haberle entregado todas las cosas, entre ellas las llaves, a Samantha, era el cuadro que esta había pintado de ella, el cual había aparecido misteriosamente recargado sobre la puerta de la habitación de Sandra y Andrea.

 

-Me encanta verte tan feliz Andy –dijo Carly mientras ponía todos los cosméticos dentro de la mochila de viaje.

-Claro que está feliz Carly, esta es la gran oportunidad de su vida –agregó Ameli al mismo tiempo que sacaba ropa de los cajones-. Sabes, no creo que vayas a utilizar vestido durante mucho tiempo, dicen que en Londres hace mucho frío.

-No solo dicen, hace frío, así que mete todo lo que sea de algodón y no deje partes expuestas –ordenó Sandra.

Las cuatro chicas se encontraban ayudando a empacar a Andrea, quien no borraba de su rostro aquella sonrisa tan picara.

-Saben, obtener esta beca es lo mejor que me ha pasado en la vida, solo imaginen, Londres es la capital de la literatura, después de eso… me va a ser muy difícil elegir entre quedarme allá o irme a Los Ángeles… porque Los Ángeles siempre ha sido mi sueño –dijo Andrea eufóricamente.

-Bueno, según la lista… ya está todo en orden… -interrumpió Carly-. Solo falta que lleguen los chicos.

-De hecho ya están retrasados… mmm… Alexander te va a extrañar mucho –dijo Ameli quisquillosamente.

-¡Ameli! ¡¿Qué parte de que Alexander y Andy son amigos no entiendes?¡ –levantó la voz Carly.

-¡¿Qué?! Un amigo también extraña, todos lo vamos a extrañar, solo digo que quizá la extrañe un poco más Alexander.

-¡Basta chicas! Carly tiene razón, y también Ameli, Alex solo es mi amigo y posiblemente me vaya a extrañar mucho, pero no por eso que piensan, realmente nos hemos acercado mucho estos último meses, pero es como si él fuera ese hermano que nunca tuve.

-Ok, si lo dice Andy, es lo que es… -sugirió Sandra-. Por cierto, me dijo Carly que ya habían llegado las resoluciones de lo del caso de la loca de Christina, ¿es cierto?

-Sí, de hecho todo fue tan… Se me junto lo de mi padre y lo de Christina, solo espero no volver a ir a un jurídico a dar testificaciones el resto de mi vida…

-¿No te duele que tu padre vaya a pasar tanto tiempo en la cárcel? Tú me dijiste que estaba arrepentido y todo eso… -interrumpió Calry acercándose hasta Andrea.

-Sí, la verdad es que sí me duele, serán cinco largos años, y hubieran sido más, pero, al fin y en cuentas es mi padre… Además, creo que él también debe pagar por la muerte de mi hermana, no fue como si él le hubiera dado la droga, pero… fue prácticamente lo mismo. Aun así, mi madre y yo hemos pensado en… no sé, quitar los cargos dentro de dos o tres años, pero todo depende de cómo se porte mi padre, porque realmente sí parece arrepentido, y bueno, ya no tendría nada que ver con mi madre, porque ya están divorciados.

-Eso es trágico, pero, ¿y qué hay de lo de Christina? –preguntó Sandra con un tono fastidiado.

-Bueno, ella va a pasar un muy buen tiempo en hospital psiquiátrico, al parecer estaba más loca de lo que parecía, bueno, trastornada, sí, así lo llaman ellos. Al parecer su obsesión por Alexander y Samantha, y su bipolaridad diagnosticada bastante tarde la hicieron añicos hasta dejarla paranoica. Ella va a pasar mucho tiempo allí antes de que la sentencien de verdad, igual y nunca la sentencian en una cárcel de verdad, porque el hecho es que mató a Lucas, pero no en su sano juicio, como sea, ya no me tengo que preocupar por eso, Alexander y el padre de Christina se van a hacer cargo de caso; su padre realmente está destrozado, pero quiere a su hija, y la va a cuidar tarde el tiempo que tarde.

Andrea se miró al espejo y por primera vez sintió lastima por Christina.

-Pobre de ella, yo creo que nadie puede juzgarla… ¿Quién te puede juzgar porque te diera gripe? Tú solo te enfermas y tienes que lidiar con ello, es lo mismo con ella –comentó Ameli.

-Cierto, además leí algo en el informe de traumas de infancia y eso… ¿Contra los malos recuerdos de la infancia quién puede luchar? –añadió Andrea.

De pronto el timbre de la casa hizo reaccionar a las chicas y todas suspiraron profundamente.

<<¡¡¡Andy!!! ¡¡¡Ya llegaron los chicos!!! –gritó su madre desde la planta baja.>>

Las chicas bajaron y en la sala estaban Alexander y Rafael, los dos se entusiasmaron y corrieron a abrazar a Andrea.

-No puedo creer que ya haya llegado el día… y tampoco puedo creer que este vaya a ser el último abrazo que vaya a darte en un muy buen tiempo –dijo Alexander más contento que melancólico.

-Por cierto, quiero aclarar que yo no fui la de la idea de ir a un bar a festejar que ya te vas, no porque nos alegra que te vayas, bueno, sí, pero no porque te vayas, sino por esta oportunidad y todo esto de Londres –dijo Ameli nerviosamente.

-Ya cállate Ameli, Andrea ya sabe que sí fue tu idea, y está feliz por eso, ¿verdad, Andy? –preguntó Carly.

-Lo sé, y hacen bien, así no se pondrán tan tristes, me alegra que vayan a festejar.

-Bueno, no quiero ser aguafiestas, pero será mejor que vayamos por las maletas y las metamos rápido o perderás el vuelo –intervino Rafael.

Después de pocos minutos el choche de Rafael ya se encontraba listo; las chicas se encontraban tristes y no dejaban de abrazar a Andrea una y otra vez.

-¿Estás segura que quieres llevarla tú? –preguntó Alexander a Rafael.

-Ya te dije que sí, tú lleva a las chicas al bar, ya es tarde y hay que ganar mesa.

-No hay problema, Kim dijo que ya la había apartado, bueno, de todas formas no quiero hacerlo, será muy triste –anexó Alexander.

-Creo que esa es la misma razón por la que nosotras no la acompañamos al aeropuerto, eso es demasiado triste, como en esas películas –interrumpió Ameli-. Además pelirrojo, ya te dije que te tengo que enseñar a moverte en la pista de baile, yo no lo hago tan mal, y con las clases profesionales que me dio Carly…

-Ok, ok… solo iré a hablar algo con Andrea y te la puedes llevar.

-Ok, pero apúrate.

Alexander llamó la atención de Andrea con un “hola” y esta rápidamente entendió la señal.

-¿Sí? Por favor, no te despidas, nos veremos pronto… Ya te dije que si todo sale bien vendré en una año de visita.

-No es eso Andrea, yo… ¿Realmente no quieres que le diga a Samantha a dónde vas?

-No, no quiero que lo hagas, ella prácticamente ha desaparecido y… ¿por qué habría yo decirle a dónde voy si ella no lo ha hecho?

-Sí, pero no ha desaparecido de todo, ahora que se lleva mejor con papá nos va a visitar a la casa más seguido.

-Aun así, prefiero que no lo hagas, y si te pregunta solo dile que no sabes…

-Sabrá que miento.

-Sé que lo harás bien.

Andrea abrazó a Alexander con todas sus ganas, suspiró y después le sonrió.

<<¡Vámonos! –gritó Rafael.>>

Ente melancolía y alegría todos se despidieron por última vez de Andrea, su madre la besó infinitamente dándole todas las bendiciones por existir, y finalmente el coche partió con dirección al aeropuerto. Aquel día lo único que pudo tranquilizar a Andrea ya estando en el avión, fue pensar en que ese viaje no solo sería la oportunidad de ser algún día una escritora reconocida, sino también la mejor forma de olvidar a Samantha.

 

Un año después…

 

"Vuelo Londres 22:00 horas ha arribado al aeropuerto."

Alexander se levantó de su asiento y se encaminó hasta la puerta espera. No tardó mucho antes de ver aquellos ojos impactantes que tantas veces había visto cuadriculados en la pantalla de Skype.

-¡¡¡Andy!!! –gritó abalanzándose a abrazarla.

-¡¡¡Alex!!! ¡Te he extrañado tanto!

-Yo también, nunca será lo mismo una pantalla de Skype a una persona real.

-Nunca –carcajeo Andrea-. Oye, ¿y todos? ¿Solo viniste tú?

-De hecho, te hemos preparado una cena de recibimiento, y todos te están esperando allá.

-¿En serio? No debieron.

-No es nada, será mejor que nos apuremos, no queremos hacerlos esperar… ¿verdad?

-No, espera, estoy faltal, mírame –le ordenó mientras giraba sobre su propio eje-. Fueron muchas horas de viaje.

-Te ves hermosa Andrea, como siempre, así que no te preocupes.

De camino al lugar misterioso, los dos no tardaron en hacerse las mismas preguntas que se habían hecho por Skype, solo que ahora, estando en persona era más difícil que alguno de los dos mintiera, por lo que cada quien puso las cartas sobre la mesa.

-Ya, en serio Andy, dime… ¿Conociste algún chico o chica allá?

-Muchos y muchas…

-Sí, pero de manera, ya sabes… amorosa o… sexual, no sé algo así.

-¿Por qué me preguntas eso? Eso es personal.

-Sí me dices la verdad, yo te digo un secreto… bueno, no es secreto pero es algo nuevo…

-¿Aun así me lo vas a contar, no? –preguntó Andrea jugando con él.

-Sí, pero primero contéstame, me salvarías la vida si lo haces…

-¿Por qué?

-Solo hazlo –le ordenó amablemente.

-Ok, no, no he conocido a nadie; hubo algunos chicos que se me insinuaron y no te negaré que me llamaron la atención, incluso una chica se interesó en mí, pero no, no tenía cabeza para eso… Dirás que es muy ñoño, pero yo prefería leer y estudiar antes que irme de juerga con algún londinense.

-Qué bueno.

-¿Qué? ¡Hey! ¿Por qué vamos para tu casa?

-Allí es la cena.

-¿Qué? no, ¿qué haces?

-Está todo bien, fue idea de Ameli, la mesa es grande e invitamos a todos los amigos, incluso está tu mamá.

-¿Ameli? ¿Es ella eso algo nuevo? –se cruzó de brazos.

-Sí, todo es tan reciente… Llevamos saliendo un par de meses… Estoy feliz por eso.

-Y yo más por ti… Oye, ¿va a estar…?

-No, Samantha no estará, tiene como tres meses que no la veo.

-¿Tus padres están de acuerdo? Bueno, soy la exnovia de su hija y…

-Están bien, de hecho les alegra que estés allí… Yo los invité a cenar, de hecho.

-¡Alex!

-Está bien, mira, ya está todo mejor con Samantha, ya se hicieron a la idea de que Sam es lesbiana, no hay problema…

-Estás loco.

Cuando los dos entraron a la casa, Andrea se sorprendió de lo enorme que era, pero aquello solo le trajo viejos recuerdos de cuando había pisado por primera vez aquella casa en aquella fiesta. Luego y al entrar al comedor se encontró con una mesa llena de platos y con todos sentados esperándola. Las lágrimas le brotaron de alegría al ver a todos sentados alrededor de aquella mesa; estaban todos, incluso Kim y Lila… Aquello era hermoso.

-Perdón por llegar tarde, el camino estaba algo concurrido –se disculpó Alexander.

Todos se levantaron y corrieron a abrazar a Andrea.

-Andy, te ves tan… hermosa –le dijo Carly apretándola hasta sacarle el aire.

Luego su madre prácticamente se la comió a besos. Andrea se puso rígida cuando vio al padre de Alexander frente a ella y este le estiró el brazo para saludarla.

-Es un placer tenerla esta noche aquí señorita Collins –dijo el señor Vondegan con buena cara.

-El placer es todo mío –fue lo único que alcanzó a decir.

-Bueno, ya que estamos todos completos, pasemos a cenar, me estoy muriendo de hambre –informó a todos el señor Vondegan, y al hacerlo comenzaron a entrar meseras con platos y botellas de vino.

Alexander le indicó el asiento que estaba disponible para Andrea y esta obedeció y se sentó aún con la mirada atónita. A todos les pusieron un gran plato con una tapa metálica para que no se enfriara. Todos esperaron hasta que el último plato fue puesto en su lugar y en cuanto el padre de Alexander levantó una copa de vino, todos comenzaron a levantar las tapas dejando expuesto una deliciosa pieza de res; sin embargo, cuando Andrea levantó la tapa no tenía ninguna pieza de res; en medio del plato había un anillo reluciente, con un diamante blanco como el hielo. Andrea no supo que hacer, así que lentamente acercó su mano y finalmente lo tomó para observarlo más de cerca; luego miró hacia los otros lugares, y cuando lo hizo, todos la miraban con una sonrisa. Luego detrás de ella una mano cayó sobre su hombro.

"Por favor di que sí… o sino me arrepentiré el resto de mi vida." Incluso, sin voltear y mirar, Andrea sabía que esa voz y aquel aroma no podían ser otra persona más que de Samantha. Andrea se giró, recorrió la silla y se puso de pie frente a Samantha, esta se veía tan hermosa como nunca la había visto; llevaba un precioso vestido blanco que dejaba resaltar su cabello pelirrojo, que por primera vez lo veía lacio y peinado; simplemente, no podía creer lo que veía.

-Fui una estúpida, y no he hecho otra cosa más que pensar en ti desde hace un año; si me perdonas y me das una oportunidad prometo hacerte la mujer más feliz del mundo; si no, entonces estoy dispuesta a desaparecer de tu vida.

-Sam… -fue lo único que alcanzó a responder antes de que su ceja izquierda se comenzara a elevar sobre su ojo, y una lágrima cayera sobre su mejilla.

-¡Vamos niña! Por mí no hay problema, ya he hecho suficiente daño a mi hija; no podría dejar que mi hija se quedase sola por un capricho de un padre anticuado –dijo el padre de Samantha con un tono bromista.

Al hacerlo todos comenzaron a reír moderadamente, Andrea volteó y miró a todos intercambiando esa mirada de complicidad.

-¡Vamos Andy! Di que sí, todos sabemos que no hay noche que no pienses en ella… Y no nos digas que conociste a alguien porque también sabemos que no es cierto; todos te hemos estado cuidando, estamos muy informados, además, llevamos planeando esto varios meses, ¿o por qué crees que te decíamos que primero los estudios y luego el amor? Bueno, pues creo que este es el momento justo donde “el luego” deja de existir y entra el amor –se aventuró a decir Carly. Andrea giró la cabeza hacia Samantha y la miró preguntando con los ojos.

-También a mí me han estado acosando; me hicieron dar cuenta de que estaba mal… Lamento haber sido tan cobarde e indecisa… Ya no quiero serlo, y te juro que te protegeré tantas veces como sea necesario, no importa si lo tengo que hacer cada vez que dejen libre un reclusa de las que me quieren ver muerta.

Andrea rio entre lágrimas; levantó el anillo hasta la altura de Samantha; esta lo tomó y lo colocó en el dedo anular de la mano derecha de Andrea.

-¿Eso es un sí? –preguntó Ameli inoportunamente.

-¡Ameli! –la regañó Alexander mientras la tomaba de la mano.

-No es un sí; es un te quiero tener incrustada a mí el resto de mi vida; así como lo está este precioso y blanco diamante al anillo de oro que lo sostiene.

Samantha sonrió y se estremeció desmedidamente con tanta felicidad que no le quedó más que tomar a Andrea entre sus manos, besarla hasta morir, y dejar que el resto de sus vidas se consumieran en una sola.